jueves, 30 de mayo de 2019

EN OCASIONES VEO TEJOS (PARTE III Y ÚLTIMA)


En la imagen, tejo de la "cabaña" de Hijedo, plantado más que probablemente con ocasión de la construcción del edificio en la segunda década del siglo pasado.

Si analizamos los ejemplares de tejos de Merindades que encontramos en entornos antropizados, dado lo favorable del clima es bastante probable que buena parte de ellos no supere el siglo de antigüedad. En estos rangos de edades, decir que la presencia de un tejo obedece a una creencia milenaria nos parece poco menos que descabellado, pudiéndose deber su existencia a iniciativas de tipo ornamental o importación moderna de costumbres foráneas (algo parecido por ejemplo, pero en sentido inverso, a lo que está sucediendo actualmente con los olivos).

Ni siquiera el hecho de que estos ejemplares crezcan junto a templos contradice la afirmación que acabamos de hacer. Por ejemplo, en el aislado emplazamiento del monasterio de Las Batuecas, Salamanca, tan alejado del supuesto “ámbito cántabro”, existen un buen grupo de tejos de porte superior a los que se encuentran en los cascos urbanos de los pueblos de Merindades (tejos encontramos incluso junto a una iglesia de Frómista, en Palencia).

En realidad, si queremos pensar en ejemplares de árboles centenarios con simbolismo en Merindades, no es el tejo la especie que primero debería acudir a nuestra mente. Al contrario, la encina y el moral están mucho más presentes en este ámbito (especies compartidas, por cierto, con otros lugares provinciales). Hablaremos de los mismos en futuros artículos.

Es más, si pensamos en ejemplares “antropizados”, tampoco el tejo es la especie dominante en Cantabria. Si consultamos el catálogo de árboles singulares de Cantabria, y excluimos los especímenes de tipo ornamental, tan sólo encontramos tres tejos (los de Casar de Periedo, Llano y Entrambasaguas; podemos incluir al perdido de Lebeña).

Por contra, una especie tan española y mediterránea como la encina, cuenta con al menos una docena de ejemplares simbólicos, la mayoría al lado de iglesias, como por ejemplo las de Mata, Otero, Cartes, Cabanzón, Arenas de Iguña, Bareyo, Santa María de Cayón, Zurita, Udalla y Ruiloba. Especialmente llamativo es el caso del pueblo de Bustablado, que teniendo en su término uno de los tejos catalogados de Cantabria, luce también un hermoso ejemplar de encina en el centro del pueblo.

En la imagen, tejo de la "cabaña" de Hijedo, plantado más que probablemente con ocasión de la construcción del edificio en la segunda década del siglo pasado.

EN OCASIONES VEO TEJOS (PARTE 2 DE 3)

Los representativos datos mostrados en un artículo anterior nos hacen plantearnos otra hipótesis: ¿pudo existir en el pasado culto al tejo otras regiones mediterráneas y españolas, desaparecido actualmente por el retroceso de la especie y la homogeneización cultural?. La respuesta es que Sí

De hecho, si rastreamos los datos del pasado, cuando el clima era menos seco que el actual, veremos que el culto al tejo no es exclusivo del arco atlántico, quizás ni siquiera fue el primer sitio en el que apareció o se desarrolló.

En todas las principales excavaciones de Palestina, se descubren estratos de hace 4.000 a 3.500 años, en los que han aparecido figuritas de terracota, escarabeos y otras pequeñas placas-talismán que muestran en gran número la relación de las divinidades Asherah y Astarté con el árbol o las ramas sagradas. Y no se trata de la palmera, como sucede en los sellos cilíndricos de la diosa siria Isthar (720-700 AC), sino del tejo (Taxus baccata L).

