miércoles, 24 de abril de 2019

Folclore y etnografía burgaleses: la canción de las doce palabras de Cristo.

Pueblo de Ahedo de Lianres, en la Merindad de Sotoscueva, unos de los citados en el texto, con la impactante muela del Dulla al fondo
Ahora que nos adentramos en Semana Santa queremos recordar una
tonada difundidísima en el folclore español, que aparece en todas las recopilaciones, aunque pocas veces con tanta variedad como en Burgos. Además, según los expertos todas las fórmulas conservadas en nuestra provincia son protomelódicas con un evidente arcaísmo. Anotamos aquí los primeros versos recogidos por García Matos en 1953 en Salas de los Infantes; y recopilados por el grupo Yesca en su "Cantos de la Vieja Castilla".

"De las doce palabras que dijo cristo bien dichas y bien retorneadas dime la una.
una la Virgen pura, que es mejor que ninguna..."
Y se convierte en una preciosa canción enumerativa:
Dos las tablas de Moises
tres las tres Marías...

que podéis oír en este enlace:
https://www.musicatradicional.eu/piece/17392

Además de Salas de los Infantes, fue cantada por informantes de lugares como Valdezate, Ahedo de Linares, Coruña del Conde, Cabañes de Esgueva, Itero del Castillo, Sasamón, Arenillas de Riopisuerga o San Zadornil.

La unión de números y religión ha llevado a distintos autores a asociarla a una procedencia oriental, a cantos de la Pascua hebrea, o a la tradición druídica celta. Lo cierto es que parece tener algo de conjuro mágico y no sólo de simple recordatorio catequético.

Hoy, a la mayoría de las personas apenas les suenan expresiones como: ‘las once mil vírgenes’, ‘los nueve coros’, o ‘las seis candelas que ardían en Galilea’. Al igual que las representaciones presentes en pórticos, o canecillos de las viejas iglesias enseñaban o recordaban hechos y personajes que eran conocidos por un pueblo ágrafo, pero no necesariamente inculto, cantos como el presente repetían conceptos de la confesión religiosa dominante.

Fuente: Cancionero Popular de Burgos

La fase definitiva de creación de la provincia de Santander


La fase definitiva de creación de las provincias y, en el caso que nos ocupa, de la disgregación de la Santander respecto a la de Burgos, empezó durante la constitución de las Cortes de Cádiz y no culminará hasta el decreto de Javier de Burgos de 1833. De hecho, el propio texto constitucional recogía este deseo en el artículo 11: “se hará una división más conveniente del territorio español por una ley constitucional, luego que las circunstancias políticas de la Nación lo permitan”.

Durante todos estos años hubo muchas propuestas y borradores, avances y retrocesos, fruto de los diversos intereses enfrentados y del convulso devenir de la nación durante esos años. Algunos tienden a intentar aprovechar “fotos fijas” de un determinado momento y circunstancias, planteadas desde una parte muy concreta que tenía unos determinados intereses, para justificar porqué los límites territoriales deberían haber sido unos y no otros. Nosotros queremos ofreceros diversa información del proceso esperando que sirvan a los lectores para construir su propia opinión.

Queremos empezar reflexionando acerca de hecho de que, aunque obviamente la constitución de la red provincial debía tener en cuenta las estructuras y territoriales preexistentes, se trataba en buena medida de dar carpetazo al antiguo régimen, con sus arcaicas dinámicas de propiedad y privilegios, para dar paso a un mapa en el que primara la lógica geográfica y la mejor organización de los diferentes servicios. Tal vez el mejor ejemplo de lo que estamos diciendo sea la mención a este tema que aparece en el discurso preliminar de la propia constitución de 1812: “[buscar] el más cómodo y proporcionado repartimiento de todo el territorio español, para facilitar la administración de justicia, la distribución y cobro de las contribuciones, la comunicación de intereses de una provincia a otra, como para acelerar y simplificar las órdenes y providencias de Gobierno, promover y fomentar la unidad de todos los españoles, cualquiera que sea el reino o provincia al que puedan pertenecer”.

En realidad, puede que la estructuración provincial (hoy tan denostada y ninguneada) sea el único ejemplo que haya existido en este país de intento de creación de una organización territorial homogénea para todos los habitantes. No tardarían demasiado las oligarquías territoriales en presionar para volver a crear una estructura dispar en la que hubiera beneficiados y perjudicados, y en esas estamos.

Volviendo a la historia, indicaremos que el proceso de distribución territorial apenas llegó a esbozarse en las cortes de Cádiz. Primero, porque en periodo de guerra y con buena parte del territorio aún ocupado, era completamente imposible su implantación; y segundo porque al término de la confrontación la llegada de Fernando VII paralizó el proceso. Sí que es verdad que desde un primer momento los delegados de Santander movieron ficha y que de alguna manera “se respiraba en el ambiente” que la creación de dicha provincia era cuestión de tiempo.

