jueves, 25 de octubre de 2018

La primitiva Castilla de acuerdo a las crónicas musulmanas

Imagen invernal de "Las Conchas" de Sotoscueva, con Alto Campoo al fondo

Otra línea argumental de los estudiosos es que el nombre de Castilla vino dado por los musulmanes al ver el paisaje erizado de torres del territorio norteño de Burgos, al que empezaron a llegar en oleadas desde finales del siglo VIII. No entraremos aquí a estimar si esta teoría es a nuestro entender más o menos acertada que otras (o complementaria a las mismas), sino que nuestro principal interés es mostrar más evidencias de que el nombre de Castilla (Al-Quila para los mahometanos) estaba perfectamente implantado en toda la comarca para esas fechas.


Las crónicas musulmanas hacen una primera mención a Castilla ya en el año 791, con ocasión de un ataque hacia Álava y Al-Quila glosada por Ibn-Athir. En esta expresión  queda claro que, al menos para los musulmanes, Álava y Castilla son dos entidades diferenciadas. Al año siguiente se produce otra razzia narrada por Al-Maqqari. Los Anales Compostelanos reflejan esta ofensiva cambiando la denominación de Al-Quila por Bardulias; topónimo este al que haremos referencia en un próximo artículo. Una nueva algara tuvo lugar en 794 “Realizó algaras por tierras de Álava y Castilla recogiendo botín y regresó de nuevo”.

Una nueva aceifa de 796, la cuarta en seis años, nos narra lo siguiente “en este año el chambelán Abd-al Karim lanzó contra el territorio enemigo la aceifa llamada de los Castillos. Entró en el territorio enemigo causando gran mortandad y penetrando en su corazón hasta alcanzar la costa y avanzar siguiéndola dentro del país en destrucción constante”. En este escrito de Ibn Hayvan queda claro que para los atacantes el territorio de Castilla llegaba hasta el mar. No es el único documento que ofrece pistas en este sentido.

No vamos a entrar a describir aquí todas las razzias musulmanas contra nuestra zona (alrededor de una decena tuvieron como destino Castilla antes del año 840). Mencionaremos únicamente la de 838, que los árabes vuelven a dirigir contra Álava y los Castillos. Esta campaña aparece en los Anales Castellanos con la cita “fregerunt cortobeses Sotoscoba” (Sotoscueva) dejando claro una vez más que este valle se integraba en el territorio conocido genéricamente como Castilla.

Pese a todos estos ataques, el reino no se desmoronaba, por lo que es de suponer que, pese a las narraciones de los árabes, en muchas ocasiones no fuesen tan exitosas o quizás no pasasen de pequeñas escaramuzas convenientemente exageradas por los cronistas árabes.

Fuente:
 “El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

Teorías sobre el origen del corónimo Castilla y su extensión original


Extensión de la primitiva Castilla a finales del siglo VIII, según Martínez Diez.

Juan José García González propone vincular los orígenes del corónimo “Castella” a la abundancia de hábitats campesinos (castella los denomina San Isidoro) que encontraron los visigodos en el piedemonte centro-meridional de la Cordillera Cantábrica, instalados por los nativos en las vertientes para contrarrestar la inseguridad que había cundido en los bajos y fondos de valle a la caída del Imperio.


Se trataría de un “territorium” desde el punto de vista de concepto hispanovisigodo con capital en “Area Patriniani”, radicado esencialmente en los llanos de Castilla. En un primer momento otros territorios cercanos a Castilla podrían haber sido Bricia, Mena, Losa, Omecillo,  Lantarón, Tobalina, Malacoria, Valdivielso, Castrosiero, Arreba y Campoo. 
Aniano Cadiñanos desarrolla una teoría similar en la que “Area Patriniani”, cuya primera cita documental fiable se retrotrae a 807, fuera el antecedente de Castilla. Área Patriniani habría sido creada por el reino visigodo en las décadas posteriores a la conquista de la llamada Cantabria, a finales del siglo VI, con vistas fundamentalmente a servir de zona de control contra los belicosos vascones.
Tedeja (Bohigas)