La costumbre y rito de hacer pactos político-religiosos bajo los árboles, en particular bajo el tejo, eligiendo al rey o jefe político, se remonta al menos a los hattianos o protohititas, gentes de lengua no indoeuropea que vivían en Anatolia (Turquía actual) en tiempos anteriores al Nuevo Imperio Hitita (1400-1190 AC). Según recoge Fred Haggeneder (2007):

En Anatolia, los hititas indoeuropeos conservaron mucho de la antigua religión de los hattianos. Sólo la diosa de la tierra o diosa del trono tenía el poder de adoptar al candidato a rey y otorgarle la insignia real. En su pacto ritualizado el rey aceptaba administrar y proteger la tierra deshabitada (que pertenecía a [los cielos] la tormenta y el dios del sol) y respetar su territorio, las montañas. Su unión ritual [diosa y rey] era simbolizada por el poder del árbol sagrado: „Así como el tejo es siempre verde, y no pierde sus hojas, así podrán prosperar el rey y la reina‟. Esta frase [línea] del texto ritual nos muestra también perfectamente por qué las representaciones terrenales del Árbol de la Vida fueron un siempreverde”

Lucano describe en su “Farsalia” (III, 399-455), un bosque de tejos sagrado próximo a Marsella que Julio Cesar mandó abatir. Entre los horrores que habitaban el lugar describe:

...”aras dispuestas para crueles altares y árboles purificados todos con sangre humana”... ...”La fama hablaba de que a menudo mugían con terremotos las cóncavas cavernas; de tejos tumbados que se levantaban de nuevo, de marañas que brillaban en llamas sin consumirse y de dragones que se deslizaban enroscados a los troncos”.
El propio Cesar tuvo que empuñar el hacha para vencer el pavor que esta selva despertaba en su ejército.

Hécate era la diosa de carácter infernal a la que estaba consagrado el tejo y en cuyo honor se practicaba en Roma y Grecia el sacrificio de dos toros negros; coronados con guirnaldas de tejo, para atraer a los espíritus del Averno. Estos quedarían aplacados bebiendo la sangre de las víctimas.

Ovidio, por otra parte coloca a estos árboles extendiendo su sombra espesa por los caminos del infierno y a las orillas de sus ríos Styz y Aqueron (Metamorfosis IV, 432). Pero además las antorchas de las Erinias eran de madera de tejo y así nuestro árbol además de sombra en las sombras, esparcía su luz en las entrañas del Averno.

En 754, al principio del largo reinado de Carlomagno, San Bonifacio, monje, misionero, legado del papa, arzobispo, etc., destruyó numerosos árboles y bosques sagrados, y, en concreto, el Irminsul de Geismar, barrio de la actual ciudad de Fritler (Hesse, Alemania); al parecer, un grandísimo tejo milenario, que estaba considerado como el árbol sagrado por excelencia de los germanos; utilizando su madera para construir allí mismo una capilla dedicada a San Pedro.

Trasladándonos a España, Eburianus es una deidad recordada en una lápida sepulcral de la zona del Duratón (Segovia), cuyo nombre procede del céltico eburos (tejo) entre los galos, el cual es la base de topónimos como Eburobrittium (Évora) entre los lusitanos. Por otro lado, en 2009 se descubrió en Cuevas de Soria (Quintana Redonda), en un notable entorno arqueológico romano, un ara votiva dedicada en latín a este mismo Dios, en la variante Ebvros. Además, en el cercano San Esteban de Gormaz y en Dombellas se habían encontrado antes dos inscripciones funerarias que remiten a Eburos. De hecho, un mapa de localizaciones con la base eburo- muestra una amplia dispersión en el centro peninsular, con escasa representación en el norte.

La imagen de Nuestra Señora del Villar, en Igea (La Rioja) estaba escondida en el paraje conocido como Las Tejerías, probable alusión a un bosquete de tejos. Mucho más evidente es el caso del santuario dedicado a Nuestra Señora de Tejeda, en Garaballa (Cuenca). Según la creencia popular recibió tal nombre por la abundancia de tejos que había en el paraje en donde se encontró, en el año 1207. 

Sobre la tradición hay diversas versiones, una dice que se apareció a un pastor sobre el tronco de un tejo. Otra que la imagen de la virgen primigenia se había escondido a causa de los musulmanes, y en 1395 se le apareció y habló a un pastorcillo piadoso, tras mucha luz, en uno de los tres tejos que había frente a su cabaña. 

