miércoles, 10 de julio de 2019

Acerca de las reflexiones del compositor Antonio-José sobre el Folklore burgalés



Cartel del excelente documental sobre la vida y obra de Antonio José, creado y estrenado en Burgos el año pasado
 
El talentoso músico y etnógrafo burgalés Antonio José, brutal e injustamente asesinado en la Guerra Civil, enunciaba pocos meses antes de su muerte las siguientes palabras:

“Galicia, Asturias, Levante, Vasconia, Cataluña, Andalucía, todas las regiones presentan con legítimo orgullo sus cantos vernáculos, y no sólo ...nadie niega esas canciones características, sino que todo el mundo reconoce y aplaude su autenticidad. Desaprensivos y poco enterados comentadores hay que sostienen concienzudamente la errónea teoría de que las escasas canciones encontradas en Burgos llegaron de la Montaña. Así: sin más concisos detalles fijativos ... (En Burgos, “la Montaña”; quiere decir Santander; y conviene recordar, a este respecto, lo que dijo hace más de veinte años el ilustre compositor Nemesio Otaño, especializado como pocos en el estudio del canto montañés. El canto montañés, a juzgar por los datos por él recogidos, «es substancialmente castellano; burgalés especialmente;. Y esta opinión sincera y valiosa era compartida por el eximio musicólogo catalán, de inolvidable recuerdo, don Felipe Pedrell).

“hace muchos años, el inteligente músico burgalés Federico Olmeda salió en busca de canciones populares por algunos pueblos de la provincia de Burgos, recogiendo en pocos meses más de 600 motivos de canto y danza de la más legítima procedencia, de la más sorprendente variedad y del más exquisito arcaísmo. Téngase en cuenta que Olmeda recorrió unos 200 pueblos y que la provincia de Burgos tiene 1.200. Yo mismo, después, para seleccionar cerca de las 200 tonadas populares insertas en el Nuevo cancionero burgalés he oído, en unos meses empleados en esta labor de cazador lírico, unos 400 motivos, todos ellos, por supuesto, distintos a los que anotó Olmeda ... Creo imposible que ninguna otra provincia pueda presentar tan crecido número de canciones.

¿Quién podrá asegurar ahora, examinando esas pruebas firmísimas y copiosas, que Burgos no tiene música popular, o que esos centenares de documentos vivos fueron importados de otras regiones? ¿No es absurdo que esas otras regiones volcaran espontáneamente en Burgos un inmenso tesoro lírico, para que Burgos quedase más rico que ellas?

Tenemos cantos de siega y trilla; de cuna, de ronda, de esquileo y de otros actos de la vida común. Cantos coreográficos, vocales e instrumentales, al agudo, a lo llano, de ruedas y danzas. Cantos religiosos de todo tiempo y para toda ocasión. Todos ellos de hermosa variedad; de interesante y atrevida construcción melódica y rítmica; de valiosa vetustez; de unidad profunda. Todos ellos, también, empapados de propio e inconfundible color, conseguido por la fusión felicísima de nobleza, austeridad, franca rudeza y alegría sana.

Sólo quien, por miopía crítica, por desánimo, por prejuicios regionalistas o por pereza intelectual, no pase de la corteza objetiva, sin más detenida reflexión, podría afirmar despreocupadamente parecidos ilusorios -o, cuando menos, más aparentes que reales- con otras tonadas de la Montaña, o de León, o de otra región que casi siempre es la suya ...


En Verdades de Merindades hacemos nuestras estas palabras pronunciadas hace más de ochenta años. El folclore burgalés originario es al menos tan particular, original, homogéneo y valioso como el de cualquier otra región; y si hoy está en trance de desaparición y dilución se debe exclusivamente a la desidia de las personas que toman decisiones, a la feroz despoblación y desestructuración social de las zonas rurales, al modo de vida contemporáneo y, particularmente, a que en Burgos no ha existido un movimiento regionalista que use la cultura popular más como herramienta de diferenciación que como un valor en sí misma.

Sin ser expertos, ni siquiera aficionados avanzados en la materia, hemos encontrado numerosos ejemplos que demuestran que existen evidentes paralelismos entre el patrimonio inmaterial de las zonas al sur y al norte de la provincia (lejos de ese obsesivo recurso al “norte burgalés de ámbito cántabro” de los cantabristas interesados).

Es más, en realidad los paralelismos se producen también con la cultura popular de otras zonas peninsulares e incluso europeas, demostrando, como no podía ser de otra forma, que el patrimonio etnográfico de una determinada zona en realidad no es ni cántabro, ni castellano, ni montañés, ni merinés… ni siquiera burgalés; ya que no deja de ser el compendio del rastro dejado por el paso y el intercambio de las culturas a lo largo de los siglos, con las peculiaridades locales, y que su uso para argumental una entidad territorial, además de interesado, es sumamente endeble.

En definitiva, es digno de elogio difundir y conservar nuestro patrimonio, y es lógico y natural que nos sintamos orgullosos del mismo; pero siempre manteniendo la perspectiva de que la cultura debería servir para unir y no para hacer política.

