jueves, 6 de septiembre de 2018

Las merindades en el ocaso del Imperio Romano


Desfiladero de la Horadada desde la fortaleza de Tedeja, de origen tardoromano.

Desde finales del siglo III el imperio romano empezó a descomponerse, de modo que las estructuras de poder empezaron a disolverse, especialmente en los extremos más apartados y menos romanizados. Ello permitió, en opinión de algunos “que los cántabros recuperasen su autonomía”.

Pero ¿De qué autonomía estamos hablando? En post anteriores ya hemos mostrado serias dudas de que realmente los cántabros formasen un todo homogéneo antes de la conquista, y de que dicho pueblo estuviese marcadamente diferenciado del que representasen sus vecinos autrigones y turmogos. Tenemos aún más dudas ante cualquier afirmación de que este supuesto “carácter peculiar cántabro” permaneciera durante todo el periodo de dominación, y también de que los moradores de esta zona que se encontraron con esta “independencia sobrevenida” tuviesen mucho que ver con los que lo hicieron 300 o 400 años antes.

En nuestra opinión esta zona, como otras de carácter rural y agreste, y alejadas de los centros de poder, se desvincularon de forma más o menos natural de las estructuras del imperio. Es bastante probable que desde este periodo fuesen área de acogida de grupos de diferentes perfiles se alejaban de los centros de poder (campesinos arruinados, perseguidos por la ley, opositores caídos en desgracia…), constituidos en buena medida por lo que se ha dado en llamar el movimiento “bagauda”.

Este tipo de áreas se convirtieron en refugio de gente desheredada, aprovechándose de los mecanismos de “pactos de hospitalidad” aún existentes, que con el tiempo se fue organizando para una defensa común, pero en ningún caso con la idea de desarrollar una identidad nacional y menos aún vinculada a los cántabros prerromanos. Las primeras oleadas bárbaras, de carácter esencialmente pacífico, se integraron también en estas peculiares estructuras. Los propios hispanos, incluso señores locales, colaboraron para librarse de la sujeción a Roma y de una política fiscal abusiva.

Fueron este tipo de colectividades unidas por un destino común, no por un origen étnico común, contra las que Roma (que las consideraba poco más que bandidos) enviaría en varias ocasiones tropas comitatenses desde Italia para acabar con ellos sin éxito. Posteriormente vándalos y alanos evitaron también estas zonas en sus incursiones, dado que su propia desesperación y el saberse dueños de su destino les hacía mucho más efectivos en la defensa que las descompuestas legiones imperiales. Por otro lado, y como ya había sucedido siglos antes, y quizás este sea el factor fundamental, este territorio se favoreció del hecho de que su dominación nunca resultara prioritaria para los diversos pueblos invasores que fueron entrando en la península.

En todo caso, es buen signo de lo que estamos afirmando que las circunstancias en las que se encontró el tercio norte burgalés (y en general toda la provincia) a partir del siglo IV se iniciaron a consecuencia de hechos acontecidos fuera del territorio. Es decir, se trató de la necesidad de dar una respuesta ante hechos que venían dados desde fuera. Volvemos a recalcar que desde el final de la conquista no hay un solo signo de rebeldía de carácter étnico ni tampoco de la constitución de un territorio en torno al mismo.

Volvemos a referirnos a un pasaje del libro “Los cántabros en la antigüedad. La Historia frente al mito”: “Sus habitantes no aprovecharon la coyuntura turbulenta de estos tiempos en la Península ni lucharon conscientemente por su independencia, muy probablemente, porque desde hacía mucho tiempo habían dejado de funcionar los lazos y mecanismos (sociales, políticos, guerreros, territoriales y religiosos) que antaño mantenían vivos los sentimientos de pertenencia a una comunidad (populus, oppidum). Era primordial sobrevivir en estos tiempos en el día a día antes de preocuparse por estas cuestiones de “ligazón nacional”. La independencia les llegó por el contrario porque cesó simplemente la acción de gobierno de Roma; les llegó sin luchar por ella, sin que aflorara la belicosidad y el irredentismo del pasado”.

Fuentes:

“Los Cántabros en la Antigüedad. La historia frente al mito.” VVAA. Universidad de Cantabria (2008)
“Historia de los godos”.Rosa Sanz Serrano (2009)
“Arqueología de los Autrigones. Señores de la Bureba”. Rosa Sanz Serrano, Ignacio Ruiz Vélez, Hermann Parzinger (2012)

No hay comentarios:

Publicar un comentario