Estampa de Nuestra Señora de Tejeda, Garaballa (Cuenca) en donde se indica textualmente: "aparecida a un pastor en un tejo".

Existe la posibilidad, aunque remota, de que la expresión “tirar los tejos” provenga de este árbol, ya que en algunos pueblos de Castilla se hacían enramadas de tejo. En la aldea de Villaviciosa, anejo de Solosancho (Avila), los mozos subían a la sierra a cortar ramas de tejo, que más tarde ofrecían a las mozas.

Hay algunos pueblos de España y Portugal donde el Domingo de Ramos se bendicen precisamente ramas de tejo, por ejemplo en el Pirineo aragonés (Valle de Hecho), en Somiedo, Salamanca, Palencia, Zamora. En el pueblo de Neila (Burgos), durante el Domingo de Ramos, los vecinos llevan ramilletes de tejo o acebo, que luego colocan en las puertas de sus casas. Una vez bendecidos se colocan en tenadas, cuadras, campos de cultivos, balcones, puertas y ventanas para dar fortuna; al estilo de lo que en otras localidades se hace con boj u otro tipo de planta. 

En Semana Santa se han usado ramas de tejo para las procesiones en la Serranía de Cuenca y otros puntos. En Casavieja (Ávila) se cortaban ramas para confeccionar un arco que servía para engalanar el paso del Patrón durante las fiestas del pueblo. La tradición en el pueblo de Jerte (Cáceres) consistía en este caso en ofrecer al Cristo ramas de tejos, por lo que incluso se talaba algún ejemplar cada año, a pesar de su escasez, tradición hoy incompatible con la conservación. Nos referimos al Cristo del Amparo el 16 y 17 de Julio. 

En algunos pueblos de las sierras de Alcaraz y Segura se hacían arcos ceremoniales de ramas de tejo para recibir al obispo. Ramas de tejo eran utilizadas como símbolo en algunas fiestas de los “Quintos” de la provincia de Teruel. Durante las festividades de San Juan y San Pedro en El Espinar (Segovia), los hombres adornaban sus sombreros con ramas de tejo.

Para concluir citaremos un insólito uso registrado en la Sierra de Alcaraz: el de matar otros árboles clavándoles una estaca de tejo. Esto se hacía por ejemplo cuando había disputas de lindes, envidias por herencias y otros conflictos vecinales. La muerte del árbol se producía por desecación. 

Así pues, en nuestra opinión, el evidente culto al tejo que existe en determinadas comarcas de las regiones del cuadrante noroccidental de la península no es más que la forma que ha tomado en las mismas la dendrolatría o culto al árbol, hecho debido tanto al gran simbolismo que emana de esta especie como de la circunstancia de que en dichas regiones se ha podido obtener y hacer con cierta facilidad ejemplares del mismo. En definitiva, lo mismo que en Castilla se ha recurrido a encinas, olmos o morales por ser especies más disponibles, allí se ha recurrido al tejo, así de simple.

Fuentes:
García Pérez, Guillermo (2017). "El árbol religioso en España"
10 años de estudio sobre Taxus Baccata (tejo) y la Sierra de Tejeda, Málaga, 2009.
Elaboración propia.

EN OCASIONES VEO TEJOS (PARTE 1 DE 3)


Mapa elaborado por miembros del movimiento etnocentrista expansionista cantabrista.

La dendrolatría o culto a los árboles en sus distintas formas, tanto de forma general como singularizada en determinadas especies y ejemplares, está extendida desde tiempo inmemorial por todas las culturas occidentales, tanto las de corte atlántico como las de corte mediterráneo.

Dentro de las especies habituales en este tipo de creencias ancestrales, sin duda el tejo ocupa un lugar preeminente. No son pocas las personas que en la planificación de sus viajes incluyen la visita a algún bosque de tejos centenarios: Su longevidad, su toxicidad (lo que le convierte a la vez en el árbol de la vida y de la muerte), su resistencia incluso en las condiciones más duras (incluyendo la facilidad para rebrotar), la forma de sus troncos y su color oscuro que lo hace destacar en lo más profundo del bosque le han hecho ganar una merecida fama, que se extiende incluso a su uso ornamental en numerosos jardines de toda Europa (uso este que se remonta al menos al siglo XVI). 

