Sabido es por algunos e ignorado por otros muchos que el Consulado del Mar de Burgos fue 17 años anterior al de Bilbao y tres siglos anterior al de Santander. Y sabido es que este Consulado del Mar de Burgos proviene de la Universidad de Mercaderes de la ciudad, de tiempos aún más antiguos.
Y se sabe que a través de este Consulado del Mar se creó un extraordinario comercio de Burgos con las tierras de Flandes, de los Países Bajos, de Francia, de Inglaterra y con aquellos países de la Liga Hanseática. Desde el Consulado se fletaban barcos para exportar sobre todo lana y se contrataban seguros que cubrían el trayecto y a cambio se traían paños, textiles y obras de arte entre ellas pinturas flamencas. Y se creó una filial o consulado en Brujas, ciudad con la que estamos hermanados y donde existió una capilla de los burgaleses. Y muchos mercaderes se hicieron ricos y llenaron nuestra ciudad de palacios.
Y si Burgos tiene ese aire tan centroeuropeo no se debe solo al Camino de Santiago o Camino Francés sino también a este Consulado del Mar que nos llenó la ciudad de flamencos y que sobre todo en los tiempos del emperador Carlos I nos convirtió en la ciudad más cosmopolita de España.
Pues bien, estas mercancías eran transportadas en carretas serranas y atravesaban los caminos de Merindades hasta llegar a nuestros puertos del Cantábrico donde embarcaban.
Uno de aquellos mercaderes, según la tradición, se vio envuelto en una terrible tempestad en alta mar a la vuelta de Flandes y a punto de naufragar observó una caja de madera a modo de ataud. Al abrir la caja encontró un cristo tan veraz que le hizo la promesa de que si salía con vida de allí le haría una capilla en la ciudad de Burgos para que toda la ciudad y los peregrinos pudiesen venerarlo.
Hoy en día esta imagen se encuentra en la Capilla del Santo Cristo de Burgos, esa que se encuentra a la derecha según se entra por la Puerta Real, justo enfrente de Papamoscas.
El cristo es articulado tal cual una persona, tiene la piel de búfalo o de bovino y su largo cabello es natural. Está colocado sobre varios huevos de avestruz y la tradición dice que le crece tanto el pelo como las uñas.
Os relatamos al respecto un par de hilarantes escenas del libro Inquietud en el Paraíso, de Óscar Esquivas, reciente premio Castilla y León de las Letras:
" Cuando llegaron a la barbería sacaron de allí la momia del Santo Cristo de Burgos y la colocaron en uno de los sillones. Era una imagen articulada del siglo XIV, con el cuerpo modelado con carne embalsamada de vacuno, totalmente flexible. El peluquero ajustó la altura del sillón con el pedal y lo enfrentó con el espejo.
- Esto, cuando se lo cuentan a los turistas, no se lo creen, ¿ verdad ?- comentó Sansón dirigiéndose a Gorostiza.
Rodrigo se encojió de hombros. A él no le parecía extraño que al cristo le crecieran los cabellos y las uñas y que cada mes hubiera que llevarle allí para " hacerle un arreglo ". Cosas más raras había visto y oído.
- Bueno, muchacho, tú dirás, ¿ cómo se lo dejo ?
Rodrigo no esperaba esta pregunta
- No sé, como sea costumbre.
- Ah, no hay costumbre. Aquí todos lo hacemos al gusto del cliente y cada canónigo tiene su estilo. ¿ A ti quién te ha hecho el encargo ?
- El deán.
- Yo no sé qué estilo le gusta al deán. ¿ Qué hacemos ?
Gorostiza no tenía tiempo de volver a la catedral a consultarlo, así que decidió:
- Pues... Como es verano déjeselo, cortito.
Sansón parecía muy satisfecho con la respuesta.
- Sí, señor. Le vamos a dejar al Cristo hecho un quinto, vamos allá.
Y se lanzó a dar tijeretazos en las greñas.
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- ¿ Otra vez el Santo Cristo aquí ?
- El señor Arzobispo dice que le disimule los trasquilones, que no le gusta así.
- ¡ Trasquilones ! Dile al arzobispo que yo hice un trabajo de primera.
- Pues no le convence. Y dice también que se den prisa, que estos días la capilla está llena de gente. Y que si no pueden arreglárselo, que le pongan una peluca hasta que le crezca otra vez...
- Hay que ver, ¡ qué exigencias !
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