El “dux” del territorio estaría instalado en Tedeja (Trespaderne – Trans-Paterno). El San Martín que cita el documento 807 se trataría de San Martín de Losa, y hacia el noroeste el territorio llegaría al menos hasta Montija (Nozedo aparece también en el legajo). No olvidemos que pocos años después, en 816, Sotoscueva aparece específicamente incluido en Castilla. Este territorio, que en 807 aparece denominado como “Area Patriniani” sería el mismo que poco después ya se llama Castilla: "In era DCCCLII exierunt foras montani de Malacoria et venerunt ad Castella" (en la era 852, año 814, salieron los montañeses de Malacoria y vinieron a Castilla).

La mayoría de expertos coinciden en afirmar que con el paso de los años todo el norte de la provincia de Burgos se acabaría integrando en esa Castilla primitiva formando un espacio diferencial. Recogemos a modo de ejemplo dos citas textuales.

Maria del Carmen Arribas Magro: “De todo ello podemos concluir que todo el territorio conocido en la actualidad como las Merindades de Burgos, incluida Espinosa de los Monteros, formaba parte de la denominación altomedieval de Castilla, que ya en el año 978 es considerada como vieja, sin duda para diferenciarla de la otra Castilla, la del sur del Ebro, que ya en esos momentos se producía el salto a la sierra de la demanda camino del Duero”

Gonzalo Martínez Diez: “El nombre de Castilla nació al erigirse las montañas cantábricas en baluarte de resistencia frente al islam, cuando en el siglo IX las cumbres y gargantas de los Montes Obarenes se erizaron de torres defensivas, que darán su nombre, “castella”, a las montañas detrás de las cuales se cobijaron las tierras protegidas por esas rudimentarias fortalezas. El corazón de estas primitivas tierras, que portarán ya desde los más tempranos años del siglo IX el nombre de Castella, los constituirán las llanadas de los río Nela y Gerea, luego rio Losa, y los valles de Manzanedo, Valdivielso y Tobalina regados por el Ebro, esto es, todo el norte de la provincia de Burgos , conjunto conocido años más tarde como merindades de Castilla Vieja.”

Fuentes:
“Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008) 
“Las merindades de Castilla la vieja en la historia”. VVAA. (2007)
“Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y Zamanzas”. Mª del Carmen Arribas Magro (2017) 
“El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

Castilla nace para la historia

Monolito en Taranco que rememora el surgimiento de la palabra Castilla y ermita heredera del primitivo monasterio.

El primer documento que menciona la palabra Castilla es el “famoso” texto de fundación del monasterio de Taranco fechado el 15 de septiembre del año 800. Hoy sabemos que este legajo, así como unos cuantos más, se trata de un documento interpolado escrito en el siglo XII por parte del Monasterio de San Millán de la Cogolla para justificar determinados títulos de propiedad.

Sin embargo algunos autores, entre ellos Arribas Magro, creen que este tipo de documentos no han de ser necesariamente inválidos para estudiar la realidad de siglos anteriores. Es posible que estuviesen basados en documentos anteriores ya perdidos. Por ejemplo, del documento de 816 al que hacemos referencia a continuación existen varias copias en diferentes momentos históricos. En relación a esto, nos resulta esclarecedor que el lugar de Area Patriniani aparezca citado tanto en el documento falso de 800 como en otro de 807, del que en principio no existen dudas.