Es totalmente cierto e impactante que en determinadas comarcas del noroeste español (no en todas, desde luego, ni siquiera en la mayoría) la presencia de tejos centenarios al lado de iglesias, ermitas y otras edificaciones llega a ser sobrecogedora. Otra cosa es que nuestros “amigos” cantabristas, en la construcción de una inexistente identidad “milenaria” merinesa vinculada a Cantabria, en detrimento de lo burgalés y castellano, hayan desarrollado uno de sus argumentos supuestamente más consistentes en la existencia de una serie de tejos “de culto” (es decir, plantados exprofeso con una determinada finalidad o con un cierto simbolismo para el ser humano) en la zona de Merindades. 

La existencia de estos ejemplares en esta comarca y la inexistencia de los mismos en otras zonas provinciales vendría a demostrar (“una vez más”) que Merindades se diferencia del estándar castellano (monótono y homogéneo bajo su prisma), y se vincula con el noroeste Peninsular en donde este tipo de árboles está más extendido, y por extensión a los países “celtas” del arco atlántico. En este y en próximos artículos demostraremos que esta conclusión “facilona” es muy, pero que muy matizable, hasta el punto de quedar prácticamente en agua de borrajas.

La Naturaleza entiende de climas y geobotánica, cambiantes también a largo plazo, pero no de pretenciosos movimientos etnocentristas. Si observamos un mapa de distribución natural del tejo en España, veremos que efectivamente aparece en gran número de cadenas montañosas. Sin embargo, en las regiones con mayor grado de temperatura e insolación se refugia en rodales situados en gargantas muy protegidas del sol, a menudo muy poco accesibles y a gran altitud. Además, en este tipo de climas cuando se quiere cultivar en zonas llanas precisa de cuidados especiales; en caso contrario se seca o crece con mucha lentitud.

Por ello, nos resulta lógico que el culto específico al árbol del tejo se haya desarrollado y conservado de una manera más intensa en países y regiones cuyo clima ha permitido una mayor interacción entre el hombre y el árbol; porque este se desarrolle en el fondo de los valles y crezca con relativa rapidez y lozanía, caso que sucede en la cuenca atlántica europea en particular y en el cantábrico español en particular.

Además, en su traslación hasta nuestros días y como sucede para otro tipo de árboles simbólicos y en general para todo tipo de costumbres ancestrales y paganas (este es un argumento que ya hemos señalado y lo seguiremos haciendo en el futuro) las reminiscencias de estas creencias han encontrado mejor refugio en zonas rurales montañosas; y por eso sus rastros son más evidentes y abundantes en unas regiones que en otras. 

Evidencias de lo que estamos hablando las encontramos en determinados ejemplares localizados en regiones europeas fuera de lo que popularmente se tiende a identificar con el “ámbito celta”, pero sí adecuadas para el crecimiento del tejo. En los mismos vemos una casuística que determinados razonamientos interesados quieren hacer que es exclusiva de las comarcas y países del arco atlántico.
Por ejemplo junto a la iglesia de Santa María de Cavandone, en Italia, se encuentra un tejo de unos cuatro metros de perímetro de tronco que se supone plantado en el siglo XVII. En el mismo país, en el Monasterio di Fonte Avellana existe un tejo que se cree plantado en 1530. Incluso se puede encontrar un gran tejo en el centro de la populosa plaza Giovine de Milán.

Junto a la iglesia de Pruske, en Eslovaquia, crece un robusto tejo que con sus cinco metros de perímetro es considerado el mayor de todo el país. Un caso parecido es el tejo de Bystrzyca (Polonia) que crece en el terreno de lo que fue el cementerio de una antigua iglesia. Según la leyenda, el árbol fue plantado por los habitantes finalizada la construcción de esta iglesia (alrededor del año 1217), en honor a su fundadora princesa Eduviges, posteriormente proclamada santa. 


