Los años finales del siglo IX y los primeros del X son testigos de importantes avances territoriales en el marco del actual territorio de la provincia de Burgos. A partir del espacio nuclear montano controlado por Rodrigo observamos las incorporaciones hechas por Diego Rodríguez (las campiñas entre los Montes Obarenes y el rio Arlanza) y Gonzalo Fernández (las comarcas situadas al norte del Duero, incluida Tierra Lara).
Coincide este periodo con el
traslado de la corte desde Asturias a León, y la mayor implicación regia en los
asuntos de área que nos ocupa. Es por estos años cuando surge el concepto
de microcondados como ente organizativo de la zona. Inicialmente
Brañosera/Campoo, Castilla y Álava y más adelante los de Burgos, Lara,
Lantarón/Cerezo. Es la monarquía la que nombra a los condes o señores.
En el año 932 el monarca leonés
Ramiro II decide subsumir los microcondados en un macrocondado antonomásico,
consignando al cargo a Fernán González, cuyo papel primordial será consolidar y
organizar este espacio tan complejo. Y la capital del condado será Burgos,
fundada o repoblada apenas unas décadas antes.
En el año 899 ya aparece citado
un conde en un territorio denominado Burgos, Gonzalo Fernández. Poco después
parecen fundirse los destinos de Burgos y Castilla, ya que el mismo conde es
citado como conde en Castilla en el año 912. A partir de entonces Burgos será
la cabeza del condado de Castilla durante al menos 125 años, a través de cinco
generaciones, hasta la desaparición del condado el año 1038 cuando su conde
Fernando Sánchez se corone como rey de León.
Damos paso a las palabras del
profesor Martínez Diez: “Este insignificante rincón de las montañas de Burgos
fue la sede de un condado del reino astur, que de ese rincón tomó nombre, llamándose
condado deCastilla, y que al extenderse fuera de las montañas y alcanzar el rio
Duero, extendió también su nombre a todo ese territorio regido por los condes
que el rey de Oviedo había puesto al frente del condado. De este modo Castilla rebasó los estrechos límites
de la primitiva comarca, la llamada Castella Vetula, y vino a cobijar bajo su
denominación todos los territorios integrados dentro de la jurisdicción del
condado de Castilla, cuyo conde gobernaba desde el mar Cantábrico, al norte,
hasta las últimas tierras repobladas en el sur frente a los musulmanes en las estribaciones
de los montes de Somosierra y desde el rio Pisuerga por el oeste hasta los límites
del Condado de Álava en el este.
No consta que el condado de
Castilla tuviera nunca por el norte otro límite que no fuera el mar Cantábrico.
No se ha conservado noticia de otro condado distinto del de Castilla ni en el territorio
de las Asturias de Santillana, ni en el de la Trasmiera, ni tan siquiera en las
Encartaciones. Hacia el este el límite con el condado de Álava venia marcado
por el rio Nervión hasta la peña de Orduña, luego seguía hacia los montes que
separan el valle de Tobalina del de Valdegobia. Por el oeste venía marcado por
la línea que unía el valle bajo del Deva con el alto Pisuerga, integrando la
mayor parte de la actual provincia de Cantabria excepto Liébana. Hacia el sur
el territorio estaba en continua progresión. Era este un condado cuya unidad no
venía dada por la homogeneidad del territorio, muy variado, sino por la unidad
de sus hombres, forjada en la empresa común de defender primero su solar de las
acometidas musulmanas y de repoblar más tarde los enormes espacios vacíos que
se ofrecían en el sur a las iniciativas de sus pioneros”
El condado de Castilla
desaparecerá de la historia por dos hechos consecutivos: el primero, su
partición entre los herederos de Sancho III el Mayor en 1035, y el segundo, la
consecución por parte de su titular, Fernando I, de la corona leonesa en el año
1038.
Fuentes:
“Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García
González (2008)
“El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda”
Gonzalo Martínez Diez (2005)
“Génesis Histórica de
la Provincia de Burgos y sus divisiones administrativas” Gonzalo Martínez Diez
(1983)
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