Los bolos en la provincia de Burgos


Bolera de la localidad de Villalba de Losa


"Los bolos" es un juego popular que tiene como rasgos genéricos la puesta en el suelo de cierto número de bolos y el objetivo de derribar el mayor número de ellos arrojándoles sucesivas bolas. Su sencillez explica que haya sido desde siempre un deporte muy arraigado en muchas zonas rurales.

El origen de este juego parece... poder atribuirse a Egipto, aunque las primeras referencias escritas corresponden a la antigua Grecia. El poeta griego del siglo VIII a.C. Homero, narra cómo los pretendientes de Penélope, esposa de Ulises, jugaban a los bolos o juego de Procos para dirimir sus querellas sentimentales y ocupar sus ocios durante la larga espera. De hecho, el juego de los bolos deriva su nombre del griego bolos = pedazo de palo.

Del mismo modo, en la gloriosa y Antigua Roma, era habitual que se realizaran partidas de este deporte que parece ser el origen del juego de bolos. Era una distracción que se extendió por todas las tierra del Imperio Romano. Ya en la Edad Media estaba especialmente extendido este juego en Centroeuropa, Francia e Inglaterra, a medida que las modalidades de los mismos iban creciendo.

Es muy probable que la entrada principal de este juego en España se realizara a través del Pirineo, facilitada por la creación del Camino de Santiago, aunque las peculiaridades de ciertas modalidades especialmente frecuentes en nuestro territorio, el uso de tablones, puede relacionarse con la influencia del comercio de la lana con Flandes. De hecho el propio Lutero publicó un edicto intentando homogeneizar los juegos de bolos que se jugaban en Alemania, y que también se colocaban sobre tablones.

 En la provincia de Burgos existen dos modalidades genuinamente provinciales: EL BOLO TRES TABLONES, y el BOLO BURGALÉS, amén de alguna variantes más locales como el bolo ribereño, los Bolos de Belorado o los Bolos de Villanueva de Gumiel.

El bolo Tres Tablones nace en la comarca burgalesa de Las Merindades, pudiéndose decir que es la modalidad que más arraigo mantiene a día de hoy (de hecho aún existen boleras en mejor o peor estado en numerosos pueblos). Se juega esencialmente en dicha comarca, pero no exclusivamente; de hecho ha tenido bastante implantación en Miranda de Ebro. Por su parte, el bolo burgalés es característico de la capital y de los pueblos de las cercanías, especialmente hacia el sur.

En realidad podemos encontrar diversas modalidades tradicionales de bolos, además de en otras provincias de Castilla y León, en otras regiones, como Asturias, Galicia, País Vasco, Murcia o Andalucía.

Fuente: Juegos y deportes tradicionales en la provincia de Burgos. Diputación Provincial de Burgos (2001).

martes, 2 de julio de 2019

Un instrumento olvidado: la gaita de Bota o de Saco

En la imagen, fotografía del músico conocido como "El tío Frescas" tomada en la localidad riojana de Ventrosa de la Sierra hacia 1920. Fuente
https://chemaroson.weebly.com/blog/la-gaita-de-bota-en-el-contexto-de-las-cornamusas-europeas-occidentales; artículo muy interesante en los que os podréis informar más acerca de este instrumento.

En la línea de lo que comentábamos en su momento en relación al rabel, en nuestra región vecina, en el afán por resaltar la diferencia e ignorar todo lo que tenga que ver con una supuesta “aculturación” castellana, se patrimonializa el rabel, se arrincona a la dulzaina y se ensalza la gaita; como buen estándar de la “absoluta singularidad” del noroeste hispano.

El caso es que una vez más se demuestra que la esencia de esta singularidad tiene que ver fundamentalmente con una orografía y ubicación geográfica que ha dificultado la pérdida de costumbres ancestrales, y que además estas circunstancias son relativamente recientes en términos etnográficos.

Resulta que Federico Olmeda, en su libro “Folklore de Burgos”, editado en el año 1903, hace referencia a una gaita común u ordinaria, la “gaita zamorana” lo que hoy se denomina dulzaina, y a otra gaita “de uso inmemorial en toda Castilla”, aunque en trance de desaparición, a la que él llama “gaita gallega”. En otro pasaje describe esta gaita gallega dejando claro al instrumento al que se refiere.

“ellas tienen dos tubos, uno el que propiamente puede llamarse gaita, porque es el que canta, y el otro que no produce más que un sonido grave y que, siendo la tónica, puede considerarse como nota tendida o de pedal y a la vez como desahogo del aire sobrante, que el gaitero, de soplo en soplo, va introduciendo en el depósito.[..] La gaita gallega produce unos sonidos suaves y pastosos; es muy popular: a esto hay que añadir que los gaiteros la tocan muy cómodamente, pues por su construcción no necesita el soplo violento, permanente y continuo de la zamorana. “.

Todo parece indicar el instrumento que describe Olmeda es el mismo que se ha dado en llamar gaita de saco o de bota, y cuyo perdido uso ha sido recogido por etnógrafos riojanos en diversas zonas serranas de aquella provincia. De hecho ha sido su trabajo, especialmente el de Javier Asensio, el que ha permitido recuperar el instrumento.