miércoles, 10 de julio de 2019

Acerca de las reflexiones del compositor Antonio-José sobre el Folklore burgalés



Cartel del excelente documental sobre la vida y obra de Antonio José, creado y estrenado en Burgos el año pasado
 
El talentoso músico y etnógrafo burgalés Antonio José, brutal e injustamente asesinado en la Guerra Civil, enunciaba pocos meses antes de su muerte las siguientes palabras:

“Galicia, Asturias, Levante, Vasconia, Cataluña, Andalucía, todas las regiones presentan con legítimo orgullo sus cantos vernáculos, y no sólo ...nadie niega esas canciones características, sino que todo el mundo reconoce y aplaude su autenticidad. Desaprensivos y poco enterados comentadores hay que sostienen concienzudamente la errónea teoría de que las escasas canciones encontradas en Burgos llegaron de la Montaña. Así: sin más concisos detalles fijativos ... (En Burgos, “la Montaña”; quiere decir Santander; y conviene recordar, a este respecto, lo que dijo hace más de veinte años el ilustre compositor Nemesio Otaño, especializado como pocos en el estudio del canto montañés. El canto montañés, a juzgar por los datos por él recogidos, «es substancialmente castellano; burgalés especialmente;. Y esta opinión sincera y valiosa era compartida por el eximio musicólogo catalán, de inolvidable recuerdo, don Felipe Pedrell).

“hace muchos años, el inteligente músico burgalés Federico Olmeda salió en busca de canciones populares por algunos pueblos de la provincia de Burgos, recogiendo en pocos meses más de 600 motivos de canto y danza de la más legítima procedencia, de la más sorprendente variedad y del más exquisito arcaísmo. Téngase en cuenta que Olmeda recorrió unos 200 pueblos y que la provincia de Burgos tiene 1.200. Yo mismo, después, para seleccionar cerca de las 200 tonadas populares insertas en el Nuevo cancionero burgalés he oído, en unos meses empleados en esta labor de cazador lírico, unos 400 motivos, todos ellos, por supuesto, distintos a los que anotó Olmeda ... Creo imposible que ninguna otra provincia pueda presentar tan crecido número de canciones.

¿Quién podrá asegurar ahora, examinando esas pruebas firmísimas y copiosas, que Burgos no tiene música popular, o que esos centenares de documentos vivos fueron importados de otras regiones? ¿No es absurdo que esas otras regiones volcaran espontáneamente en Burgos un inmenso tesoro lírico, para que Burgos quedase más rico que ellas?

Tenemos cantos de siega y trilla; de cuna, de ronda, de esquileo y de otros actos de la vida común. Cantos coreográficos, vocales e instrumentales, al agudo, a lo llano, de ruedas y danzas. Cantos religiosos de todo tiempo y para toda ocasión. Todos ellos de hermosa variedad; de interesante y atrevida construcción melódica y rítmica; de valiosa vetustez; de unidad profunda. Todos ellos, también, empapados de propio e inconfundible color, conseguido por la fusión felicísima de nobleza, austeridad, franca rudeza y alegría sana.

Sólo quien, por miopía crítica, por desánimo, por prejuicios regionalistas o por pereza intelectual, no pase de la corteza objetiva, sin más detenida reflexión, podría afirmar despreocupadamente parecidos ilusorios -o, cuando menos, más aparentes que reales- con otras tonadas de la Montaña, o de León, o de otra región que casi siempre es la suya ...


En Verdades de Merindades hacemos nuestras estas palabras pronunciadas hace más de ochenta años. El folclore burgalés originario es al menos tan particular, original, homogéneo y valioso como el de cualquier otra región; y si hoy está en trance de desaparición y dilución se debe exclusivamente a la desidia de las personas que toman decisiones, a la feroz despoblación y desestructuración social de las zonas rurales, al modo de vida contemporáneo y, particularmente, a que en Burgos no ha existido un movimiento regionalista que use la cultura popular más como herramienta de diferenciación que como un valor en sí misma.

Sin ser expertos, ni siquiera aficionados avanzados en la materia, hemos encontrado numerosos ejemplos que demuestran que existen evidentes paralelismos entre el patrimonio inmaterial de las zonas al sur y al norte de la provincia (lejos de ese obsesivo recurso al “norte burgalés de ámbito cántabro” de los cantabristas interesados).

Es más, en realidad los paralelismos se producen también con la cultura popular de otras zonas peninsulares e incluso europeas, demostrando, como no podía ser de otra forma, que el patrimonio etnográfico de una determinada zona en realidad no es ni cántabro, ni castellano, ni montañés, ni merinés… ni siquiera burgalés; ya que no deja de ser el compendio del rastro dejado por el paso y el intercambio de las culturas a lo largo de los siglos, con las peculiaridades locales, y que su uso para argumental una entidad territorial, además de interesado, es sumamente endeble.

En definitiva, es digno de elogio difundir y conservar nuestro patrimonio, y es lógico y natural que nos sintamos orgullosos del mismo; pero siempre manteniendo la perspectiva de que la cultura debería servir para unir y no para hacer política.

Los bolos en la provincia de Burgos


Bolera de la localidad de Villalba de Losa


"Los bolos" es un juego popular que tiene como rasgos genéricos la puesta en el suelo de cierto número de bolos y el objetivo de derribar el mayor número de ellos arrojándoles sucesivas bolas. Su sencillez explica que haya sido desde siempre un deporte muy arraigado en muchas zonas rurales.

El origen de este juego parece... poder atribuirse a Egipto, aunque las primeras referencias escritas corresponden a la antigua Grecia. El poeta griego del siglo VIII a.C. Homero, narra cómo los pretendientes de Penélope, esposa de Ulises, jugaban a los bolos o juego de Procos para dirimir sus querellas sentimentales y ocupar sus ocios durante la larga espera. De hecho, el juego de los bolos deriva su nombre del griego bolos = pedazo de palo.

Del mismo modo, en la gloriosa y Antigua Roma, era habitual que se realizaran partidas de este deporte que parece ser el origen del juego de bolos. Era una distracción que se extendió por todas las tierra del Imperio Romano. Ya en la Edad Media estaba especialmente extendido este juego en Centroeuropa, Francia e Inglaterra, a medida que las modalidades de los mismos iban creciendo.

Es muy probable que la entrada principal de este juego en España se realizara a través del Pirineo, facilitada por la creación del Camino de Santiago, aunque las peculiaridades de ciertas modalidades especialmente frecuentes en nuestro territorio, el uso de tablones, puede relacionarse con la influencia del comercio de la lana con Flandes. De hecho el propio Lutero publicó un edicto intentando homogeneizar los juegos de bolos que se jugaban en Alemania, y que también se colocaban sobre tablones.