Por otro lado, en esos años sí que tuvieron lugar algunos movimientos que merecen la pena conocerse. En cada una de las provincias ocupadas se organizaron unas Juntas Provinciales cuya representatividad debe enmarcarse en ese contexto de guerra. Sí que es cierto que se creó una junta en Santander, y que a la misma acudieron representantes de la zona del norte de Burgos, pero esto debe entenderse por la situación particular del momento, en que la parte central de la provincia estaba más controlada por los contingentes franceses, y la Junta de Burgos estaba más bien desplazada hacia la zona de la sierra de la Demanda. También es verdad que, por ejemplo, Liébana se mostró reticente a participar en esa Junta de Santander. Durante un tiempo, existió incluso en la zona una tercera Junta, la de Moneo.

Las cortes de Cádiz promulgaron mediante decreto la creación de una Diputaciones provinciales provisionales, y aquí se demuestra hasta qué punto esas Juntas provinciales previas no respondían al signo de los nuevos tiempos: Pese a que la Junta Provincial de Burgos trata de constituirse en Diputación Provincial, el proceso es rechazado por la Cortes. Las Juntas serán disueltas poco después.

Por supuesto Santander no figuraba en el listado provisional de Diputaciones Provinciales. De hecho, a lo largo del año 1813 se organiza el proceso de constitución de la Diputación de Burgos de acuerdo a lo dispuesto en la Constitución de 1812. En el mismo participarán delegados no sólo de la zona norte de Burgos sino también del área de Santander. La provincia quedaba dividida provisionalmente en una serie de partidos, uno de ellos el correspondiente precisamente a Santander.

En el trienio constitucional se vuelve a plantear y con carácter de urgencia la cuestión de la división provincial de España. En agosto de 1820 se nombra una comisión especial para preparar dicha tarea. El espíritu liberal y práctico en pos del bien común, lejos de los rancios tradicionalismos y las anómalas distribuciones existentes hasta entonces, es el que guía sus pasos. En un dictamen leído ante las cortes en junio de 1821 expresan que: “las razones se reducen a la absoluta necesidad que hay de nivelar las diferentes provincias para que la acción del gobierno pueda ser uniforme, expedita y fácil en todas ellas; y a la imposibilidad de que esto se verifique mientras subsista la monstruosa desproporción actual”

Los trabajos de esta comisión se extienden a lo largo de los años 1820 y 1821, con audiencia a varios parlamentarios, así como pueblos, villas o comarcas que proponen diversas modificaciones. Cabe decir, para aquellos a los que ahora se les llena la boca con el discurso de si la provincia de Santander debería haberse llamado provincia de Cantabria, que durante los primeros borradores la provincia de Burgos se iba a llamar “provincia de Castilla”, si bien al final las Cortes rechazaron todas las denominaciones históricas, imponiendo el nombre de la capital salvo en las excepciones que hoy conocemos. Quién sabe si en el caso de haberse aprobado esa denominación de “Provincia de Castilla” hubiese sido base suficiente para crear una autonomía uniprovincial al estilo de otras con mucha menos trayectoria.

Desde los últimos meses de 1821 se empieza a trabajar con el aspecto más importante por lo que a nosotros respecta: La concreción de los límites territoriales entre provincias. Volvemos a reiterar que el interés de esta página no es cuestionar la existencia de la provincia de Santander, sino combatir los argumentos interesados y expansionistas de algunos. El caso es que este proceso se prolonga más de lo previsto debido a las diferentes propuestas y alegaciones.

Además, para aumentar la confusión, en paralelo (en realidad desde 1820) se había encargado a las Diputaciones provisionales la propuesta de división de sus demarcaciones en partidos. Como no estaban aún definidos los límites, es hasta cierto punto comprensible que existieran discrepancias, y así una diputación provisional de Santander llega incluso a publicar una distribución de partidos incluyendo a algunas localidades de la actual provincia de Burgos. Pero se trataba sólo de eso, una propuesta para presionar en función de sus intereses. De hecho, en ese mismo año 1820 la Diputación de Burgos propone a su vez una distribución en quince partidos. Nos parece relevante resaltar que en esa propuesta ya no figuran los distritos al norte de la cordillera, lo que parece representar una auto-aceptación de que en el orden nuevo no tenía sentido el mantenimiento de la anterior macroprovincia.
El documento definitivo de la comisión, ya en 1822, establecía unos límites con Cantabria coincidentes con los actuales, salvo en lo respectivo al valle de Mena, que quedaba para Santander. Por otro lado, y tal y como comentaremos más adelante, en otras áreas provinciales también habrá modificación entre la propuesta de 1822 y la definitiva de 1833.

De hecho, en la propia descripción del documento, la comisión expresa que: “Una operación tan complicada y con tantos pormenores no es dable que se verifique sin error ni defecto alguno, especialmente en el señalamiento de los límites que ha de dividir las provincias confinantes. En esta parte, será forzoso que el Gobierno dé la última mano a esta empresa con la intervención de las diputaciones respectivas, las cuales, como informadas más menudamente de las circunstancias locales, podrán prestar útiles auxilios para llevar a cabo la división”.

