lunes, 10 de septiembre de 2018

Una reinterpretación del supuesto "limes" del norte de Burgos


El Castillo. Peña Amaya

Una interpretación que aún tiene un cierto predicamento, incluso entre profesionales, es la existencia de una supuesta frontera o “limes” que primero los romanos (en su época de declive) y luego los visigodos establecieron al norte de las actuales provincias de Burgos para defenderse de unos pobladores montañeses que nunca habrían acabado de romanizarse y por lo tanto continuaban representando una amenaza. El fundamento de estas teorías es la pervivencia en la antigüedad tardía y la primera parte de la Edad Media de determinados emplazamientos de tipo defensivo, especialmente, en el territorio de nuestra provincia, los de Peña Amaya y Tedeja y quizá también el de castro Siero.

Sin embargo, una interpenetración alternativa aparece en el libro “Los cántabros en la antigüedad. La historia frente al mito”. En el mismo, partiendo del estudio de los yacimientos anejos Mave y Monte Cildá (Palencia) se propone que en la época de inestabilidad que se experimentó a partir del siglo IV los habitantes de los principales poblamientos en llano volverían a reocupar los emplazamientos en altura más cercanos, formando pares de agrupamientos poblacionales que de algún modo serían el inicio del modo de ocupación castellero y feudal, civil y de siglos posteriores.

Este tipo de asociación de poblamientos llano-monte se reproduciría también en los casos de Amaya (tal y como apunta Quintana), Tedeja y quizás en Castro Siero (Valdelateja). El objetivo era buscar sitios con buen control del territorio y de las vías de comunicación, y fáciles de defender. Pero lo mismos no formarían ningún tipo de línea específicamente organizada frente a hipotéticos ataques desde un norte mínimamente organizado, sino que se trataría de emplazamientos independientes diseñados para poder administrar el territorio circundante y ser lo más resistentes posibles a cualquier tipo de amenaza.

Arribas Magro apunta a varias posibilidades más de este tipo de poblamientos derivados de un castro, relacionados con asentamientos de valle datados en época visigoda. El Pópilo se localiza en el término de Herrán al pie de un cerro cónico denominado el Castillo. San Juan de Hoz se ubica en Cillaperlata en una estrechísima hoz que le da nombre, también situado al pie de un cerro denominado El Castro. La distancia que separa los dos últimos monasterios de los topónimos defensivos no llega a los 900 metros, con lo que considera que se construyeron al amparo de los mismos. En el mismo periodo tenemos la basílica visigoda de Santa María (Mijangos), de la que se conserva la piedra fundacional del último decenio del siglo VI, construida al amparo de un Castillo.

En palabras de Lecanda, investigador del yacimiento de Tedeja “no parece irracional pensar que existe una necesidad real no tanto de separar y aislar dos espacios, dos sociedades enemigas y antagónicas, como de garantizar cierta seguridad a las zonas más integradas en los esquemas del imperio, al tiempo que facilitar la conexión con aquellas partes del mismo que se ven, por su marginalidad, un tanto amenazadas. Y ello con más razón porque en esta época el limes ya no se correspondía con una línea de fortificaciones, sino que lo que se protegía era sobre todo las vías de comunicación estratégicas”.

El mismo Lecanda, en otro artículo posterior (2009) dice que “tras la prolongada fase de inestabilidad del siglo III y más especial y directamente la del siglo V, muchos de estos poblados rurales buscarán la protección de un emplazamiento enriscado, en lugares estratégicos, aunque no necesariamente en castros prerromanos reutilizados. Son los castella, otra forma de habitación rural de la que nos hablan las fuentes y que en muchos casos serán ya enclaves con solución de continuidad en los siglos posteriores. Posiblemente estamos hablando del asentamiento en ellos de un colectivo humano de funcionalidad militar y no esencialmente agraria, lo que dada la estructuración sociopolítica del reino visigodo podría denotar el establecimiento de miembros de una cierta élite, dotada de poderes delegados en tanto que responsables últimos de la seguridad de ciertos pasos estratégicos o zonas peligrosas. Desde luego la función de control de rutas estratégicas y protección de núcleos importantes parece ser el origen de este tipo de asentamientos en época bajoimperial, fecha a partir de la cual se irá produciendo su transformación de asentamiento militar hacia asentamiento también poblacional.

Fuentes:
“Los Cántabros en la Antigüedad. La historia frente al mito.” VVAA. Universidad de Cantabria (2008)
“Tedeja y el control político del territorio del norte burgalés en época tardorromana, visigoda alto y pleno medieval” Jose Ángel Lecanda Esteban y otros. V Congreso de Arqueología Medieval Española. (1999).
“El Panorama urbano y las formas de poblamiento en en antiguo Ducado de Cantabria”. José Ángel Lecanda. Congreso sobre espacios urbanos en el occidente mediterráneo (Siglos VI – VIII) (2009).
“Las Merindades de Burgos. (300 ac-1560)”. Maria del Carmen Arribas Magro (2016)

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