Por otro lado, y tal y como dice esta misma historiadora: “No se puede establecer una correlación entre la fecha de creación de una población y la primera fecha en la que aparece documentada, no se puede aceptar el binomio primera mención igual a fecha de creación.”
En todo caso, ya en 816 aparece citada Castilla en un documento del Monasterio de San Vicente de Fístoles (actual Esles, en Cantabria). Citaremos el texto porque es esclarecedor:
“Et foras monte, in Castella, villa vocabulo Sauctus coba”
(Y más allá de los montes, en Castilla, la villa que llamamos Sotoscueva).
Cornejo de Sotoscueva

En este pequeño fragmento queda claro que ya en esta época tan temprana para el narrador, situado en la actual Cantabria (Esles queda a medio camino entre la montaña y la costa), lo que queda al otro del monte es una realidad diferente, y que esa realidad se llama Castilla, y que ese concepto está lo suficiente extendido como para ser entendido sin más explicaciones por aquellos que puedan leer el texto. Aún más, este sencillo texto refleja que en esos años se está realizando un movimiento migratorio de norte a sur.

Si dejamos de lado la referencia al año 814 que mencionábamos en un artículo anterior (en la era 852, año 814, salieron los montañeses de Malacoria y vinieron a Castilla), la siguiente referencia documental también es muy interesante. Está fechada en enero de 836 y en ella el presbítero Kardellus o Cardiel dota a la iglesia de San Andrés de Asía (Aja), con bastante probabilidad ubicada en el actual valle de Soba, de dos villas en Castilla. “et in Castella quod nominatur Uilla Kardelli, de nominis mei, et Uillella”. De nuevo la documentación nos deja evidencias de que lo que queda al otro lado de la línea de montes se conoce de forma genérica como Castilla.

Es verdad que las menciones a Castilla no son muy abundantes durante el siglo IX, como tampoco son los documentos conservados de esa época y referidos a esta zona. Sin embargo, ninguno de estos documentos ofrece el más mínimo indicio que permita vislumbrar que Merindades formara parte de otra realidad que no fuese Castilla, y mucho menos que esa realidad tuviese algo que ver con los restos de una antigua Cantabria.

Fuentes:
"Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008)
“Las Merindades de Burgos. (300 ac-1560)”. Maria del Carmen Arribas Magro (2016)
 “El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

lunes, 15 de octubre de 2018

Siglo VIII: De nuevo dos realidades diferentes a ambos lados de los Montes Cantábricos Burgaleses


Demarcaciones territoriales en el entorno de Merindades durante el siglo VIII, de acuerdo a García González.
La octava centuria, lo mismo que ya había ocurrido siglos antes, nos ofrece un panorama muy diferente a ambos lados de la cordillera. Como no podía ser de otra manera, la concentración de la emigración visigoda y su relativa estabilidad permitió el desarrollo de mucha mayor actividad en la franja septentrional, lo que se comprueba tanto en los registros documentales como en los arqueológicos. De hecho, es precisamente cierta tendencia a la superpoblación uno de los factores que acabarán impulsando los movimientos repobladores a partir del siglo IX. 

Por el contrario, en la vertiente meridional las políticas de desestructuración llevadas a cabo por los primeros monarcas astures y, posteriormente, el inicio de las campañas de los agarenos supusieron una contracción de la dinámica poblacional y económica, lo cual tiene su reflejo en la existencia de muchos menos hallazgos arqueológicos, si exceptuamos aquellos asociados a enclaves aislados como eremitorios e iglesias rupestres. Este territorio es el que inicialmente se empezó llamando Bardulias y posteriormente Castilla. 

Este territorio funcionaría de un modo relativamente autónomo hasta bien entrado el siglo IX, debido al repliegue administrativo y militar astur a partir de 768, situación que se mantendría hasta que el rey Ramiro reactivara en el año 843 los lazos con la zona a través del matrimonio con paterna, miembro de una familia de la zona. Durante este periodo se consolidaría un sistema castellero que acabaría determinando la esencia de la zona. 

En relación a esto, resulta llamativo que durante las primeras décadas de dominación musulmana no haya registros de ataques contra el territorio del norte de Burgos (más allá del inicial contra Amaya) y sí sin embargo contra Asturias. Esto puede ser signo tanto del poco atractivo que podía ofrecer el botín de la zona septentrional burgalesa como que la misma estaba especialmente entrenada y acostumbrada a repeler dichos ataques con cierta eficacia.