En contraposición a la abundante presencia de los límites fluviales en la propuesta napoleónica, creemos llena de sentido común esta otra argumentación empleada por la comisión “En la asignación de los limites respectivos se ha procurado, siempre que se ha podido, que sean los naturales, y por lo común las vertientes de las aguas y las cordilleras más bien que las corrientes de los ríos. Estos suelen atraer y concentrar la población por las comodidades que ofrecen todos los usos de la vida; y los puentes, las barcas, los vados disminuyen, y a veces hacen desaparecer, la dificultad que los ríos ofrecen para la comunicación. Las cumbres, al contrario, por la destemplanza del clima y por la esterilidad del suelo, alejan la población y establecen zonas desiertas o menos pobladas”.

En lo referido al tema que nos ocupa, sin duda el momento clave en los trabajos de la comisión designada para la División del Territorio fue el debate que tuvo lugar en las Cortes el 30 de Diciembre de 1821. Para comprender el mismo es preciso indicar que un dictamen provisional del mes septiembre de dicho año proponía llevar el límite entre Santander y Burgos en su cuadrante noroccidental al río Ebro. Las protestas de algunos diputados llevaron a su rápida corrección, de modo que en un segundo dictamen de 29 de diciembre ya figuraban como hemos citado. Es decir, equivalentes a los actuales salvo en lo referido al valle de Mena.

En este marco situacional es en el que tuvo lugar el interesante debate al que hacemos referencia en el que se enfrentaron las posiciones santanderinas, que defendían la aprobación del primer dictamen, frente a las burgalesas, que defendían el segundo. El Debate original puede consultarse en internet, ya que está disponible en el Diario de Sesiones de las Cortes: https://app.congreso.es/est_sesiones/
En el trasfondo estaba el hecho de que la provincia que obtuviera para sí los territorios al norte del Ebro tendría tres diputados a Cortes, mientras que la otra se quedaría con dos. No obstante, los cantabristas tienden a simplificar la cuestión diciendo que Burgos impuso su criterio como provincia “matriz” que debía tener más diputados que la provincia “filial”, siendo la situación mucho más compleja.

Creemos que en artículos anteriores hemos mostrado suficientes evidencias como para demostrar que desde el punto de vista histórico los territorios burgaleses al norte del Ebro tienen mucha más vinculación con Burgos que con Santander; pero incluso en el propio debate aparecieron otros argumentos consistentes. Aunque el señor Cuesta empezó con una “brillante” exposición acerca de la “lógica” de que Espinosa perteneciera a Santander, el argumento se cae por los suelos si tenemos en cuenta la petición de tan sólo unos meses antes de los representantes de este lugar y de Montija, que hemos mostrado anteriormente, en la que se decantan de forma incontestable por pertenecer a Burgos.

Por otro lado, se expone brillantemente que “La comisión, cuyo principio primario y favorito, por decirlo así, es la división por cumbres, ha preferido las de las montañas de Santander, porque los páramos que caen al sur del Ebro, como que son terrenos llanos a pesar de su elevación, no marcan la división con tanta claridad y certidumbre como las fragosas cordilleras de las montañas, ni oponen tantos obstáculos a las comunicaciones”.

Ante la apelación del señor Cuesta al manido “Bastón de Laredo”, se le contesta que “No sé que haya habido jamás gobierno político en Santander: hasta ahora en la provincia de Burgos ha estado el Gobierno político. “. Al respecto hemos tratado específicamente en un artículo anterior dejando claro la poca consistencia que tiene recurrir a este efímero Bastón para sostener determinadas reclamaciones territoriales.

Las propuestas de división provincial quedan en suspenso, e incluso en buena medida anuladas, durante el último decenio de Gobierno de Fernando VII, que acaba con las estructuras del trienio liberal. Ya en 1833 Javier de Burgos es designado Secretario de Fomento, tan sólo veinte días después del fallecimiento del rey. En el propio nombramiento, la reina regente le encomienda como tarea básica y primordial “la división civil del territorio español”.

En menos de 20 días cumple el secretario este encargo. Esta rapidez se debe en buena medida a que el resultado se apoya enormemente en los trabajos llevados a cabo la década anterior. Es de notar que las modificaciones introducidas por Javier de Burgos tenían un marcado respeto hacia el pasado histórico y en muchos casos rectificó ciertas innovaciones para recuperar algunos límites de 1789. No obstante también se evidencia que conoció las reclamaciones y debates de los años precedentes, en los cuales el secretario encuentra también elementos de juicio para realizar pequeños retoques sobre la misma.

