jueves, 30 de mayo de 2019

EN OCASIONES VEO TEJOS (PARTE 2 DE 3)

Los representativos datos mostrados en un artículo anterior nos hacen plantearnos otra hipótesis: ¿pudo existir en el pasado culto al tejo otras regiones mediterráneas y españolas, desaparecido actualmente por el retroceso de la especie y la homogeneización cultural?. La respuesta es que Sí

De hecho, si rastreamos los datos del pasado, cuando el clima era menos seco que el actual, veremos que el culto al tejo no es exclusivo del arco atlántico, quizás ni siquiera fue el primer sitio en el que apareció o se desarrolló.

En todas las principales excavaciones de Palestina, se descubren estratos de hace 4.000 a 3.500 años, en los que han aparecido figuritas de terracota, escarabeos y otras pequeñas placas-talismán que muestran en gran número la relación de las divinidades Asherah y Astarté con el árbol o las ramas sagradas. Y no se trata de la palmera, como sucede en los sellos cilíndricos de la diosa siria Isthar (720-700 AC), sino del tejo (Taxus baccata L).

La costumbre y rito de hacer pactos político-religiosos bajo los árboles, en particular bajo el tejo, eligiendo al rey o jefe político, se remonta al menos a los hattianos o protohititas, gentes de lengua no indoeuropea que vivían en Anatolia (Turquía actual) en tiempos anteriores al Nuevo Imperio Hitita (1400-1190 AC). Según recoge Fred Haggeneder (2007):

En Anatolia, los hititas indoeuropeos conservaron mucho de la antigua religión de los hattianos. Sólo la diosa de la tierra o diosa del trono tenía el poder de adoptar al candidato a rey y otorgarle la insignia real. En su pacto ritualizado el rey aceptaba administrar y proteger la tierra deshabitada (que pertenecía a [los cielos] la tormenta y el dios del sol) y respetar su territorio, las montañas. Su unión ritual [diosa y rey] era simbolizada por el poder del árbol sagrado: „Así como el tejo es siempre verde, y no pierde sus hojas, así podrán prosperar el rey y la reina‟. Esta frase [línea] del texto ritual nos muestra también perfectamente por qué las representaciones terrenales del Árbol de la Vida fueron un siempreverde”

Lucano describe en su “Farsalia” (III, 399-455), un bosque de tejos sagrado próximo a Marsella que Julio Cesar mandó abatir. Entre los horrores que habitaban el lugar describe:

...”aras dispuestas para crueles altares y árboles purificados todos con sangre humana”... ...”La fama hablaba de que a menudo mugían con terremotos las cóncavas cavernas; de tejos tumbados que se levantaban de nuevo, de marañas que brillaban en llamas sin consumirse y de dragones que se deslizaban enroscados a los troncos”.
El propio Cesar tuvo que empuñar el hacha para vencer el pavor que esta selva despertaba en su ejército.

Hécate era la diosa de carácter infernal a la que estaba consagrado el tejo y en cuyo honor se practicaba en Roma y Grecia el sacrificio de dos toros negros; coronados con guirnaldas de tejo, para atraer a los espíritus del Averno. Estos quedarían aplacados bebiendo la sangre de las víctimas.

Ovidio, por otra parte coloca a estos árboles extendiendo su sombra espesa por los caminos del infierno y a las orillas de sus ríos Styz y Aqueron (Metamorfosis IV, 432). Pero además las antorchas de las Erinias eran de madera de tejo y así nuestro árbol además de sombra en las sombras, esparcía su luz en las entrañas del Averno.

En 754, al principio del largo reinado de Carlomagno, San Bonifacio, monje, misionero, legado del papa, arzobispo, etc., destruyó numerosos árboles y bosques sagrados, y, en concreto, el Irminsul de Geismar, barrio de la actual ciudad de Fritler (Hesse, Alemania); al parecer, un grandísimo tejo milenario, que estaba considerado como el árbol sagrado por excelencia de los germanos; utilizando su madera para construir allí mismo una capilla dedicada a San Pedro.