No obstante no es este el tejo más anciano de Polonia, ni ninguno que se sitúe en alguna alta montaña; el honor le corresponde a un ejemplar anexo a una vivienda, que acompañamos a este artículo. Un caso parecido lo encontramos en el enorme tejo de Krompach (República Checa). 

Un estupendo tejo crece en el cementerio de Dürnau (Alemania); caso parecido al de Deneuvre, localidad cercana a los Alpes Franceses. En España encontramos el caso del tejo de la iglesia de Sant Miquel de Sacot, en la comarca Catalana de la Garrocha.

Fuente de la foto y de parte de los datos: https://www.monumentaltrees.com.

lunes, 27 de mayo de 2019

Folclore y etnografía burgaleses: la dulzaina


La dulzaina es un instrumento aerófono archiconocido en la mayor parte de la Península Ibérica, y por supuesto también en Merindades. Basta recordar el indeleble recuerdo que dejó en todos los que le conocieron Pedro Barcina, el dulzainero de El Almiñé.

Su agudo soniquete ha amenizado las fiestas de nuestros pueblos, y aún lo sigue haciendo, aunque bastante desplazada desde que hace algunas décadas se fueron expandiendo las bandas que emplean instrumentos modernos. Cabe decir que esta circunstancia también se daba en el territorio de la actual Cantabria, pese a que a nivel etnográfico se vea hoy en día desplazada por instrumentos más “cool”, como los rabeles o las gaitas. Afortunadamente en la localidad de Colindres aún se sigue celebrando anualmente un afamado encuentro de dulzaineros.

Se dice que proviene de un antiguo arquetipo traído por los árabes, del que derivaría inicialmente la “chirimía”. De esta a su vez aparecería una variante más “culta”, el oboe, y otra más popular, la dulzaina. Este último instrumento resultaba relativamente fácil de fabricar para un artesano experto, con lo que su accesibilidad era mayor. Este hecho, junto con su sonido penetrante, la convirtió en la reina de nuestros bailes, acompañada ineludiblemente del tambor.

De todas formas parece que su implantación en nuestra provincia, y en general en el norte peninsular es relativamente reciente, a partir del siglo XVIII y XIX desplazando a las diversas versiones de flautas y pitos; pareciendo provenir de una irrupción desde tierras levantinas y aragonesas; proceso que pudo venir aparejado de la adopción de esa vestimenta tan relativamente homogénea de algunos de nuestros festejos y que comentaremos en un próximo artículo.

Fuente: Cancionero popular de Burgos. Tomo VII.

Estatua del dulzainero y el tamborilero que se encuentra en la calle San Lesmes de la capital. Fuente:todostenemosundoble.blogspot.com

Provincia de Santander: del castellanismo al cantabrismo

Pegatina encontrada en algún lugar de Cantabria hace algunos días.

Desde la implantación de la división territorial diseñada por Javier de Burgos la provincia de Santander (luego renombrada Cantabria) y la de Burgos han seguido dos caminos separados aunque con obvios vínculos que son más intensos en zonas limítrofes (circunstancia esta que, por otra parte, no guarda diferencias en lo esencial con la que existe en otras demarcaciones contiguas entre sí).
En Verdades de Merindades respetamos el devenir histórico de la provincia de Santander y de sus habitantes desde su creación mediado el siglo XIX. Por lo tanto, en cuanto a los hechos históricos acontecidos a partir de entonces, nos limitaremos a realizar algunas puntualizaciones que creemos de interés.

En este artículo haremos una breve mención al hecho de que, en realidad, durante buena parte de estos cerca de dos siglos ni siquiera hubo un regionalismo en Santander, sino que mayoritariamente el sentimiento identitario cántabro estaba asociado a su real o supuesta vinculación con el origen de Castilla. 

Hasta el último medio siglo el regionalismo como tal sólo había salido a la luz de forma minoritaria o en momentos puntuales y concretos; en parte por influencia del cercano nacionalismo vasco, nacionalismo que a la vez que se critica se imita; y desde luego nunca había procedido de un convencimiento unánime. 