Si los comparamos con los límites de 1822, de la provincia de Santander tomó don Javier de Burgos los valles de Mena y Tudela. De la provincia de Álava vuelven a Burgos todos los pueblos sitos en la orilla izquierda del rio Gerea o Losa. Al sur del Ebro también se recuperan todos los pueblos al norte de los Obarenes. Esta modificación permite la recuperación de las siguientes demarcaciones: Junta de Villalba de Losa, Berberana, Junta de San Martín de Losa, Parte de las Juntas de la Cerca, de Oteo y de Cuesta Urria, así como de la Junta de Rio de Losa, todo el valle de Tobalina, Frías y el partido de la Sierra de Tobalina, Parte del término de Trespaderne y de Encio, la jurisdicción de San Zadornil, y los concejos de Bozoo, Santa Gadea del Cid, Ameyugo, Barcina de los Montes, Orón, Bujedo y Miranda de Ebro. Naturalmente también el condado de Treviño.

La división en provincias llevó aparejada la división en Partidos Judiciales, el germen de la comarcalización provincial. El partido de Villarcayo englobaba buena parte del norte provincial, aunque algunas demarcaciones que actualmente pertenecen a Merindades, como Valdebezana, Hoz de Arreba, Valle de Zamanzas, Alfoz de Bricia y Alfoz de Santa Gadea pertenecían al ahora extinto partido de Sedano. La zona de las Hoces del Ebro y Rudrón y las Loras se repartían entre este partido y el de Villadiego.

La división de Javier de Burgos no estuvo exenta de críticas, curiosamente unos la criticaron por ser más histórica que práctica y otros justo por lo contrario. El caso es que arraigó en la conciencia social, y hasta la aparición de las autonomías la pertenencia provincial ha sido el principal signo de identidad de la mayoría de los habitantes del país. La división en definitiva no debió ser tan mala si con todos los vaivenes políticos ha llegado hasta nuestros días, con la única variante de la división de Canarias en dos provincias en 1927.

Por lo que hace referencia a los límites con Cantabria, el único cambio fue la recuperación para Burgos de los Valles de Mena y Tudela. En un próximo artículo reflexionaremos sobre las razones que pudieron llevar a tal decisión.

Fuentes:
"Génesis histórica de la provincia de Burgos y de sus divisiones administrativas". Gonzalo Martínez Diez (1983).
"La Diputación provincial en la España decimonónica". Manuel Santana Molina. Editorial MAP.
Diario de Sesiones de las Cortes. Serie Histórica.
"Historias de Burgos. Edad Moderna". VVAA. Diario 16 de Burgos (1993)
"La Junta Superior provincial de Burgos durante la Guerra de la Independencia". Francisco Javier Iglesias Berzosa. (2014)

La propuesta de división territorial del periodo napoleónico


Algunos cantabristas expansionistas modernos se frotan las manos entusiasmados al observar la propuesta de división territorial en prefecturas que se planteó durante el periodo de dominación francesa, más en concreto en 1810, sobre nuestro territorio, ya que en la misma se hacía llegar el límite entre las provincias de Santander y Burgos hasta el mismo río Ebro.

El hecho de que esta propuesta estuviese promovida desde el extranjero, en plena guerra y con la mayor parte de la población en contra de la dominación, sería argumento suficiente para descartar directamente esta proposición, pero incluso si analizamos la misma encontramos numerosos aspectos criticables.

Así, de la información se desprende una evidente ignorancia y desprecio de la realidad del territorio y las vinculaciones existentes. Resulta llamativo el excesivo peso que se da a los ríos como definidores entre los límites en detrimento de las cordilleras, ignorando que en España por regla general los ríos son factores de integración más que de separación.

Así, en el caso Burgos no sólo se produciría una partición por el Ebro de territorios como los Valles de Manzanedo y Tobalina o la Merindad de Valdivielso, sino que la comarca del Arlanza formaría parte de provincias (prefecturas) diferentes en función de su ubicación al norte o al sur de dicho río. La obsesión por los ríos les lleva incluso a incluir en Huesca algunos barrios de la ciudad de Zaragoza.

Aparte del caso de Burgos, otras propuestas prefecturales también llaman la atención en lo negativo: Astorga sería capital en detrimento de León, Ciudad Rodrigo formaría prefectura independiente de Salamanca, Almería estaría integrada en Granada, Segovia en Valladolid etc..

FUENTES:
"Génesis histórica de la provincia de Burgos y sus divisiones administrativas" Gonzalo Martínez Diez (1983)
"Las prefecturas de 1810" Jesús Burgueño Rivero (2012)
“Los orígenes de la división provincial en España” José Ignacio Cebreiro Núñez. (2012)

El norte de Burgos en los albores del siglo XIX


Imagen vespertina de Merindad de Castilla la Vieja desde Cigüenza, con la sierra de la Tesla al fondo.


Una manifestación similar a algunas de las que hemos venido publicando, no sabemos si vinculada a las averiguaciones de Tomás López o no, pues data de 1802, es un documento elaborado por la Merindad de Castilla la Vieja, con capital en Villarcayo, a instancias del Intendente provincial. En el mismo aparece un listado con las distancias en leguas desde cada uno de los pueblos de la Merindad tanto hasta Burgos como hasta Santander.