Por último queremos resaltar lo llamativo que resulta que la documentación del reino astur nazca con la desaparición del término territorial de Cantabria y la aparición en su lugar de otros territorios de menor entidad, como Sopuerta, Primorias, Liébana, Carranza, Bardulias y Trasmiera. ¿Son artificiales estos nuevos nombres o lo que era anacrónico era el nombre de Cantabria que supuestamente los englobaba?.

Fuentes:

“Los Cántabros en la Antigüedad. La historia frente al mito.” VVAA. Universidad de Cantabria (2008)
“Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008).

lunes, 8 de octubre de 2018

El Ducado de Cantabria

Hipotética extensión del ducado de Cantabria

El Ducado visigodo de Cantabria es una de las referencias fundamentales para los cantabristas, aunque bien es cierto que durante mucho tiempo la mención al mismo venía vinculada a la figura del Duque Pedro como origen de la estirpe castellana, herencia de la que los actuales cantabristas reniegan. En todo caso, queremos hacer varias puntualizaciones al respecto.

En primer lugar, citaremos el hecho de que de acuerdo a los datos documentales la creación del ducado (o más bien provincia) se remonta a la franja temporal entre 653 y 683. Es decir, en el mejor de los casos tuvo poco más de 50 años de existencia. Por poner un ejemplo de la consistencia de basar teorías en la existencia de estos ducados o provincias, cabe decir que en las fuentes también aparece una mención a una provincia visigoda llamada Autrigonia.

En segundo lugar, es preciso recalcar que estamos hablando de una organización territorial creada y gestionada por los visigodos, con una referencia geográfica heredada de las fuentes latinas, y con total independencia de que los habitantes de la misma tuviesen algún tipo de conciencia de pertenencia común y, caso todavía más improbable, que ésta tuviese que ver con el antiguo pueblo prerromano. Según Martínez Diez, la idea de crear una provincia de Cantabria habría surgido por la gran concentración de fuerzas militares visigodas en ella para hacer frente a la abierta rebeldía de los vascones; estas fuerzas requerían un jefe militar de la máxima categoría como era el “dux provintiae”.

De hecho, es ilustrativo que pocas décadas después, cuando el hasta entonces apartado norte pasa a ser el centro de poder de los antiguos visigodos, la mención a Cantabria desaparezca de forma prácticamente completa. Cuando los habitantes de este territorio escriben por primera vez sobre sí mismos, no es Cantabria el término que usan. En palabras del emérito profesor, recientemente fallecido, Gonzalo Martínez Diez: “Los límites de la provincia visigoda de Cantabria nada tenían de común con la Cantabria prerromana y mucho menos con los de la actual reinventada Cantabria. Esta Cantabria visigoda del siglo VI cuya capital era Amaya (Burgos) se extendía mucho más allá del viejo solar cántabro de la época romana e incluía también a los antiguos autrigones del norte de Burgos, de la Bureba y de montes de Oca del mismo modo que a los berones de la actual Rioja. Por ello la toponimia nos ha conservado el nombre de Cantabria aplicado a la sierra que separa la Rioja alavesa del resto de Álava



Los árabes llegan a Amaya: Nada volverá a ser igual

La ciudad visigoda de Amaya

Jimenez de Rada recoge en su texto “de rebus Hispaniae” el siguiente pasaje: “Desde aquí se vino Tarik para Amaya, antigua ciudad Patricia, en la que había buscado refugio por razón de su fortaleza una gran multitud de fugitivos, pero, dada el hambre y la penuria que asolaban a casi toda España, la ciudad fue conquistada en poco tiempo, apoderándose en ella de muchos miles de cautivos y del tesoro y riquezas de los magnates. A continuación asoló los Campos Góticos y Astorga”.(año 714).

Este pasaje es bastante informativo. Nos indica que Amaya era una localidad importante en el reino visigodo, lo suficiente como para establecer la capital de la recientemente creada provincia y que hacia allí huyese el grueso de la corte toledana. También nos indica que era un lugar lo suficientemente estable como para ser escogido para tal fin.