El mismo José María de Pereda, ilusionado en principio con el regionalismo catalán, lo consideró más tarde peligroso tras su orientación nacionalista desde finales del siglo XIX. Así se expresaba en su discurso de ingreso en la Real Academia de la lengua, en 1897: “En opinión de estos aprensivos, el sentimiento, no ya la pasión, del regionalismo, conduce a la desmembración y aniquilamiento de la colectividad histórica y política, de la patria de todos, de la patria grande. Yo no sé si existirá algún caso de éstos en la tierra española, y, por de pronto, lo niego, porque no le concibo en mi lealtad de castellano viejo; pero exista o no, no es ese el regionalismo que yo profeso y ensalzo, y se nutre del amor al terruño natal, a sus leyes, usos y buenas costumbres; a sus aires, a su luz, a sus panoramas y horizontes; a sus fiestas y regocijos tradicionales, a sus consejas y baladas, al aroma de sus campos, a los frutos de sus mieses, a las brisas de sus estíos, a las fogatas de sus inviernos, a la mar de sus costas, a los montes de sus fronteras

José del Río Sainz “Pick”, uno de los principales articulistas montañeses de los años 20 del pasado siglo, renegaba de que Cantabria se convirtiese en región en un artículo publicado en 1923 titulado LA PERSONALIDAD DE SANTANDER. CASTELLANOS POR INTERES Y POR AMOR. En el mismo, después de reflexionar sobre la indefinición de los que se podía entender por Cantabria señala que: “Todas las afinidades de sangre, de usos, de costumbres y hasta de tradición, nos unen a Burgos. Burgos es necesariamente nuestro “hinterland”, la expansión necesaria de nuestro puerto. [..] nuestro consulado de Comercio, una de las instituciones más tradicionales de nuestro pueblo, radicaba en Burgos. Toda nuestra vida gira durante siglos alrededor de Burgos, y castellanos son la mayor parte de los pobladores del Santander comercial y harinero, que florece desde principios del siglo XIX. Todo esto tiene mucha más realidad geográfica e histórica que esa Cantabria literaria zurcida con pasajes sueltos de Plinio y Estrabón, y con el fantástico engendro histórico del padre Sota. Para Santander es mayor honor y mayor provecho ser puerto de Castilla que cabeza de la pretendida Cantabria”.

En realidad, hasta el advenimiento de la república, el debate sobre el regionalismo cántabro no sobrepasó la redacción de determinados periódicos, la tertulia del café o los cenáculos del Ateneo. Ninguna de las instancias políticas ni económicas dio un paso en este sentido.

La Diputación de Santander se expresaba en estos términos en 1924 “La Diputación de Santander, que estima la división regional como una cosa artificiosa y sin realidad alguna en la vida de la Nación, opina que debe subsistir la actual organización provincial con la misma división del territorio [..] Más si a pesar de esta opinión, se llegara a la división del territorio nacional en regiones, la provincia de Santander, castellana por su origen, por su lengua y por los intereses morales y materiales que siempre la hermanaron con las otras provincias castellanas a ellas unida geográficamente


A partir de 1931 el debate regionalista en Santander empieza a generalizarse, aunque más como respuesta a los movimientos generados en el resto del Estado que a iniciativa propia. En este contexto, aparece repetidamente la idea de crear una región (o estado federal) constituido por las provincias del norte de Castilla; ninguna fuerza política o social de relevancia manifestó siquiera como meta a más largo plazo la necesidad de una percepción propiamente cántabra. 

Victor de la Serna, escritor y periodista, fundador de los diarios “El Faro” y “La Región” de Santander, mostraba estos argumentos en un artículo publicado en 1931 al hilo del eventual desarrollo de una estructura federal en España: “Santander, en una estructura federativa de España, no puede vivir sola. Es de un cantonalismo selvático pensar en el retorno a Cantabria y hasta hay que desechar definitivamente esa denominación “Cantabria” como imprecisa, es más, como inexacta, de una vez. Muchas veces y con toda clase de argumentos he defendido nuestra castellanía. Pero quiero olvidar ahora mis argumentos históricos, filológicos, geográficos, literarios, espirituales etc…para acogerme a uno, al que es sensible hasta el más cerril de los “cantabricistas”. Al que será sensible hasta aquel delicioso “compatriota” que en cierta ocasión sacó a relucir la bandera verde y blanca con una “swástica” en el centro. Me refiero al argumento económico. La montaña, país ganadero, no puede vivir sin tierra cereal y sin riberas. Enfrente tenemos otro hecho: Burgos, Palencia y Valladolid no pueden vivir sin un puerto. Buscar el punto de coincidencia entre los intereses de las cuatro provincias sería una labor sensata, científica y práctica”.