Además de remarcar el hecho de que las distancias a Santander son mayores, se indica textualmente que:

“La Merindad como unida hace sus pagas en la ciudad de Burgos, y la ciudad de Santander es más distante, peor camino, con embarazo de copiosas nieves, más montuoso para riesgo de robos, y aún extravío de gentes en los caminos, y también el barco de Pedreña, o Puntal, que atravesar.

Y por lo mismo, y lo que se previene por el señor Intendente de esta provincia de Burgos en su carta, como Capitulares y Procuradores Síndicos Generales que somos los que abajo firmamos de esta predicha Merindad de Castilla la Vieja, damos esta relación puntual y expresiva en dicha villa de Villarcayo, a 6 de diciembre de 1802”

No nos parece aventurado afirmar que este documento ha de relacionarse con los primeros estadíos de la segregación de Santander respecto de Burgos, y que los merineses de la Vieja Castilla toman un posicionamiento evidente a favor de la segunda. 

Años más tarde, durante el trienio liberal, 1820-1823, se desarrollaron en las Cortes los trabajos para la división de territorio nacional en provincias y partidos. Hablaremos de este proceso más adelante, pero comentaremos aquí que en dicho periodo se registraron en Cortes literalmente docenas de alegaciones provenientes de diversos pueblos en las que pedían ser incorporados a una determinada provincia o partido. Algunas de estas peticiones estaban guiadas exclusivamente por el egoísmo localista (por ejemplo pedir para sí la capitalidad de un partido o incluso una provincia),e incluso algunas eran literalmente absurdas, aunque la mayoría tenían su lógica.

Pues bien, entre todas ellas no hemos encontrado ni una sola en la que un territorio de la actual provincia de Burgos indicase un deseo de integrarse en la provincia de Santander. Sí sin embargo hemos localizado el deseo de Castro Urdiales y Sámano de pertenecer a Vizcaya, e incluso de Laredo de pertenecer a Burgos.

Como nosotros no tenemos deseos expansionistas del pasado, nos limitaremos a recoger el texto de la petición hecha por Espinosa de los Monteros y Montija.








Fuentes:

 “Papeles viejos de Castilla Vieja. Crónicas de ayer en el Archivo de Villarcayo”. Jesús Moya (1993).
Diario de Sesiones de las Cortes.

martes, 2 de abril de 2019

Folclore y Etnografía Burgaleses: El Pastor y Marzo.

Villamartín de Sotoscueva, con las "conchas" al fondo.

En el pequeño y bello pueblo de Villamartín de Sotoscueva se recogió este brevísimo cuento:

Había un pastor que decía :
-Marzo, marzuco
tras de mí floreció el saúco.
y le contesta marzo :
-¡Calla, pastor malvado,
que con tres días que me faltan
y dos que me preste abril mi hermano,
te he de hacer andar
con los carneros al hombro
y los cencerros en la mano!

Este cuento encierra un sencillo mensaje en el que se quiere avisar sobre el peligro que puede suponer dar por terminado el invierno antes de tiempo, especialmente para el ganado. Lo realmente curioso es que esta anécdota encuentra paralelos tanto en el tiempo como en el espacio.

De hecho, en el siglo XVI, Francisco de Espinosa, en su Refranero compuesto entre 1527 y 1547, ya recoge la siguiente versión:
"Cuando marco buelbe de rrabo,
ni dexa ni pasto[r] encamarrado
ni carnero encencerrado".

Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes fechado en 1627, anotó esta versión:
"Si marzo buelbe de rrabo, ni kedará ovexa, ni pastor enzamarrado."

Pero la anécdota "pastoril" sobreviviente en tierras burgalesas no tiene el único mérito de ser vieja y de contar con venerables paralelos renacentistas y barrocos. Se trata, en efecto, de una versión del extendidísimo cuento de "El pastor y marzo", que es bien conocido en toda la geografía española, y también de otros países y tradiciones, como Francia, Suiza, Italia, Gran Bretaña, Malta; y también del mundo árabe, africano y asiático, como Marruecos, Palestina, Siria o Líbano".

La creencia de que los últimos días de marzo y los primeros de abril son especialmente peligrosos para los ganados, encerrados y agotados tras un largo invierno, está muy arraigada en una geografía tradicional muy amplia (incluso en algunos lugares se creía que estos días eran especialmente aciagos para todo tipo de negocio); pero donde más ritualizada ha quedado esta creencia es, seguramente, en el País Vasco y en Navarra, donde se hallan implantadas determinadas fiestas en honor de "la Virgen de Marzo" -Ia festividad cristiana de la Anunciación a la Virgen-, que se celebra cada 25 de marzo, es decir, cuando a este mes le quedan ya pocos días para extinguirse.