Trasladándonos a España, Eburianus es una deidad recordada en una lápida sepulcral de la zona del Duratón (Segovia), cuyo nombre procede del céltico eburos (tejo) entre los galos, el cual es la base de topónimos como Eburobrittium (Évora) entre los lusitanos. Por otro lado, en 2009 se descubrió en Cuevas de Soria (Quintana Redonda), en un notable entorno arqueológico romano, un ara votiva dedicada en latín a este mismo Dios, en la variante Ebvros. Además, en el cercano San Esteban de Gormaz y en Dombellas se habían encontrado antes dos inscripciones funerarias que remiten a Eburos. De hecho, un mapa de localizaciones con la base eburo- muestra una amplia dispersión en el centro peninsular, con escasa representación en el norte.

La imagen de Nuestra Señora del Villar, en Igea (La Rioja) estaba escondida en el paraje conocido como Las Tejerías, probable alusión a un bosquete de tejos. Mucho más evidente es el caso del santuario dedicado a Nuestra Señora de Tejeda, en Garaballa (Cuenca). Según la creencia popular recibió tal nombre por la abundancia de tejos que había en el paraje en donde se encontró, en el año 1207. 

Sobre la tradición hay diversas versiones, una dice que se apareció a un pastor sobre el tronco de un tejo. Otra que la imagen de la virgen primigenia se había escondido a causa de los musulmanes, y en 1395 se le apareció y habló a un pastorcillo piadoso, tras mucha luz, en uno de los tres tejos que había frente a su cabaña. 

Estampa de Nuestra Señora de Tejeda, Garaballa (Cuenca) en donde se indica textualmente: "aparecida a un pastor en un tejo".

Existe la posibilidad, aunque remota, de que la expresión “tirar los tejos” provenga de este árbol, ya que en algunos pueblos de Castilla se hacían enramadas de tejo. En la aldea de Villaviciosa, anejo de Solosancho (Avila), los mozos subían a la sierra a cortar ramas de tejo, que más tarde ofrecían a las mozas.

Hay algunos pueblos de España y Portugal donde el Domingo de Ramos se bendicen precisamente ramas de tejo, por ejemplo en el Pirineo aragonés (Valle de Hecho), en Somiedo, Salamanca, Palencia, Zamora. En el pueblo de Neila (Burgos), durante el Domingo de Ramos, los vecinos llevan ramilletes de tejo o acebo, que luego colocan en las puertas de sus casas. Una vez bendecidos se colocan en tenadas, cuadras, campos de cultivos, balcones, puertas y ventanas para dar fortuna; al estilo de lo que en otras localidades se hace con boj u otro tipo de planta. 

En Semana Santa se han usado ramas de tejo para las procesiones en la Serranía de Cuenca y otros puntos. En Casavieja (Ávila) se cortaban ramas para confeccionar un arco que servía para engalanar el paso del Patrón durante las fiestas del pueblo. La tradición en el pueblo de Jerte (Cáceres) consistía en este caso en ofrecer al Cristo ramas de tejos, por lo que incluso se talaba algún ejemplar cada año, a pesar de su escasez, tradición hoy incompatible con la conservación. Nos referimos al Cristo del Amparo el 16 y 17 de Julio. 

En algunos pueblos de las sierras de Alcaraz y Segura se hacían arcos ceremoniales de ramas de tejo para recibir al obispo. Ramas de tejo eran utilizadas como símbolo en algunas fiestas de los “Quintos” de la provincia de Teruel. Durante las festividades de San Juan y San Pedro en El Espinar (Segovia), los hombres adornaban sus sombreros con ramas de tejo.

Para concluir citaremos un insólito uso registrado en la Sierra de Alcaraz: el de matar otros árboles clavándoles una estaca de tejo. Esto se hacía por ejemplo cuando había disputas de lindes, envidias por herencias y otros conflictos vecinales. La muerte del árbol se producía por desecación. 

Así pues, en nuestra opinión, el evidente culto al tejo que existe en determinadas comarcas de las regiones del cuadrante noroccidental de la península no es más que la forma que ha tomado en las mismas la dendrolatría o culto al árbol, hecho debido tanto al gran simbolismo que emana de esta especie como de la circunstancia de que en dichas regiones se ha podido obtener y hacer con cierta facilidad ejemplares del mismo. En definitiva, lo mismo que en Castilla se ha recurrido a encinas, olmos o morales por ser especies más disponibles, allí se ha recurrido al tejo, así de simple.

Fuentes:
García Pérez, Guillermo (2017). "El árbol religioso en España"
10 años de estudio sobre Taxus Baccata (tejo) y la Sierra de Tejeda, Málaga, 2009.
Elaboración propia.

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