 En la provincia de Burgos existen dos modalidades genuinamente provinciales: EL BOLO TRES TABLONES, y el BOLO BURGALÉS, amén de alguna variantes más locales como el bolo ribereño, los Bolos de Belorado o los Bolos de Villanueva de Gumiel.

El bolo Tres Tablones nace en la comarca burgalesa de Las Merindades, pudiéndose decir que es la modalidad que más arraigo mantiene a día de hoy (de hecho aún existen boleras en mejor o peor estado en numerosos pueblos). Se juega esencialmente en dicha comarca, pero no exclusivamente; de hecho ha tenido bastante implantación en Miranda de Ebro. Por su parte, el bolo burgalés es característico de la capital y de los pueblos de las cercanías, especialmente hacia el sur.

En realidad podemos encontrar diversas modalidades tradicionales de bolos, además de en otras provincias de Castilla y León, en otras regiones, como Asturias, Galicia, País Vasco, Murcia o Andalucía.

Fuente: Juegos y deportes tradicionales en la provincia de Burgos. Diputación Provincial de Burgos (2001).

martes, 2 de julio de 2019

Un instrumento olvidado: la gaita de Bota o de Saco

En la imagen, fotografía del músico conocido como "El tío Frescas" tomada en la localidad riojana de Ventrosa de la Sierra hacia 1920. Fuente
https://chemaroson.weebly.com/blog/la-gaita-de-bota-en-el-contexto-de-las-cornamusas-europeas-occidentales; artículo muy interesante en los que os podréis informar más acerca de este instrumento.

En la línea de lo que comentábamos en su momento en relación al rabel, en nuestra región vecina, en el afán por resaltar la diferencia e ignorar todo lo que tenga que ver con una supuesta “aculturación” castellana, se patrimonializa el rabel, se arrincona a la dulzaina y se ensalza la gaita; como buen estándar de la “absoluta singularidad” del noroeste hispano.

El caso es que una vez más se demuestra que la esencia de esta singularidad tiene que ver fundamentalmente con una orografía y ubicación geográfica que ha dificultado la pérdida de costumbres ancestrales, y que además estas circunstancias son relativamente recientes en términos etnográficos.

Resulta que Federico Olmeda, en su libro “Folklore de Burgos”, editado en el año 1903, hace referencia a una gaita común u ordinaria, la “gaita zamorana” lo que hoy se denomina dulzaina, y a otra gaita “de uso inmemorial en toda Castilla”, aunque en trance de desaparición, a la que él llama “gaita gallega”. En otro pasaje describe esta gaita gallega dejando claro al instrumento al que se refiere.

“ellas tienen dos tubos, uno el que propiamente puede llamarse gaita, porque es el que canta, y el otro que no produce más que un sonido grave y que, siendo la tónica, puede considerarse como nota tendida o de pedal y a la vez como desahogo del aire sobrante, que el gaitero, de soplo en soplo, va introduciendo en el depósito.[..] La gaita gallega produce unos sonidos suaves y pastosos; es muy popular: a esto hay que añadir que los gaiteros la tocan muy cómodamente, pues por su construcción no necesita el soplo violento, permanente y continuo de la zamorana. “.

Todo parece indicar el instrumento que describe Olmeda es el mismo que se ha dado en llamar gaita de saco o de bota, y cuyo perdido uso ha sido recogido por etnógrafos riojanos en diversas zonas serranas de aquella provincia. De hecho ha sido su trabajo, especialmente el de Javier Asensio, el que ha permitido recuperar el instrumento.



miércoles, 26 de junio de 2019

Folclore y etnografía Burgaleses: los grupos de Danzantes dirigidos por un personaje alegórico.

Imagen de los danzantes de Frías cedida por Miguel Zález

Al hilo de las festividades de "El Capitán" que se han celebrado en Frías estos pasados días queremos recordar que en la provincia de Burgos existen aún numerosos ejemplos de grupos de danzantes, Y existieron muchos más en el pasado, generalmente dirigidos un personaje al que podemos definir de forma genérica como botarga, aunque como vimos en un artículo que publicamos en torno al carnaval recibe muchos nombres.

La vestimenta de los danzantes posee en general un predominio del color blanco. Con complementos principalmente de color rojo. Blanco es el color de su camisa, calzones y enaguas, estas con encajes y bordados, medias y alpargatas. Llevarán además bandas cruzadas de colores sobre el pecho, cintas en la espalda, en los brazos y en la cabeza, cinta o pañuelo anudado a un lado.

El botarga representa unos valores diferentes pero complementarios a los danzantes. Si estos llevan traje ceremonial y resaltan su presencia solmene y realizan una coreografía adecuada al rito, aquel es un personaje grotesco con vestimenta ridícula o llamativa, que representa el mundo del caos, de lo prohibido y condenable.

La vestimenta del botarga se diferencia siempre de la del resto de los danzantes. Aunque en Burgos lo más frecuente, especialmente en la zona de la cuenca del Tirón, donde estos grupos son más habituales, es que la diferenciación se limite al colorido en fajas y pañuelos (en estas zonas el nombre más habitual del botarga es cachibirrio o cachiburrio); también existen ejemplos en donde el vestuario de este personaje es especialmente llamativo.

Entre estos casos podemos citar el del “Bobo” de Las Nieves (al que dedicaremos un artículo específico), Salas de Bureba, Poza de la Sal, Burgos, Baños de Valdearados (en donde recibe el nombre de Zarragón), Palazuelos de la Sierra (zarramoque) o Barbadillo de Herreros.

En todo caso, entre los grupos de este tipo que permanecen y aquellos de los que se tiene registro pueden contabilizarse docenas, especialmente, como decimos, en la cuenca del Tirón en donde existen o existían prácticamente en cada pueblo. Por citar algunos ejemplos, aparte de los citados: Santo Domingo de Silos, Quintana del Pidio, Hontoria del Pinar, Boada de Roa, o Fuentelcésped.

Originalmente la fecha más habitual de actuación de los grupos de Danzantes era el Corpus, aunque existe mucha variabilidad temporal que va desde el carnaval (o incluso antes) hasta las diferentes fiestas de cada localidad, o en las romerías. Estamos ante un evento en el que se ha producido un paulatino proceso de sincretismo religioso. Se partiría del personaje puramente carnavalesco hasta acabar integrándolo en las diferentes celebraciones católicas.

En Merindades, aparte de los casos de Frías y Las Machorras, se tiene constancia al menos de la existencia a finales del siglo XIX de un grupo en Tartalés de los Montes que ejecutaba la danza de “El Juboncito” el día de san Juan.

Fuente: Cancionero Popular de Burgos.

¿En verdad sólo existieron carros chillones en el arco cantábrico?