Fuente: “Cuentos burgaleses de tradición oral” Elías Rubio, José Manuel Pedrosa, Cesar-Javier Palacios (2002).

El norte de Burgos en la segunda mitad del siglo XVIII (III): Algunas respuestas para la elaboración de la Cartografía del Reino.

Merindad de Sotoscueva vista desde la proximidades de Ojo Guareña

En el año 2016 Roberto Alonso Tajadura publicó un estudio muy interesante titulado “Las Merindades de Burgos según las relaciones geográficas enviadas a Tomás López”. A través del mismo podemos saber cómo este prestigioso cartógrafo se tomó muy en serio sus trabajos para la elaboración del “Atlas Geográfico del Reyno de España e Islas Adyacentes”. Tanto como como para enviar a todos los corregimientos y arciprestazgos un cuestionario en el que se les pedía una descripción de cada demarcación. El apoyo indirecto de la corona sirvió para que los receptores de las misivas se tomaran en serio las respuestas, algunas de las cuales recoge el libro.

Por ejemplo, es muy extensa la respuesta que envía el corregidor de las Siete Merindades de Castilla, Juan Antonio de Aldama, en 1787. Contiene una serie de descripciones muy interesantes sobre diversos aspectos de la comarca en aquellos años. Probablemente las iremos mostrando aquí en el futuro, pero a los efectos del objeto de este post reflejaremos ahora exclusivamente algunos párrafos del texto que consideramos especialmente reseñables: 

“Las Merindades de Castilla la Vieja son siete y sus nombres son la de Castilla la Vieja; la de Valdivielso; la de Losa; la de Montija; la de Sotoscueva; la de Valdeporres; y la de Cuesta Urria. Las seis primeras forman el corregimiento de Villarcayo, conocido vulgarmente como Corregimiento de las Merindades de Castilla la Vieja. El Valle de Manzanedo y los quatro lugares aforados que se citarán están incorporados en dicho correximiento”

“Una cordillera de montes las separa por el norte de las montañas de Santander”

“llámase de Castilla Vieja porque en lo antiguo eran tan estrechos sus límites de Castilla que no pasaban de Montes de Oca y el río Carrión; conforme al refrán “Arto chico era Castilla el tu rincón, quando Montes de Oca era el tu mojón”. Este país fue el centro de ella, y una de las más nobles partes de que se componía”

¿Notan ustedes alguna vinculación con un supuesto territorio de “la Montaña” o “Cantabria”?

El libro de Roberto Alonso recoge otras respuestas dadas al cuestionario de Tomás López. Por el momento nos limitaremos a indicar otro pequeño fragmento; en la respuesta dada desde el arciprestazgo de Valdegobia (demarcación Alavesa) que en 1767 deja claro que:

“Balpuesta, San Millán, San Zadornín, Arroyo y Villafría son lugares de Castilla, que están rodeados de la provincia de Álava”.

San Zadornil


Fuente:
“Las Merindades de Burgos según las relaciones geográficas enviadas a Tomás López”. Roberto Alonso Tajadura (2016)

El norte de Burgos en la segunda mitad del siglo XVIII (II): El Bastón de Laredo y el Corregimiento de Laredo.

El Bastón de Laredo fue una demarcación territorial así llamada por el bastón de mando que utilizaba el corregidor de la zona, y que tuvo su periodo de vigencia en el siglo XVIII. Coincidimos con los “cantabristas” parcialmente en el hecho de que este fue uno de los antecedentes de la actual provincia de Cantabria, toda vez que fue la primera entidad territorial que integró por primera vez todas las áreas de la antigua provincia de Burgos orientadas al mar, pero discrepamos en la importancia que le dan a este hecho.

Lo primero que queremos señalar es que el Bastón de Laredo se creó de manera artificial a instancias de la Corona, exclusivamente a efectos militares, con el fin de establecer una mejor organización de defensa ante eventuales ataques por la costa. En este sentido hay cierta confusión entre los conceptos de Corregimiento de Laredo, Partido de Laredo y Bastón de Laredo. Mientras que los dos primeros corresponden a demarcaciones administrativas permanentes, el último tiene un sentido más militar y puntual. Aunque las responsabilidades estaban centralizadas en el corregidor de Laredo, el ámbito militar sólo se consideraba con ocasión de reclutamientos y otras contribuciones al ejército, y en caso de eventuales invasiones. A continuación vamos a presentar varias evidencias de lo que estamos afirmando.

