lunes, 11 de febrero de 2019

El concepto de "La Montaña"

Fragmento de Merindades en el que se aprecia que también se puede denominar perfectamente "La Montaña": La Montaña de Burgos.
En algunas ocasiones se observa una tendencia a la apropiación conceptual absoluta de lo que se conoce por "La Montaña" por parte de la actual Cantabria, y por extensión, a intentar inculcar la idea de que todo el que se pueda sentir "montañés" o heredero de tal concepto, es que se siente cántabro.

Entiéndase. Nos parece perfectamente razonable y lógico que los cántabros contemporáneos tengan una de sus principales referencias mentales y culturales en La Montaña y lo montañés. Es lo suyo y otra cosa nos parecería extraña y anómala. A lo que nos estamos refiriendo ahora es a ese afán de algunos en mostrar referencias históricas en las que lo montañés era supuestamente algo inequívocamente diferente de lo castellano y en ubicar esas referencias en el norte de la provincia de Burgos. No se nos ocurre otra razón de este interés sino la de crear desafección en los habitante de dicha zona hacia lo burgalés.

Y es que, aunque efectivamente hay algunos registros históricos puntuales (que estas personas ponen tanto esfuerzo en airear) en los que se expresa dualidad entre los montañés y lo castellano, en muchos otros se integran ambos conceptos de forma absolutamente natural. Demuestra esto que el concepto de Montaña y montañés estaba más bien referido antiguamente a su evidente significación orográfica y, si se quiere, sentimental o lírico, y que no debería tomarse como base para establecer delimitaciones territoriales.

En el libro “De la Montaña a Cantabria. La Construcción de una Comunidad Autónoma”, se refieren a La Montaña como a “un amplio espacio que se localiza en el área central de la Cordillera Cantábrica, en sus dos vertientes. Carente de un territorio propio, puesto que ninguna demarcación se corresponde con este espacio histórico, responde en mayor medida a sus rasgos geográficos.”

Y es que una sencilla búsqueda (desde luego más sencilla que otras que hemos realizado) nos ofrece ejemplos de lo que estamos hablando. Una referencia realmente antigua la encontramos en la Colección Documental de Cuéllar, en un documento fechado en Marzo de 1285 en la que el rey Sancho IV arrienda determinadas propiedades al judío Abrahám Barchilón. En el mismo se hace la siguiente asignación de valores en función de la ubicación de cada elemento del contrato:

“en Gallizia e en Asturias, veinte maravedís el millar; e en la otra tierra de León, veinte maravedís; en la montaña de Castiella, veynte maravedís; e en los otros logares de Castiella que son cerca de la montaña, quinze maravedís; e en la otra tierra de Castiella e de Estremadura, diez maravedís. “

En esta breve referencia se ve claramente cómo la montaña y Castilla no son dos elementos necesariamente diferenciados. La Montaña es una parte de Castilla que por sus características geográficas lleva un trato diferente, así de simple.



Fragmentos de libro "Chronica de los príncipes de Asturias y Cantabria", de Francisco de Sota, el primer referente histórico del cantabrismo y que no veía contradicción entre montaña y Burgos.
En épocas más recientes, aparecen referencias por doquier que demuestran que “la montaña” no era algo diferenciado de Burgos. En los discursos de la nobleza de España (1636), de Bernabé Moreno Vargas, ya se encuentra una mención a las Montañas de Burgos; al referirse al origen a los Mendoza como provenientes del lugar homónimo “en la Montaña de Burgos”; mismo origen de los Acebedos.

En 1645 Rodriguez Méndez Silva, en su “Población general de España: sus trofeos, blasones y conquistas heroycas", deja escrito que el “Valle de Porras” (Valdeporres) “Yace en las Montañas de Burgos”. Gregorio de Argáiz, en su “Población eclesiástica de España” (1668) afirma que San Vicente de Fistoles está en la Montaña de Burgos.

