Posible situación del centro norte peninsular en el siglo V Adaptado de García González "Castilla en tiempos de Fernán González" |
Juan José García González desarrolló en varios de sus escritos una teoría en la que reflexionaba sobre la posible diferente dinámica entre la Cantabria trasmontana, o de aguas al mar, y la Cantabria cismontana o de aguas al Ebro. Busca los indicios de esta diferencia en los datos existentes para ambas zonas desde el periodo final del imperio romano.
Según García González, durante el devenir del sometimiento al imperio, el sector atlántico se volvió descaradamente hacia el mar y (a través de él y de los enlaces terrestres por la línea de costa) hacia la región de Aquitania, uno de los grandes graneros del mundo romano. De hecho tal vez se puedan buscar los indicios de esta relación varios siglos antes, cuando los cántabros se encontraron del lado de los Aquitanos luchando contra las huestes de César.
“Mas perseguidos de la caballería por aquellas espaciosas llanuras, de cincuenta mil hombres venidos, según constaba, de Aquitania y Cantabria, apenas dejó con vida la cuarta parte, y ya muy de noche se retiró a sus cuarteles” (Julio Cesar, Comentarios de la guerra de las Galias)
Si se suman los castra nativos pre o protourbanos activados, los fora normalizados o específicamente constituidos, las stationes promovidas a intervalos tasados en los tramos viarios, los portus impulsados en el andén litoral y las civitates creadas expresamente, al autor no le cabe ninguna duda que la mecánica estimuladora del tipo mercantil quedó aceptablemente implantada en el contexto de la cordillera septentrional.
Si se suman los castra nativos pre o protourbanos activados, los fora normalizados o específicamente constituidos, las stationes promovidas a intervalos tasados en los tramos viarios, los portus impulsados en el andén litoral y las civitates creadas expresamente, al autor no le cabe ninguna duda que la mecánica estimuladora del tipo mercantil quedó aceptablemente implantada en el contexto de la cordillera septentrional.
Con el desbordamiento de los pirineos el año 409 por diversas partidas de suevos, vándalos y alanos, se abrió para el tercio septentrional peninsular un periodo revuelto. Los fue en un tono relativamente moderado para el litoral cántabro, que hasta el año 429 tuvo que transigir con la presencia incidental de los vándalos, asdingos y que en el año 456 tuvo que soportar un cruel y depredador ataque puntual de los hérulos por mar. El trance resultó bastante más duro para el flanco somontano y para los espacios abiertos inmediatos, pues fueron incesantemente recorridos en una y otra dirección en son de guerra por los suevos y los visigodos cuando menos hasta mediados de la siguiente centuria.
A la entrada en la segunda mitad del siglo VI, el contraste entre la situación general de ambas vertientes de la cordillera era radical: al norte de la barrera de picachos, se tributaba a los merovingios con notable apacibilidad. Ese es el dato que nos ofrece Fredegario Escolástico, al mostrar a Cantabria como un ducado tributario de los francos.
“Provinciam Cantabriam Gothorum regno subaegit, quam aliquando Franci possederant. Dux Francio …”
El más notable ejemplo que nos ofrece la documentación de esta situación calmada es el registro, en el año 574, del devenir de un tal Maurano, que esperaba con renovada paciencia en la costa norteña el paso del tercer navío de la expedición marítima que había de llevarle a Tours, via Burdeos, en su intento por recuperar ante la tumba del milagroso San Martín la voz inopinadamente perdida. Al sur, sin embargo, la franja cismontana era sometida por la fuerza en ese mismo año por parte de Leovigildo, lo que deja bien claro que la Cantabria a la que hacían referencia los visigodos no integraba, al menos inicialmente, la franja costera.
No será hasta décadas más tarde, hacia 613 y una vez rendido el estado suevo, cuando Sisebuto ordenó a sus duces, Rikila y Suinthila, que invadieran la franja costera, que García González identifica con el territorio de los Ruccones que menciona la documentación. Es decir, el cronista habría acuñado este término (ruccones) porque para él resultaba evidente que el territorio conquistado en esa campaña no correspondía a la misma realidad que la Cantabria integrada en el reino décadas antes.
Fuente: “Cuadernos burgaleses de Historia Medieval” (Tomo II y anexo) (1995) y “Castilla en tiempos de Fernán González” (2008) Juan José García González.
A la entrada en la segunda mitad del siglo VI, el contraste entre la situación general de ambas vertientes de la cordillera era radical: al norte de la barrera de picachos, se tributaba a los merovingios con notable apacibilidad. Ese es el dato que nos ofrece Fredegario Escolástico, al mostrar a Cantabria como un ducado tributario de los francos.
“Provinciam Cantabriam Gothorum regno subaegit, quam aliquando Franci possederant. Dux Francio …”
El más notable ejemplo que nos ofrece la documentación de esta situación calmada es el registro, en el año 574, del devenir de un tal Maurano, que esperaba con renovada paciencia en la costa norteña el paso del tercer navío de la expedición marítima que había de llevarle a Tours, via Burdeos, en su intento por recuperar ante la tumba del milagroso San Martín la voz inopinadamente perdida. Al sur, sin embargo, la franja cismontana era sometida por la fuerza en ese mismo año por parte de Leovigildo, lo que deja bien claro que la Cantabria a la que hacían referencia los visigodos no integraba, al menos inicialmente, la franja costera.
No será hasta décadas más tarde, hacia 613 y una vez rendido el estado suevo, cuando Sisebuto ordenó a sus duces, Rikila y Suinthila, que invadieran la franja costera, que García González identifica con el territorio de los Ruccones que menciona la documentación. Es decir, el cronista habría acuñado este término (ruccones) porque para él resultaba evidente que el territorio conquistado en esa campaña no correspondía a la misma realidad que la Cantabria integrada en el reino décadas antes.
Fuente: “Cuadernos burgaleses de Historia Medieval” (Tomo II y anexo) (1995) y “Castilla en tiempos de Fernán González” (2008) Juan José García González.
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