Gustan los administradores de nuestra “página amiga” (o más bien gustaban ya que últimamente son más precavidos) de mostrar mapas mediante los que supuestamente demuestran las diferencias culturales entre el arco cantábrico peninsular o el “ámbito cántabro” y la “monótona” e “insulsa” Castilla. Por lo que hace referencia a la provincia de Burgos estos mapas comprenden siempre y sin variación lo que ellos se empeñan en llamar “Cantabria burgalesa”; ya que su verdadero interés no está en divulgar el patrimonio cultural, sino en construir un discurso etnicista cántabro que comprenda al norte de Burgos.

Analizando un poco en detalle estos mapas se encuentra que en la mayoría de las ocasiones, si no en todas, se basan en argumentos sesgados para llegar a las conclusiones que les interesan. Singularmente, y tal y como ya hemos apuntado, creemos que buen número de las particularidades etnográficas que se encuentran (o que han tardado más en desaparecer) en el noroeste del país se deben a que estas encuentran mejor refugio en zonas montañosas y alejadas de las principales corrientes de influjo cultural.

Distribución histórica del carro chillón según la "página amiga". El lábaro que no falte, por si alguien tenía dudas.

Un representativo ejemplo de lo que estamos hablando es el mapa que muestra la distribución del llamado “carro chillón” que consistía, explicado de forma simplista, en que sus ruedas no eran radiales y que estaban unidas directamente al eje del carro; de modo que este último giraba a la vez que las mismas produciendo un característico chirrido. Pues bien, en el mapa que muestra la “página amiga” aparecen las regiones de lo que venimos en llamar “la galastubria” como ricas en este patrimonio etnográfico y la “insulsa meseta” como un erial monótono en el que sólo se conoció la rueda de radios. 

Sí, sin duda el carro chillón se usó en Merindades. Buena prueba de ello son las ruedas a modo de elementos decorativos que aún se pueden encontrar en muchas partes de la comarca, pero ¿Realmente la España mesetaria no conoció otro carro que no fuera el de ruedas de radios? Según Menéndez Pidal, en su obra “Los caminos en la Historia de España”, la rueda maciza aligerada en cambones fue la más habitual en los carros medievales españoles. 

Escudo de la Casa de Cultura de Carrión de los Condes. Fuente: http://www.instazu.com/media/1563162147046742979

Sello concejil de Carrión de los Condes. Fuente: tierradeuceda.blogspot.com

Una simple visita a la localidad palentina de Carrión de los Condes despeja bastantes dudas; más en concreto visualizando la fachada de la Casa de Cultura, antigua cárcel, en donde aparece el antiguo escudo de la ciudad, fechado en el siglo XVI. Sí, en efecto, son sendas figuras de carros chillones las que aparecen en el escudo. Es más, en dos sellos concejiles del siglo XIII aparece el mismo modelo de carro.

Aún más relevante si cabe, es la lectura de un pasaje de nuestra obra más universal; El Quijote:

“Oyóse asimismo un espantoso ruido, al modo de aquel que se causa de las ruedas macizas que suelen traer los carros de bueyes, de cuyo chirrío áspero y continuado se dice que huyen los lobos y los osos, si los hay por donde pasan”.

Grabado del códice Madrazo-Daza. Fuente: bdh.bne.es

En el llamado “Códice Madrazo-Daza” o “códice de trajes”, fechado también en el siglo XVI, aparecen una serie de escenas costumbristas elaboradas por un anónimo ilustrador alemán. ¿Y saben lo que aparece en una de ellas? Un carro del tipo chillón transportando vino. 

Grabado de William Bradford "Viaje por España y Portugal"

Más recientemente, en la obra de William Bradford “Viaje por España y Portugal”, que acompañaba al Duque de Wellington en sus campañas de la Guerra de la Independencia de Española, aparece otra ilustración de un carro chillón ambientada en la Extremadura Portuguesa, en las cercanías de Lisboa.
En la obra de Pedro Gil Abad “Junta y Hermandad de la Real Cabaña de Ganaderos Burgos-Soria” se indica que los carros del tipo chillón se usaron en la comarca hasta finales del siglo XIX.

En definitiva, y en la línea de lo que hemos venido demostrando desde hace tiempo, la existencia de los carros del tipo chillón en el arco cantábrico de la península obedece fundamentalmente, más que una particularidad de dichas regiones, a una mejor supervivencia de este tipo de aperos dadas las características orográficas y socioculturales.

De hecho, en realidad el carro de radios fue el más usado en Merindades al menos desde principios del siglo XX. Así lo podemos comprobar a poco que nos paseemos por nuestros pueblos; o por ejemplo en la imagen que adjuntamos tomada en el pueblo de Virtus hacia el año 1930 del pasado siglo. 

Instantánea tomada en Virtus hacia 1930. Archivo Diputación Provincial de Burgos.

Y así todo...


miércoles, 19 de junio de 2019

Otras especies arbóreas simbólicas en la provincia de Burgos: Los olmos y las encinas.

En la imagen, la encina de la Dehesa de Valdivielso, último vestigio del lugar en donde tenían lugar las Juntas de la Merindad de Valdivielso; y que se encuentra en un estado de conservación bastante preocupante.

Otra especie que aparecía con cierta asiduidad en lugares escogidos de los núcleos rurales era la olma, antes que la grafiosis acabara con todas ellas. Aún son recordadas las olmas de Valdezate, Arauzo de Torre y Riocavado de la Sierra; y en el norte burgalés las de Turzo y Pesquera de Ebro (esta aún con el es
queleto aún en pie). En el pueblo de Quintana del Pidio existe la ermita de Nuestra Señora de los Olmos. Todo ello sin olvidar los nombres pueblos como Olmillos de Sasamón, Olmedillo de Roa u Olmos de la Picaza.

En Nofuentes aún no se olvidan de su entrañable olma, que crecía junto a la bolera, la cual aún recibe dicho nombre. Existen topónimos relacionados con el olmo en los municipios de Medina de Pomar, Villarcayo, Trespaderne o Montija. Incluso en el cercano Valderredible cántabro aún recuerdan a la Olma de Polientes (que hoy sigue dando nombre a un bar) y existe el pueblo de Quintanas Olmo. La fuente del Olmo brota cerca del Santuario de Montes Claros y el alto del Olmillo se encuentra muy cerca de nuestra querida iglesia rupestre de Presillas de Bricia.

Por otro lado, y aunque no es habitual encontrarla en los lugares escogidos de los cascos urbanos, no podemos olvidar la importancia simbólica que ha tenido la encina en las Merindades. Recordemos que tanto la Juntas de la Merindad de Valdivielso como las de Sotoscueva se realizaban en torno a sendas encinas, y no se consideraban refrendados los acuerdos si no tenían lugar bajos aquellos árboles. Por último mencionar la ermita de Nuestra Señora de Encinillas en Cillaperlata.