Podríamos dar muchas más referencias similares. Nos parece especialmente representativa la existencia de un manuscrito anónimo titulado “Villancicos a la Milagrosa Imagen, de Maria Santissima con el Titulo de Montes Claros Patrona de la Werindad (sic) de Campoo, venerada con mucha frecuencia en el Convento Real de su advocación de Padres Dominicos, en las Montañas de Burgos termino de los Carabeos, Jurisdicion de Reynosa”, y datado a finales del siglo XVIII o principios del XIX.

Es más, incluso los participantes en la creación de los discursos cantabristas, tanto vascocantabristas como montañacantabristas (nos referiremos a estos debates en próximos artículos) también emplearon esta expresión para delimitar el marco geográfico del que hablaban. Gabriel de Henao, en sus “Averiguaciones de las Montañas de Cantabria” (1689) equipara las Asturias de Santillana a la costa de las montañas de Burgos.

El principal referente del montañacantabrismo, y en cierta medida el "padre ideológico" del actual cantabrismo, Francisco de la Sota señala claramente en su “Chronica de los príncipes de Asturias y Cantabria” del año 1681 que el río Ebro “Sale de su patria, la montaña de Burgos, o Castilla la Vieja” y un poco más adelante que la antigua Cantabria “hoy corresponde a las montañas septentrionales altas y bajas de Burgos”; por sólo citar un par de menciones. 

“En las Montañas
de Santander
la vi llorando
la pregunté:
¿Porqué lloras hija mía?
¿Porqué tengo que llorar?
Porque ha pasado mi amante
y no me ha querido hablar.”

Canción popular burgalesa.

En relación a este “debate”, se observa, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII la aparición de un nuevo término: “montañas de Santander”, influenciado sin duda de la pujanza de la ciudad y de la concesión del obispado así como, por qué no reconocerlo, por el paulatino desarrollo de la identidad de ese territorio. Es decir, creemos que es en este momento, cuando se empieza a hablar de las Montañas de Santander, cuando comienza a perfilarse un sentido territorial de este concepto; sentido territorial diferente al de las montañas que quedan en la vertiente meridional.

De hecho, empiezan a aparecer incluso breves descripciones de esa embrionaria "provincia" o referencias a lugares situados en las Montañas de Santander, entre los cuales nunca se incluyen los ubicados en la actual provincia de Burgos, salvo algunas menciones al valle de Mena. Es más, en algunos documentos se cita a las montañas de Santander como algo diferente a otras demarcaciones, como las montañas de Burgos, Merindades de Castilla o incluso a las Montañas de Reinosa. Así ocurre en el “Censo de frutos y manufacturas de España e Islas Adyacentes, ordenado sobre los datos dirigidos por los intendendes”, publicado en 1803:

“Este sobrante de trigo se vende a Madrid, Reynosa y Montañas de Santander. La quarta parte del vino se extrae también a las Montañas de Santander, Reynosa, Cervera, Aguilar y demás distritos de sus inmediaciones”.

Al respecto queremos hacer mención especial a un texto redactado por Miguel de Bañuelos y Fuentes, que ocupó el puesto de intendente de la provincia de Burgos entre los años 1765 y 1775, periodo en el que se estaba fraguando de alguna manera el proceso de disgregación de la provincia de Santander respecto a la de Burgos. 

Hombre activo intelectualmente, como buen ejemplo del periodo ilustrado, elaboró un amplio estudio planteando la posibilidad de estimular la plantación de cáñamo en la provincia. En el mismo, descartaba de dichos esfuerzos “ los tenebrosos y empinados montes de Santander, las sierras de Canales y Cameros y las Merindades de Castilla”. Más allá del objeto principal de su estudio, vemos que en esa época como es lógico y siempre ha sido lógico, las Merindades de Castilla resultaban algo independiente de los montes de Santander.