Es más, reflexionemos sobre un aspecto: una vez vencidos los visigodos ¿hacia dónde huyen? Hacia más al norte todavía. Así que es poco consistente seguir afirmando que estos territorios estaban poco integrados en el reino visigodo porque, tal y como dicen en el libro “Los cántabros en la antigüedad: La historia frente al mito”, “es evidente que nadie huye o se instala en un territorio hostil”.

Sanz Serrano, en su libro, “Los Godos” abunda en estas ideas en los siguientes términos: “Es necesario recordar que fue precisamente en estas montañas, principalmente en Asturias, donde se refugiaron los elementos godos e hispanorromanos que huyeron de la invasión árabe, porque sabían que éstas áreas eran el lugar donde tradicionalmente todo desplazado, huido y proscrito podían ponerse a salvo, por su vacío poblacional, por su aislamiento y dificultad de acceso desde el llano y porque eran acogidos por sus montañas y sus gentes. Pero los focos principales estuvieron en Asturias y Cantabria, pues en las montañas vascas difícilmente encontraron acogida las familias godas con las que a lo largo de los siglos VI y VII se habían estado enfrentando sus habitantes”.

Desde este momento toda la estructura territorial cambia de modo radical, esta zona que hasta ahora había sido siempre periférica se convertirá en polo creador de lo que con el tiempo se convertirá en un nuevo reino: el reino de Castilla.

Fuentes:
“El Condado de Castilla. La Historia frente a la leyenda”. Gonzalo Martínez Diez (2008)
“Historia de los Godos” Rosa Sanz Serrano (2007).

lunes, 1 de octubre de 2018

Otros indicios de ocupación visigoda en las Merindades

Fortaleza de Tedeja (Trespaderne). Foto de Miguel Zález.

Tedeja, Santa María de los Reyes Godos y Santa María de Mijangos son sin duda los principales restos del periodo visigodo que se encuentran en las Merindades, pero no son los únicos. Parece que pueden remontarse a este periodo los yacimientos de San Juan de la Hoz (Cillaperlata) el eremitorio de El Pópilo (Herrán) y Peña del Mazo (Pajares). No nos parece descabellado pensar que cuando otros yacimientos medievales similares se analicen con el mismo detalle que estos dos se pueda adelantar su datación.

El Pópilo (Herrán)

Peña El Mazo (Pajares)

Arribas Magro añade otros lugares a la lista; como San Millán de San Zadornil, en cuya iglesia se encontraron restos de origen visigodo. También considera probable que San Vicente de Villamartín y santa Eulalia de Cornejo tengan un origen visigodo, al disponer de dos ábsides contrapuestos, como sucede en Mijangos y santa María de los reyes Godos. Por otro lado, el yacimiento de Cueva del Portal, en Lastras de las Eras, es descrito como visigodo por Josefina Andrio.

Estudiando los periodos de implantación de las diferentes advocaciones religiosas, esta misma autora (Arribas Magro) propone un listado de más 100 asentamientos que con mucha probabilidad fueron fundados entre los siglos V y VIII. Ejemplos de advocaciones que se popularizan entre los siglos V y VIII son los siguientes: Adrián, Andrés, Benito, Cecilia, Coloma, Cosme y Damián….

En definitiva, creemos que hay pruebas suficientes para afirmar que el norte de Burgos también experimentó un proceso de integración y adaptación al reino visigodo, aunque evidentemente dicho proceso fue menos intenso que el de las zonas meseteñas. En todo caso, y de modo similar a lo que ya indicamos en el caso del periodo de dominación romana, no se encuentran indicios de “otra cosa” que no sea visigodo, y los objetos encontrados en los yacimientos son plenamente consistentes con las corrientes existentes en el resto de la península.

Fuentes:
“Las Merindades de Burgos. (300 ac-1560)”. Maria del Carmen Arribas Magro (2016)