El moral, el árbol más frecuente en el simbolismo burgalés

Moral al lado de la iglesia de Manzanedo

No creemos que se pueda decir que exista una especie característica de las reminiscencias del culto al árbol en la provincia de Burgos, ni muchos menos que el mismo sea exclusivo de nuestro territorio. Este tipo de rastros son característicos de todas las culturas, y el modo que han llegado hasta nosotros dependen de muchos factores.

En todo caso, si tuviéramos que escoger un árbol característico de la ancestral dendrolatría burgalesa, habría uno que superaría claramente a la del “famoso” tejo, y esa sería el moral. Encontramos morales centenarios en lugares simbólicos de numerosos pueblos (casi siempre en el entorno de los templos, demostrando su vinculación con lo sagrado), en la mayoría de las áreas provinciales, sin ánimo de ser exhaustivos citaremos los siguientes:
- En la Ribera, el moral de Villovela de Esgueva, el de La Sequera de Haza y el de Arauzo de Salce.
- En la Sierra, los morales de Tañabueyes.
- En la comarca del Arlanza, el moral de Villoviado y el de Torrepadre.
- En la Bureba, los morales de Cernégula, Quintanarruz, Tamayo o Llano de Bureba.

Y, por supuesto, también en el norte. Destacan los morales de Sedano, Gallejones y Manzanedo. Curiosamente estos pueblos son las cabezas de sus respectivos municipios; los valles de Sedano, Zamanzas y Manzanedo. También es un moral el árbol que se encuentra junto a la ermita de la Virgen de la Hoz, en lo alto de la Mazorra.

Junto a un gran moral, a la vera de la iglesia de Miñón, tenían lugar las reuniones de las Siete Merindades de Castilla. La tradición quiere que fuera una epístola aparecida en un moral la que estimulara a los vecinos de Cuesta Urria a levantarse contra el poder de los Velasco durante la Guerra de las Comunidades. Cuenta otra leyenda que el señor de Cidad, temeroso de sus enemigos, enterró un tesoro al pie de un moral plantado en el patio de su castillo.

Desconocemos la razón por la que el moral o morera es tan frecuente en lugares escogidos de nuestros pueblos. Puede tener que ver con el hecho de que la tradición recoja la creencia de que durante martirio de San Vitores, un santo con cierta devoción en la provincia, de su sangre brotaran sendos morales. De hecho no es ninguna novedad la capacidad para machar que tienen las moras de morera y su color parecido a la sangre. Quizás sea simplemente por el dulzor de sus frutos.

Fuentes:
"A la sombra del árbol" Cesar Javier Palacios (artículo on-line)
"Arboles singulares de la provincia de Burgos." Cesar Javier Palacios.

jueves, 30 de mayo de 2019

EN OCASIONES VEO TEJOS (PARTE III Y ÚLTIMA)


En la imagen, tejo de la "cabaña" de Hijedo, plantado más que probablemente con ocasión de la construcción del edificio en la segunda década del siglo pasado.

Si analizamos los ejemplares de tejos de Merindades que encontramos en entornos antropizados, dado lo favorable del clima es bastante probable que buena parte de ellos no supere el siglo de antigüedad. En estos rangos de edades, decir que la presencia de un tejo obedece a una creencia milenaria nos parece poco menos que descabellado, pudiéndose deber su existencia a iniciativas de tipo ornamental o importación moderna de costumbres foráneas (algo parecido por ejemplo, pero en sentido inverso, a lo que está sucediendo actualmente con los olivos).

Ni siquiera el hecho de que estos ejemplares crezcan junto a templos contradice la afirmación que acabamos de hacer. Por ejemplo, en el aislado emplazamiento del monasterio de Las Batuecas, Salamanca, tan alejado del supuesto “ámbito cántabro”, existen un buen grupo de tejos de porte superior a los que se encuentran en los cascos urbanos de los pueblos de Merindades (tejos encontramos incluso junto a una iglesia de Frómista, en Palencia).

En realidad, si queremos pensar en ejemplares de árboles centenarios con simbolismo en Merindades, no es el tejo la especie que primero debería acudir a nuestra mente. Al contrario, la encina y el moral están mucho más presentes en este ámbito (especies compartidas, por cierto, con otros lugares provinciales). Hablaremos de los mismos en futuros artículos.

Es más, si pensamos en ejemplares “antropizados”, tampoco el tejo es la especie dominante en Cantabria. Si consultamos el catálogo de árboles singulares de Cantabria, y excluimos los especímenes de tipo ornamental, tan sólo encontramos tres tejos (los de Casar de Periedo, Llano y Entrambasaguas; podemos incluir al perdido de Lebeña).

Por contra, una especie tan española y mediterránea como la encina, cuenta con al menos una docena de ejemplares simbólicos, la mayoría al lado de iglesias, como por ejemplo las de Mata, Otero, Cartes, Cabanzón, Arenas de Iguña, Bareyo, Santa María de Cayón, Zurita, Udalla y Ruiloba. Especialmente llamativo es el caso del pueblo de Bustablado, que teniendo en su término uno de los tejos catalogados de Cantabria, luce también un hermoso ejemplar de encina en el centro del pueblo.

En la imagen, tejo de la "cabaña" de Hijedo, plantado más que probablemente con ocasión de la construcción del edificio en la segunda década del siglo pasado.

EN OCASIONES VEO TEJOS (PARTE 2 DE 3)

Los representativos datos mostrados en un artículo anterior nos hacen plantearnos otra hipótesis: ¿pudo existir en el pasado culto al tejo otras regiones mediterráneas y españolas, desaparecido actualmente por el retroceso de la especie y la homogeneización cultural?. La respuesta es que Sí

De hecho, si rastreamos los datos del pasado, cuando el clima era menos seco que el actual, veremos que el culto al tejo no es exclusivo del arco atlántico, quizás ni siquiera fue el primer sitio en el que apareció o se desarrolló.

En todas las principales excavaciones de Palestina, se descubren estratos de hace 4.000 a 3.500 años, en los que han aparecido figuritas de terracota, escarabeos y otras pequeñas placas-talismán que muestran en gran número la relación de las divinidades Asherah y Astarté con el árbol o las ramas sagradas. Y no se trata de la palmera, como sucede en los sellos cilíndricos de la diosa siria Isthar (720-700 AC), sino del tejo (Taxus baccata L).