El famoso doctor Madrazo, nacido en Vega de Pas, reflexionaba en 1932 en estos términos respecto al futuro estatuto regional: “A nosotros, habitante de las viejas montañas de Burgos, se nos puede considerar como secuela de nuestra más íntima adhesión a los páramos centrales castellanos. Razones históricas, íntimas, de nuestros intereses espirituales y materiales con los de Castilla, deben pagarse recíprocamente en la misma moneda de afecto. No son lazos de interés material los que atan y domeñan las almas, son los amores, los que infunden eterna amistad y regocijo. Nos parece que al lado de Castilla vamos camino de la justicia y de la suprema bondad. El Estatuto de la Montaña con Castilla está hecho. Nada tenemos que inventar.

Vicente de Pereda, heredero de la tradición del “regionalismo exclusivamente literario” de su famoso padre, ofrecía en este mismo año 1932 el siguiente mensaje con carácter profético: “ya estamos hartos de oír las alabanzas que se tributan a los dos regionalismos fanfarrones de España: el catalán y el vasco. Uno de ellos proclama el fuero centralista de su gran capital, las impurezas administrativas a raudales, los odios indisimulados y los afanes de un proselitismo antipático. En cuanto al otro, es una modesta serie de pretensiones domésticas, formuladas en castellano y en nombre de un idioma aglutinante que no lo sabe casi nadie. Y ambos regionalismos se enardecen al compás de sus bienestares económicos. Se trata pues de dos ricos envalentonados”.

El diario Montañes mostraba en el mismo año 1936 editoriales en estos términos que mostraban cómo el regionalismo se asumía más con resignación que con ilusión: “La democracia nos trajo el afán de los Estatutos. Para algunos pueblos, esta palabra es sinónimo de separatismo. Así lo dicen los hechos y algunas veces las palabras con los hechos. ¿Qué va a hacer Castilla ante esta dispersión de España, si la dejan sola con su resignación y su potencial espiritual, con su pasado tan rico de gestas y su porvenir tan incierto?. Castilla, en consecuencia, preparará también su Estatuto y organizará su independencia administrativa”.

Durante la transición se abrió un camino para que las provincias, de forma individual o colectiva, se convirtieran en regiones. Algunas fueron impulsoras de este proceso, fruto de un regionalismo o nacionalismo de cierta antigüedad, otras permanecieron pasivas y otras aprovecharon la oportunidad. Nuestra opinión es que Cantabria se engloba en estas últimas.

A nuestro entender, el hecho de Cantabria sea hoy región uniprovincial se debe fundamentalmente a tres razones: la primera, porque es ineludible que todavía como provincia mostró mayor interés que Burgos en preservar los elementos identitarios de tipo cultural y grupal (en parte por imitación de los modelos asturiano y vasco), la segunda, porque no existió ningún tipo de movimiento en las provincias de Palencia y Burgos que alentara una configuración regional diferente a la actual y, la tercera, porque las personas clave fueron capaces de prever las notables ventajas que suponía la creación de una región uniprovincial en el modelo de Estado que se proponía.