En una ampliación del mapa de la provincia de Burgos que publicábamos hace unos días, elaborado por el cartógrafo Tomás López en las postrimerías del siglo XVIII, comprobamos que en lo referente al Partido del Bastón de Laredo sólo correspondía de la actual provincia de Burgos el Valle de Mena.
Prueba de que el resto de territorios del norte de Burgos en realidad no pertenecían al Partido o corregimiento de Laredo es la respuesta dada al intendente de la provincia de Burgos por parte del corregidor de dicho territorio, para la elaboración del Censo de Floridablanca, incluyendo un listado de demarcaciones incluidas dentro de su ámbito de actuación, documento que hemos encontrado también en el archivo municipal de Burgos. Vemos que lo indicado en dicho listado coincide con lo expresado en el mapa, esto es, que sólo se incluía en la demarcación del bastón de Laredo el Valle de Mena, incluyendo el valle de Relloso que por aquel entonces estaba integrado en dicho valle. No entraremos aquí a analizar en detalle la vinculación del Valle de Mena con este embrión de la provincia de Santander, aspecto que dejaremos también para un artículo específico.



Por otra parte, tampoco tenemos muy claro que el corregimiento de Laredo o partido de Laredo fuese una entidad con la que se identificasen todos los territorios al norte de la cordillera. En el Archivo Municipal de Burgos hemos encontrado igualmente un documento de 1768 en el que se menciona el “Repartimiento y distribución que se hace de los pueblos, juntas, valles y merindades comprendidas en esta provincia de Burgos, para el establecimiento fijo de los oficios de hipotecas, mandado crear por los escribanos de Ayuntamiento por Real Pragmática Sanción expedida por Carlos III”. En el mismo parece evidenciarse que existía una estructura administrativa independiente de la militar, ya que en dicho documento aparecen como cabezas de partido Villasana de Mena, Castro Urdiales, Guriezo, La Junta de Parayas, Soba, Trasmiera…

Ahondando en este aspecto, este archivo permite localizar algunas respuestas al censo de Floridablanca, lamentablemente muy pocas, realizadas directamente al intendente por parte de algunos pueblos y valles. En las mismas lo primero que podemos destacar es que los pueblos situados al norte de la cordillera parecen asumir con toda naturalidad su pertenencia a Burgos. Escogemos para difundir en primicia una de estas respuestas, la del pueblo de Helguera, en el valle de Reocín, por reducirse a una sola página, lo que facilita su visionado. En la misma, fechada en 1787, vemos una clara referencia a su pertenencia a la provincia de Burgos y al corregimiento del Valle de Reocín, y sin embargo se omite la pertenencia al corregimiento de Laredo.


Haciendo un breve seguimiento de otras respuestas, vemos por ejemplo que Carandía, hoy perteneciente al municipio de Piélagos, no menciona su pertenencia al corregimiento de Laredo, mientras que el cercano pueblo de Castañeda sí lo hace. Tampoco aparece mención a Laredo en la respuesta de Quintana-Castillo, que se limita a señalar su pertenencia al valle de Toranzo.

En definitiva, aceptamos que sí, que en cierta medida puede considerarse el Bastón de Laredo como uno de los antecedentes de la región de Cantabria, pero en ninguna forma puede tomarse como base para hipotéticas aspiraciones territoriales. Nos encontramos nuevamente con una situación que ya hemos citado varias veces con anterioridad: desde el siglo X las únicas situaciones en las que las dos vertientes de la cantábrica burgalesa han formado parte del mismo ente territorial se han producido cuando ambas estaban a su vez integradas en una entidad superior con capital en Burgos.

Para terminar de forma ligera este artículo mostramos la primera página de la respuesta de la Merindad de Valdeporres al Censo de Floridablanca. Vemos que de nuestro lado de las montañas se señala claramente su pertenencia al corregimiento de Villarcayo y a la intendencia de Burgos.



Fuentes:
“Las merindades de Castilla Vieja y su junta General”. Rafael Sánchez Domingo.
Archivo Municipal de Burgos.
"Las Merindades de Burgos según las relaciones geográficas enviadas a Tomás López". Roberto Alonso Tajadura (2016) .

El norte de Burgos en la segunda mitad del siglo XVIII (I): La intendencia de Burgos y sus divisiones




Las limitadas estructuras territoriales provinciales a las que hemos hecho referencia en un artículo anterior se verán paulatinamente reforzadas con la llegada de la dinastía borbónica; quien siguiendo el modelo francés intentará una mayor homogeneización del reino. Ya en 1717 se consolida la estructura al centralizarse aún más las diversas estructuras fiscales. Las ciudades centralizadoras se empiezan a llamar “capitales provinciales”.

En este contexto va a aparecer una nueva magistratura territorial, los intendentes. Se trataba de la importación a España de una magistratura de origen francés, con las mismas competencias y autoridad que sus homólogos del norte de los Pirineos, que abarcaba policía, justicia, finanzas y guerra.

La intendencia de Burgos se crea en 1718 a partir del territorio de la provincia de Burgos nacida a principios del siglo XVI, añadiendo Álava y Vizcaya. Sin embargo no durará mucho, al ser suprimida en 1724. En 1749 se procederá a poner en pie una nueva división de la monarquía en 28 intendencias; Entre ellas figura la de Burgos.
El censo del Conde de Floridablanca nos dará mucha más información acerca de las Intendencias. Consistió en una encuesta puesta en marcha por esta autoridad regia con vistas a perfeccionar el mapa territorial peninsular. Se trata de un intento de una verdadera reforma a partir de la averiguación exhaustiva de los nombres y dependencia de todas las poblaciones y despoblados de la Corona; y nos ofrece un panorama detallado de la situación territorial del reino cuando el antiguo régimen ya se aproximaba a su fin.