La costumbre y rito de hacer pactos político-religiosos bajo los árboles, en particular bajo el tejo, eligiendo al rey o jefe político, se remonta al menos a los hattianos o protohititas, gentes de lengua no indoeuropea que vivían en Anatolia (Turquía actual) en tiempos anteriores al Nuevo Imperio Hitita (1400-1190 AC). Según recoge Fred Haggeneder (2007):

En Anatolia, los hititas indoeuropeos conservaron mucho de la antigua religión de los hattianos. Sólo la diosa de la tierra o diosa del trono tenía el poder de adoptar al candidato a rey y otorgarle la insignia real. En su pacto ritualizado el rey aceptaba administrar y proteger la tierra deshabitada (que pertenecía a [los cielos] la tormenta y el dios del sol) y respetar su territorio, las montañas. Su unión ritual [diosa y rey] era simbolizada por el poder del árbol sagrado: „Así como el tejo es siempre verde, y no pierde sus hojas, así podrán prosperar el rey y la reina‟. Esta frase [línea] del texto ritual nos muestra también perfectamente por qué las representaciones terrenales del Árbol de la Vida fueron un siempreverde”

Lucano describe en su “Farsalia” (III, 399-455), un bosque de tejos sagrado próximo a Marsella que Julio Cesar mandó abatir. Entre los horrores que habitaban el lugar describe:

...”aras dispuestas para crueles altares y árboles purificados todos con sangre humana”... ...”La fama hablaba de que a menudo mugían con terremotos las cóncavas cavernas; de tejos tumbados que se levantaban de nuevo, de marañas que brillaban en llamas sin consumirse y de dragones que se deslizaban enroscados a los troncos”.
El propio Cesar tuvo que empuñar el hacha para vencer el pavor que esta selva despertaba en su ejército.

Hécate era la diosa de carácter infernal a la que estaba consagrado el tejo y en cuyo honor se practicaba en Roma y Grecia el sacrificio de dos toros negros; coronados con guirnaldas de tejo, para atraer a los espíritus del Averno. Estos quedarían aplacados bebiendo la sangre de las víctimas.

Ovidio, por otra parte coloca a estos árboles extendiendo su sombra espesa por los caminos del infierno y a las orillas de sus ríos Styz y Aqueron (Metamorfosis IV, 432). Pero además las antorchas de las Erinias eran de madera de tejo y así nuestro árbol además de sombra en las sombras, esparcía su luz en las entrañas del Averno.

En 754, al principio del largo reinado de Carlomagno, San Bonifacio, monje, misionero, legado del papa, arzobispo, etc., destruyó numerosos árboles y bosques sagrados, y, en concreto, el Irminsul de Geismar, barrio de la actual ciudad de Fritler (Hesse, Alemania); al parecer, un grandísimo tejo milenario, que estaba considerado como el árbol sagrado por excelencia de los germanos; utilizando su madera para construir allí mismo una capilla dedicada a San Pedro.

Trasladándonos a España, Eburianus es una deidad recordada en una lápida sepulcral de la zona del Duratón (Segovia), cuyo nombre procede del céltico eburos (tejo) entre los galos, el cual es la base de topónimos como Eburobrittium (Évora) entre los lusitanos. Por otro lado, en 2009 se descubrió en Cuevas de Soria (Quintana Redonda), en un notable entorno arqueológico romano, un ara votiva dedicada en latín a este mismo Dios, en la variante Ebvros. Además, en el cercano San Esteban de Gormaz y en Dombellas se habían encontrado antes dos inscripciones funerarias que remiten a Eburos. De hecho, un mapa de localizaciones con la base eburo- muestra una amplia dispersión en el centro peninsular, con escasa representación en el norte.

La imagen de Nuestra Señora del Villar, en Igea (La Rioja) estaba escondida en el paraje conocido como Las Tejerías, probable alusión a un bosquete de tejos. Mucho más evidente es el caso del santuario dedicado a Nuestra Señora de Tejeda, en Garaballa (Cuenca). Según la creencia popular recibió tal nombre por la abundancia de tejos que había en el paraje en donde se encontró, en el año 1207. 

Sobre la tradición hay diversas versiones, una dice que se apareció a un pastor sobre el tronco de un tejo. Otra que la imagen de la virgen primigenia se había escondido a causa de los musulmanes, y en 1395 se le apareció y habló a un pastorcillo piadoso, tras mucha luz, en uno de los tres tejos que había frente a su cabaña. 

Estampa de Nuestra Señora de Tejeda, Garaballa (Cuenca) en donde se indica textualmente: "aparecida a un pastor en un tejo".

Existe la posibilidad, aunque remota, de que la expresión “tirar los tejos” provenga de este árbol, ya que en algunos pueblos de Castilla se hacían enramadas de tejo. En la aldea de Villaviciosa, anejo de Solosancho (Avila), los mozos subían a la sierra a cortar ramas de tejo, que más tarde ofrecían a las mozas.

Hay algunos pueblos de España y Portugal donde el Domingo de Ramos se bendicen precisamente ramas de tejo, por ejemplo en el Pirineo aragonés (Valle de Hecho), en Somiedo, Salamanca, Palencia, Zamora. En el pueblo de Neila (Burgos), durante el Domingo de Ramos, los vecinos llevan ramilletes de tejo o acebo, que luego colocan en las puertas de sus casas. Una vez bendecidos se colocan en tenadas, cuadras, campos de cultivos, balcones, puertas y ventanas para dar fortuna; al estilo de lo que en otras localidades se hace con boj u otro tipo de planta. 

En Semana Santa se han usado ramas de tejo para las procesiones en la Serranía de Cuenca y otros puntos. En Casavieja (Ávila) se cortaban ramas para confeccionar un arco que servía para engalanar el paso del Patrón durante las fiestas del pueblo. La tradición en el pueblo de Jerte (Cáceres) consistía en este caso en ofrecer al Cristo ramas de tejos, por lo que incluso se talaba algún ejemplar cada año, a pesar de su escasez, tradición hoy incompatible con la conservación. Nos referimos al Cristo del Amparo el 16 y 17 de Julio. 

En algunos pueblos de las sierras de Alcaraz y Segura se hacían arcos ceremoniales de ramas de tejo para recibir al obispo. Ramas de tejo eran utilizadas como símbolo en algunas fiestas de los “Quintos” de la provincia de Teruel. Durante las festividades de San Juan y San Pedro en El Espinar (Segovia), los hombres adornaban sus sombreros con ramas de tejo.

Para concluir citaremos un insólito uso registrado en la Sierra de Alcaraz: el de matar otros árboles clavándoles una estaca de tejo. Esto se hacía por ejemplo cuando había disputas de lindes, envidias por herencias y otros conflictos vecinales. La muerte del árbol se producía por desecación. 

Así pues, en nuestra opinión, el evidente culto al tejo que existe en determinadas comarcas de las regiones del cuadrante noroccidental de la península no es más que la forma que ha tomado en las mismas la dendrolatría o culto al árbol, hecho debido tanto al gran simbolismo que emana de esta especie como de la circunstancia de que en dichas regiones se ha podido obtener y hacer con cierta facilidad ejemplares del mismo. En definitiva, lo mismo que en Castilla se ha recurrido a encinas, olmos o morales por ser especies más disponibles, allí se ha recurrido al tejo, así de simple.