Podría pensarse que este hombre realizaba estos estudios desde su despacho y que tuvo poco contacto con la población local. Sin embargo encontramos otro fragmento en el que comprobamos que tristemente nos llegó a conocer muy bien: “en las Castillas es donde más se adolece del erróneo concepto de no alterar las cosas de como se hallaban en lo antiguo. Me martiriza la violencia que les cuesta desviarse de lo que les enseñaron sus abuelos, siendo familiar, aun entre los más cultos, la idea y la respuesta de que cuando los ancianos no se dedicaron a otra cosa que a granos y a viñas, tengáis bien promediado que no era conveniente innovar. “

Otro ejemplo que además de ilustrativo aporta un interesante aspecto cultural, es el que se incluye en las respuestas del corregidor de Villarcayo, Juan de Aldama, para la realización de la cartografía de España por parte de Tomás López, redactadas en 1787. En este extracto se hace una referencia a la ermita de San Bernabé de Ojo Guareña en estos términos:

“ hai un santiario de los más zélebres que hay en todo este Pais, nombrado de San Tirso y San Bernabé. Es su situación en un peñasco o trestón formado por la naturaleza, el que los romanos trabajaron varias minas y en una de ellas, que es la mayor, está formada la yglesia ermita de estos gloriosos mártires. Y el embovedado es de la misma peña, timprado al natural. Son muchos los milagros que se esperimentan todos los días de estos gloriosos santos. Y por lo mismo, su concurrencia, en el día diez y onze de Junio, suele ser de más de cinco o seis mil almas. Que todos con devoción concurren de diversas provincias, como son Vizcaia, Montaña, Campo y las siete merindades de Castilla la Vieja."

En definitiva, si alguna vez existió una conciencia colectiva territorial de las Montañas de Burgos, más allá de la evidente orografía, no fue una injusta decisión administrativa de 1833 la que la rompió, sino el propio surgimiento de la ciudad de Santander como polo de atracción bastantes décadas antes.

Respecto al concepto de "La Montaña" y en épocas más recientes, tampoco resulta tan evidente que todos los habitantes de la recientemente desaparecida provincia de Santander se identificaran con el concepto de “La Montaña”. De hecho, parece que en general los habitantes de los valles interiores tendían a identificarse con el gentilicio de su demarcación: pasiegos (valle del Pas), campurrianos (valle de Campoo), lebaniegos (valle de Liébana), merachos (valle del Miera), purriegos (valle de Polaciones), tudancos (valle de Tudanca) o sobanos (valle de Soba), llamando montañeses a los habitantes de la zona más o menos llana pegada al mar.

Son numerosos los ejemplos documentales de esta circunstancia, de los cuales nos limitaremos a citar sólo algunos. Por ejemplo Jose María de Pereda señala en su novela Peñas Arriba (1895) que los habitantes de Tudanca “llaman la Montaña a la tierra llana, a los valles de la costa, y «montañeses» a sus habitadores.”

Amador de los Ríos en su libro titulado "España. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia" de 1891 dedicó un volumen a la entonces Provincia de Santander, tratando el significado de 'la Montaña' entre los lebaniegos:

“Por eso en toda la Montaña, y aún fuera de ella, pues de los de la Liébana no se llaman montañeses, tanto por ambición como por amor propio.”

El filólogo británico Ralph Penny en "El habla pasiega: ensayo de dialectología montañesa" escribía respecto a lo que entendían los pasiegos por la Montaña:

“Hay que notar aquí que los pasiegos mismos no se incluyen dentro de 'la Montaña': para ellos este término está en oposición a la 'Pasieguería', nombre que dan a sus territorios. Igualmente el calificativo 'montañés' sólo se aplica al que vive fuera de los Montes de Pas, sea en Ontaneda o en Villacarriedo, pueblos muy cercanos, sea más lejos.”

En definitiva, y para cerrar el artículo, nos parece lícito y lógico usar en sentido histórico, sentimental, cultural y literario el concepto de montañés como sinónimo del actual cántabro (en realidad, creemos incluso que sería más correcto y menos confuso), pero en absoluto podemos aceptar ninguna relación territorial entre lo que pudo ser “la montaña” en el pasado y lo que debe ser “Cantabria” en la actualidad, dada la indefinición geográfica del primero de los términos. Un burgalés del norte se podrá sentir perfectamente montañés sin dejar por ello de ser burgalés o castellano.

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