Iniciado el proceso en 1785, se solicitaba de todos los intendentes una puntual relación de todas las jurisdicciones inferiores y lugares de su intendencia tanto de realengo como de señorío. Los datos enviados por los intendentes fueron publicados en 1789 en la obra "España dividida en provincias e intendencias y subdividida en partidos, corregimientos, alcaldías, mayores, gobiernos políticos y militares..."

Si comparamos los datos que ofrece el censo para la intendencia de Burgos respecto a la provincia homónima de 1591 vemos que las modificaciones son mínimas. La más importante fue la incorporación a Burgos de las cuatro jurisdicciones que anteriormente estaban atribuidas a Toro-Palencia: Santa Gadea, Bricia, Valdebezana y Arreba. Esta ampliación representó un incremento de 183 kilómetros cuadrados.

En lo que hace referencia a Merindades, además de seis de las siete merindades históricas, el territorio aparece dividido en tres partidos.
El partido de Laredo; que incluía casi toda la montaña de Santander; aunque Campoo permaneció adscrito a Toro (en esos años acabaría conformándose la provincia de Palencia). Se corresponde con el territorio del Bastón, salvo en la integración en el mismo de los citados Alfoces de Bricia, Santa Gadea y Arreba, y Valle de Valdebezana; así como el Valle de Zamanzas. Tenemos varios indicios que nos hacen pensar que esta circunstancia se debe a un error (tal vez por asociación de ideas por parte del creador del documento con los topónimos “valle” y “alfoz” usados también en Cantabria). No obstante los trataremos en profundidad en un artículo específico.

El partido de Castilla la Vieja en Burgos con las jurisdicciones de Medina de Pomar, Villalba de Losa, el valle de Tobalina y Frías

y el partido de Castilla la Vieja en Laredo, con las jurisdicciones de Espinosa de los Monteros, Pas, Puentedey, San Zadornil y Cuesta Urria. Esta diferenciación entre estos dos partidos guarda relación con la responsabilidad militar de sus habitantes a la hora del llamamiento a filas, en función del centro de reclutamiento al que debían acudir.
En este sentido, los reclutas del partido de Castilla de la Vieja en Laredo pertenecían al sector de “Peñas a Castilla” del Bastón de Laredo. Su responsabilidad estribaba, en caso de una invasión, en coronar los puertos para defenderlos. En realidad, a estos efectos, también debían hacer lo mismo lo habitantes de las seis Merindades históricas. Es importante recalcar, en todo caso, que esta adscripción a Laredo se reducía exclusivamente al ámbito militar y que el resto de atribuciones seguían perteneciendo a los corregimientos.

De hecho, al respecto hemos encontrado en el Archivo Municipal de Burgos un valiosísimo y poco conocido mapa elaborado por el cartógrafo Tomás López dentro de sus trabajos para crear el Atlas Geográfico del Reino. La fecha de redacción es desconocida, pero no ha andar muy lejos de las que estamos indicando, y en todo caso anterior es anterior al cambio de siglo.

Observamos que las circunscripciones coinciden a grandes rasgos con las indicadas en el Censo de Floridablanca; teniendo en cuenta que del corregimiento de Villarcayo dependían no sólo ambos partidos de Castilla la Vieja, sino también las seis Merindades (Cuesta-Urria ya se había desvinculado por aquellas fechas), parte de Valdebezana y Santa Gadea. Vemos sin embargo que el resto de la zona de los “Alfoces y Valles” aparece vinculada a Sedano.

En todo caso del mapa se desprende la independencia de la mayor parte del norte de Burgos (salvo el Valle de Mena) del Corregimiento de Laredo. De hecho tal vez lo más impactante es el grado de concordancia de los límites provinciales de entonces con los actuales; viniendo a corresponder el territorio del antiguo corregimiento de Laredo con el de la actual provincia y región de Cantabria, excepción hecha del citado Valle de Mena.

De algunos de los aspectos esbozados en este texto trataremos en más profundidad en futuros artículos.

Fuentes:
Historia de Burgos. Edad Moderna. VVAA. Caja de Ahorros Municipal (1991)
La intendencia de Burgos. Rafael Sánchez Domingo. Boletín de la Institución Fernán González (1996)
“Las merindades de Castilla Vieja y su junta General”. Rafael Sánchez Domingo.
"Génesis histórica provincia de Burgos y sus divisiones administrativas". Gonzalo Martínez Diez. (1983).
"España dividida en provincias e intendencias y subdividida en partidos, corregimientos, alcaldías, mayores, gobiernos políticos y militares..." (1789)
Archivo Municipal de Burgos.