Fuentes:
García Pérez, Guillermo (2017). "El árbol religioso en España"
10 años de estudio sobre Taxus Baccata (tejo) y la Sierra de Tejeda, Málaga, 2009.
Elaboración propia.

EN OCASIONES VEO TEJOS (PARTE 1 DE 3)


Mapa elaborado por miembros del movimiento etnocentrista expansionista cantabrista.

La dendrolatría o culto a los árboles en sus distintas formas, tanto de forma general como singularizada en determinadas especies y ejemplares, está extendida desde tiempo inmemorial por todas las culturas occidentales, tanto las de corte atlántico como las de corte mediterráneo.

Dentro de las especies habituales en este tipo de creencias ancestrales, sin duda el tejo ocupa un lugar preeminente. No son pocas las personas que en la planificación de sus viajes incluyen la visita a algún bosque de tejos centenarios: Su longevidad, su toxicidad (lo que le convierte a la vez en el árbol de la vida y de la muerte), su resistencia incluso en las condiciones más duras (incluyendo la facilidad para rebrotar), la forma de sus troncos y su color oscuro que lo hace destacar en lo más profundo del bosque le han hecho ganar una merecida fama, que se extiende incluso a su uso ornamental en numerosos jardines de toda Europa (uso este que se remonta al menos al siglo XVI). 

Es totalmente cierto e impactante que en determinadas comarcas del noroeste español (no en todas, desde luego, ni siquiera en la mayoría) la presencia de tejos centenarios al lado de iglesias, ermitas y otras edificaciones llega a ser sobrecogedora. Otra cosa es que nuestros “amigos” cantabristas, en la construcción de una inexistente identidad “milenaria” merinesa vinculada a Cantabria, en detrimento de lo burgalés y castellano, hayan desarrollado uno de sus argumentos supuestamente más consistentes en la existencia de una serie de tejos “de culto” (es decir, plantados exprofeso con una determinada finalidad o con un cierto simbolismo para el ser humano) en la zona de Merindades. 

La existencia de estos ejemplares en esta comarca y la inexistencia de los mismos en otras zonas provinciales vendría a demostrar (“una vez más”) que Merindades se diferencia del estándar castellano (monótono y homogéneo bajo su prisma), y se vincula con el noroeste Peninsular en donde este tipo de árboles está más extendido, y por extensión a los países “celtas” del arco atlántico. En este y en próximos artículos demostraremos que esta conclusión “facilona” es muy, pero que muy matizable, hasta el punto de quedar prácticamente en agua de borrajas.

La Naturaleza entiende de climas y geobotánica, cambiantes también a largo plazo, pero no de pretenciosos movimientos etnocentristas. Si observamos un mapa de distribución natural del tejo en España, veremos que efectivamente aparece en gran número de cadenas montañosas. Sin embargo, en las regiones con mayor grado de temperatura e insolación se refugia en rodales situados en gargantas muy protegidas del sol, a menudo muy poco accesibles y a gran altitud. Además, en este tipo de climas cuando se quiere cultivar en zonas llanas precisa de cuidados especiales; en caso contrario se seca o crece con mucha lentitud.

Por ello, nos resulta lógico que el culto específico al árbol del tejo se haya desarrollado y conservado de una manera más intensa en países y regiones cuyo clima ha permitido una mayor interacción entre el hombre y el árbol; porque este se desarrolle en el fondo de los valles y crezca con relativa rapidez y lozanía, caso que sucede en la cuenca atlántica europea en particular y en el cantábrico español en particular.

Además, en su traslación hasta nuestros días y como sucede para otro tipo de árboles simbólicos y en general para todo tipo de costumbres ancestrales y paganas (este es un argumento que ya hemos señalado y lo seguiremos haciendo en el futuro) las reminiscencias de estas creencias han encontrado mejor refugio en zonas rurales montañosas; y por eso sus rastros son más evidentes y abundantes en unas regiones que en otras. 

Evidencias de lo que estamos hablando las encontramos en determinados ejemplares localizados en regiones europeas fuera de lo que popularmente se tiende a identificar con el “ámbito celta”, pero sí adecuadas para el crecimiento del tejo. En los mismos vemos una casuística que determinados razonamientos interesados quieren hacer que es exclusiva de las comarcas y países del arco atlántico.
Por ejemplo junto a la iglesia de Santa María de Cavandone, en Italia, se encuentra un tejo de unos cuatro metros de perímetro de tronco que se supone plantado en el siglo XVII. En el mismo país, en el Monasterio di Fonte Avellana existe un tejo que se cree plantado en 1530. Incluso se puede encontrar un gran tejo en el centro de la populosa plaza Giovine de Milán.

Junto a la iglesia de Pruske, en Eslovaquia, crece un robusto tejo que con sus cinco metros de perímetro es considerado el mayor de todo el país. Un caso parecido es el tejo de Bystrzyca (Polonia) que crece en el terreno de lo que fue el cementerio de una antigua iglesia. Según la leyenda, el árbol fue plantado por los habitantes finalizada la construcción de esta iglesia (alrededor del año 1217), en honor a su fundadora princesa Eduviges, posteriormente proclamada santa. 


No obstante no es este el tejo más anciano de Polonia, ni ninguno que se sitúe en alguna alta montaña; el honor le corresponde a un ejemplar anexo a una vivienda, que acompañamos a este artículo. Un caso parecido lo encontramos en el enorme tejo de Krompach (República Checa). 

Un estupendo tejo crece en el cementerio de Dürnau (Alemania); caso parecido al de Deneuvre, localidad cercana a los Alpes Franceses. En España encontramos el caso del tejo de la iglesia de Sant Miquel de Sacot, en la comarca Catalana de la Garrocha.

Fuente de la foto y de parte de los datos: https://www.monumentaltrees.com.

lunes, 27 de mayo de 2019

Folclore y etnografía burgaleses: la dulzaina


La dulzaina es un instrumento aerófono archiconocido en la mayor parte de la Península Ibérica, y por supuesto también en Merindades. Basta recordar el indeleble recuerdo que dejó en todos los que le conocieron Pedro Barcina, el dulzainero de El Almiñé.

Su agudo soniquete ha amenizado las fiestas de nuestros pueblos, y aún lo sigue haciendo, aunque bastante desplazada desde que hace algunas décadas se fueron expandiendo las bandas que emplean instrumentos modernos. Cabe decir que esta circunstancia también se daba en el territorio de la actual Cantabria, pese a que a nivel etnográfico se vea hoy en día desplazada por instrumentos más “cool”, como los rabeles o las gaitas. Afortunadamente en la localidad de Colindres aún se sigue celebrando anualmente un afamado encuentro de dulzaineros.

Se dice que proviene de un antiguo arquetipo traído por los árabes, del que derivaría inicialmente la “chirimía”. De esta a su vez aparecería una variante más “culta”, el oboe, y otra más popular, la dulzaina. Este último instrumento resultaba relativamente fácil de fabricar para un artesano experto, con lo que su accesibilidad era mayor. Este hecho, junto con su sonido penetrante, la convirtió en la reina de nuestros bailes, acompañada ineludiblemente del tambor.

De todas formas parece que su implantación en nuestra provincia, y en general en el norte peninsular es relativamente reciente, a partir del siglo XVIII y XIX desplazando a las diversas versiones de flautas y pitos; pareciendo provenir de una irrupción desde tierras levantinas y aragonesas; proceso que pudo venir aparejado de la adopción de esa vestimenta tan relativamente homogénea de algunos de nuestros festejos y que comentaremos en un próximo artículo.

Fuente: Cancionero popular de Burgos. Tomo VII.

Estatua del dulzainero y el tamborilero que se encuentra en la calle San Lesmes de la capital. Fuente:todostenemosundoble.blogspot.com

Provincia de Santander: del castellanismo al cantabrismo

Pegatina encontrada en algún lugar de Cantabria hace algunos días.

Desde la implantación de la división territorial diseñada por Javier de Burgos la provincia de Santander (luego renombrada Cantabria) y la de Burgos han seguido dos caminos separados aunque con obvios vínculos que son más intensos en zonas limítrofes (circunstancia esta que, por otra parte, no guarda diferencias en lo esencial con la que existe en otras demarcaciones contiguas entre sí).
En Verdades de Merindades respetamos el devenir histórico de la provincia de Santander y de sus habitantes desde su creación mediado el siglo XIX. Por lo tanto, en cuanto a los hechos históricos acontecidos a partir de entonces, nos limitaremos a realizar algunas puntualizaciones que creemos de interés.

En este artículo haremos una breve mención al hecho de que, en realidad, durante buena parte de estos cerca de dos siglos ni siquiera hubo un regionalismo en Santander, sino que mayoritariamente el sentimiento identitario cántabro estaba asociado a su real o supuesta vinculación con el origen de Castilla. 

Hasta el último medio siglo el regionalismo como tal sólo había salido a la luz de forma minoritaria o en momentos puntuales y concretos; en parte por influencia del cercano nacionalismo vasco, nacionalismo que a la vez que se critica se imita; y desde luego nunca había procedido de un convencimiento unánime. 

El mismo José María de Pereda, ilusionado en principio con el regionalismo catalán, lo consideró más tarde peligroso tras su orientación nacionalista desde finales del siglo XIX. Así se expresaba en su discurso de ingreso en la Real Academia de la lengua, en 1897: “En opinión de estos aprensivos, el sentimiento, no ya la pasión, del regionalismo, conduce a la desmembración y aniquilamiento de la colectividad histórica y política, de la patria de todos, de la patria grande. Yo no sé si existirá algún caso de éstos en la tierra española, y, por de pronto, lo niego, porque no le concibo en mi lealtad de castellano viejo; pero exista o no, no es ese el regionalismo que yo profeso y ensalzo, y se nutre del amor al terruño natal, a sus leyes, usos y buenas costumbres; a sus aires, a su luz, a sus panoramas y horizontes; a sus fiestas y regocijos tradicionales, a sus consejas y baladas, al aroma de sus campos, a los frutos de sus mieses, a las brisas de sus estíos, a las fogatas de sus inviernos, a la mar de sus costas, a los montes de sus fronteras

José del Río Sainz “Pick”, uno de los principales articulistas montañeses de los años 20 del pasado siglo, renegaba de que Cantabria se convirtiese en región en un artículo publicado en 1923 titulado LA PERSONALIDAD DE SANTANDER. CASTELLANOS POR INTERES Y POR AMOR. En el mismo, después de reflexionar sobre la indefinición de los que se podía entender por Cantabria señala que: “Todas las afinidades de sangre, de usos, de costumbres y hasta de tradición, nos unen a Burgos. Burgos es necesariamente nuestro “hinterland”, la expansión necesaria de nuestro puerto. [..] nuestro consulado de Comercio, una de las instituciones más tradicionales de nuestro pueblo, radicaba en Burgos. Toda nuestra vida gira durante siglos alrededor de Burgos, y castellanos son la mayor parte de los pobladores del Santander comercial y harinero, que florece desde principios del siglo XIX. Todo esto tiene mucha más realidad geográfica e histórica que esa Cantabria literaria zurcida con pasajes sueltos de Plinio y Estrabón, y con el fantástico engendro histórico del padre Sota. Para Santander es mayor honor y mayor provecho ser puerto de Castilla que cabeza de la pretendida Cantabria”.

En realidad, hasta el advenimiento de la república, el debate sobre el regionalismo cántabro no sobrepasó la redacción de determinados periódicos, la tertulia del café o los cenáculos del Ateneo. Ninguna de las instancias políticas ni económicas dio un paso en este sentido.

La Diputación de Santander se expresaba en estos términos en 1924 “La Diputación de Santander, que estima la división regional como una cosa artificiosa y sin realidad alguna en la vida de la Nación, opina que debe subsistir la actual organización provincial con la misma división del territorio [..] Más si a pesar de esta opinión, se llegara a la división del territorio nacional en regiones, la provincia de Santander, castellana por su origen, por su lengua y por los intereses morales y materiales que siempre la hermanaron con las otras provincias castellanas a ellas unida geográficamente


A partir de 1931 el debate regionalista en Santander empieza a generalizarse, aunque más como respuesta a los movimientos generados en el resto del Estado que a iniciativa propia. En este contexto, aparece repetidamente la idea de crear una región (o estado federal) constituido por las provincias del norte de Castilla; ninguna fuerza política o social de relevancia manifestó siquiera como meta a más largo plazo la necesidad de una percepción propiamente cántabra. 

Victor de la Serna, escritor y periodista, fundador de los diarios “El Faro” y “La Región” de Santander, mostraba estos argumentos en un artículo publicado en 1931 al hilo del eventual desarrollo de una estructura federal en España: “Santander, en una estructura federativa de España, no puede vivir sola. Es de un cantonalismo selvático pensar en el retorno a Cantabria y hasta hay que desechar definitivamente esa denominación “Cantabria” como imprecisa, es más, como inexacta, de una vez. Muchas veces y con toda clase de argumentos he defendido nuestra castellanía. Pero quiero olvidar ahora mis argumentos históricos, filológicos, geográficos, literarios, espirituales etc…para acogerme a uno, al que es sensible hasta el más cerril de los “cantabricistas”. Al que será sensible hasta aquel delicioso “compatriota” que en cierta ocasión sacó a relucir la bandera verde y blanca con una “swástica” en el centro. Me refiero al argumento económico. La montaña, país ganadero, no puede vivir sin tierra cereal y sin riberas. Enfrente tenemos otro hecho: Burgos, Palencia y Valladolid no pueden vivir sin un puerto. Buscar el punto de coincidencia entre los intereses de las cuatro provincias sería una labor sensata, científica y práctica”.

El famoso doctor Madrazo, nacido en Vega de Pas, reflexionaba en 1932 en estos términos respecto al futuro estatuto regional: “A nosotros, habitante de las viejas montañas de Burgos, se nos puede considerar como secuela de nuestra más íntima adhesión a los páramos centrales castellanos. Razones históricas, íntimas, de nuestros intereses espirituales y materiales con los de Castilla, deben pagarse recíprocamente en la misma moneda de afecto. No son lazos de interés material los que atan y domeñan las almas, son los amores, los que infunden eterna amistad y regocijo. Nos parece que al lado de Castilla vamos camino de la justicia y de la suprema bondad. El Estatuto de la Montaña con Castilla está hecho. Nada tenemos que inventar.

Vicente de Pereda, heredero de la tradición del “regionalismo exclusivamente literario” de su famoso padre, ofrecía en este mismo año 1932 el siguiente mensaje con carácter profético: “ya estamos hartos de oír las alabanzas que se tributan a los dos regionalismos fanfarrones de España: el catalán y el vasco. Uno de ellos proclama el fuero centralista de su gran capital, las impurezas administrativas a raudales, los odios indisimulados y los afanes de un proselitismo antipático. En cuanto al otro, es una modesta serie de pretensiones domésticas, formuladas en castellano y en nombre de un idioma aglutinante que no lo sabe casi nadie. Y ambos regionalismos se enardecen al compás de sus bienestares económicos. Se trata pues de dos ricos envalentonados”.

El diario Montañes mostraba en el mismo año 1936 editoriales en estos términos que mostraban cómo el regionalismo se asumía más con resignación que con ilusión: “La democracia nos trajo el afán de los Estatutos. Para algunos pueblos, esta palabra es sinónimo de separatismo. Así lo dicen los hechos y algunas veces las palabras con los hechos. ¿Qué va a hacer Castilla ante esta dispersión de España, si la dejan sola con su resignación y su potencial espiritual, con su pasado tan rico de gestas y su porvenir tan incierto?. Castilla, en consecuencia, preparará también su Estatuto y organizará su independencia administrativa”.

Durante la transición se abrió un camino para que las provincias, de forma individual o colectiva, se convirtieran en regiones. Algunas fueron impulsoras de este proceso, fruto de un regionalismo o nacionalismo de cierta antigüedad, otras permanecieron pasivas y otras aprovecharon la oportunidad. Nuestra opinión es que Cantabria se engloba en estas últimas.

A nuestro entender, el hecho de Cantabria sea hoy región uniprovincial se debe fundamentalmente a tres razones: la primera, porque es ineludible que todavía como provincia mostró mayor interés que Burgos en preservar los elementos identitarios de tipo cultural y grupal (en parte por imitación de los modelos asturiano y vasco), la segunda, porque no existió ningún tipo de movimiento en las provincias de Palencia y Burgos que alentara una configuración regional diferente a la actual y, la tercera, porque las personas clave fueron capaces de prever las notables ventajas que suponía la creación de una región uniprovincial en el modelo de Estado que se proponía.

Las justificaciones de tipo histórico, cultural o étnico ocuparon en nuestra opinión un segundo plano; aunque evidentemente fuesen las que se argumentasen para justificar la decisión tomada. Similares justificaciones habrían podido usarse para proponer otras configuraciones regionales pero la clave es muy simple: poco importa que el modelo territorial sea injusto o fomente las diferencias entre territorios; la creación de la región de Cantabria es legítima pues aprovechó la oportunidad que otros ignoraron.
No es de extrañar que el propio Miguel Angel Revilla hiciera estas declaraciones en 2012.
En el 76, Cantabria no existía. Era Castilla la Vieja, provincia de Santander. Tuve que ir casa por casa. Me tomaban por chiflado. Y ahora parece que ha existido siempre. Eso lo patenté yo. Existía en la época de Roma, pero se había perdido el nombre. Y tenía un mar. Y nos dejamos quitar el nombre, me cago en la leche. Ahora que ha muerto Franco, dije, vamos a luchar por el nombre y después por la autonomía. Si somos cuatro gatos, decían. Coño, la mitad son Luxemburgo y es el país más rico de Europa

En similares términos a los aquí expuestos concluye Manuel Suárez Cortina que “Nadie, desde la más estricta observancia histórica, puede defender que se trata, al fin, de una autonomía ansiada de antaño por la que el pueblo cántabro y sus legítimos representantes lucharon durante décadas. […] La autonomía regional es la expresión de la voluntad regional de acceder al autogobierno que le concede la Constitución de 1978; en modo alguno el reconocimiento de éstos o aquellos particularismos y especificidades de tipo histórico. Parece oportuno recordar que cuantas iniciativas de carácter autonómico se tomaron en el pasado pasaban por la unión con Castilla”.

No es de extrañar que el abundante castellanismo de las décadas anteriores se diluyera como un azucarillo: en cuestión de pocos años se evidenció que el caballo ganador era la autonomía uniprovincial. No fueron pocos los que fueron pasando paulatinamente de un bando a otro. A ello ayudó el hecho de que los colectivos más reacios al autonomismo fuesen los que ideológicamente habían estado más cercanos al franquismo.

En todo este proceso hubo algunos hechos poco edificantes, siendo quizás el más bochornoso el que tuvo lugar el 27 de noviembre de 1981 en el Ateneo de Santander. Acogía el lugar una conferencia de Claudio Sanchez Albornoz, que fue leída en su nombre por el catedrático de historia medieval José Ángel García de Cortázar. Titulada “Cantabria, Castilla, España”, en ella el insigne historiador explicó las razones antropológicas, históricas, culturales, económicas y prácticas por las que consideraba un disparate la separación de Cantabria de una región sin la cual no tenía sentido. 

Las opiniones de Sánchez Albornoz no fueron bien recibidas por los regionalistas presentes en el ateneo santanderino. Interrumpieron a voces en varias ocasiones y lanzaron bombas fétidas con el fin de abortar la conferencia, lo que finalmente consiguieron mediante una amenaza de bomba que impidió la lectura completa y el posterior coloquio.

Fuentes:
“Antología del regionalismo en Cantabria” Benito Madariaga de la Campa
“Casonas, hidalgos y Linajes. La invención de la tradición cántabra”. Manuel Suárez Cortina.
“La Memoria histórica de Cantabria”. (1995)