Las justificaciones de tipo histórico, cultural o étnico ocuparon en nuestra opinión un segundo plano; aunque evidentemente fuesen las que se argumentasen para justificar la decisión tomada. Similares justificaciones habrían podido usarse para proponer otras configuraciones regionales pero la clave es muy simple: poco importa que el modelo territorial sea injusto o fomente las diferencias entre territorios; la creación de la región de Cantabria es legítima pues aprovechó la oportunidad que otros ignoraron.
No es de extrañar que el propio Miguel Angel Revilla hiciera estas declaraciones en 2012.
En el 76, Cantabria no existía. Era Castilla la Vieja, provincia de Santander. Tuve que ir casa por casa. Me tomaban por chiflado. Y ahora parece que ha existido siempre. Eso lo patenté yo. Existía en la época de Roma, pero se había perdido el nombre. Y tenía un mar. Y nos dejamos quitar el nombre, me cago en la leche. Ahora que ha muerto Franco, dije, vamos a luchar por el nombre y después por la autonomía. Si somos cuatro gatos, decían. Coño, la mitad son Luxemburgo y es el país más rico de Europa

En similares términos a los aquí expuestos concluye Manuel Suárez Cortina que “Nadie, desde la más estricta observancia histórica, puede defender que se trata, al fin, de una autonomía ansiada de antaño por la que el pueblo cántabro y sus legítimos representantes lucharon durante décadas. […] La autonomía regional es la expresión de la voluntad regional de acceder al autogobierno que le concede la Constitución de 1978; en modo alguno el reconocimiento de éstos o aquellos particularismos y especificidades de tipo histórico. Parece oportuno recordar que cuantas iniciativas de carácter autonómico se tomaron en el pasado pasaban por la unión con Castilla”.

No es de extrañar que el abundante castellanismo de las décadas anteriores se diluyera como un azucarillo: en cuestión de pocos años se evidenció que el caballo ganador era la autonomía uniprovincial. No fueron pocos los que fueron pasando paulatinamente de un bando a otro. A ello ayudó el hecho de que los colectivos más reacios al autonomismo fuesen los que ideológicamente habían estado más cercanos al franquismo.

En todo este proceso hubo algunos hechos poco edificantes, siendo quizás el más bochornoso el que tuvo lugar el 27 de noviembre de 1981 en el Ateneo de Santander. Acogía el lugar una conferencia de Claudio Sanchez Albornoz, que fue leída en su nombre por el catedrático de historia medieval José Ángel García de Cortázar. Titulada “Cantabria, Castilla, España”, en ella el insigne historiador explicó las razones antropológicas, históricas, culturales, económicas y prácticas por las que consideraba un disparate la separación de Cantabria de una región sin la cual no tenía sentido. 

Las opiniones de Sánchez Albornoz no fueron bien recibidas por los regionalistas presentes en el ateneo santanderino. Interrumpieron a voces en varias ocasiones y lanzaron bombas fétidas con el fin de abortar la conferencia, lo que finalmente consiguieron mediante una amenaza de bomba que impidió la lectura completa y el posterior coloquio.

Fuentes:
“Antología del regionalismo en Cantabria” Benito Madariaga de la Campa
“Casonas, hidalgos y Linajes. La invención de la tradición cántabra”. Manuel Suárez Cortina.
“La Memoria histórica de Cantabria”. (1995)

martes, 7 de mayo de 2019

ALfoces y valles del Noroeste de Merindades en la Edad Moderna

 
Fragmento de mapa de finales del siglo XVIII de Tomás López en el que se aprecian las demarcaciones "en discordia" intereadas tanto en la jurisdicción de Castilla la Vieja como en la provincia de Burgos.


Repetimos aquí una reflexión que ya hacíamos con ocasión del artículo referido a estas demarcaciones en la Edad Media. Es verdad que estos alfoces y valles del noroeste no tenían una filiación castellana tan evidente como la de las vecinas Merindades, pero esto no quiere decir que esta no existiera; ni mucho menos que fuera sustituida por la de un supuesto “ámbito territorial cántabro”.

En realidad, y tal y como ocurrió en el periodo histórico anterior, esta zona entra en la Edad Moderna en cierto limbo en cuanto a su adscripción territorial. Todo parece indicar que pertenecía a esa “sección norte” de la provincia de Toro, junto con el partido de Reinosa heredero a su vez en cierta medida de la Merindad de Aguilar. Esta adscripción a Toro se extendería a Bricia con sus once aldeas, Santa Gadea con cuatro, Valdebezana con doce y Puentedey con tres (Puentedey, Brizuela y Quintanabaldo).

El valle de Hoz de Arreba por su parte estaba incluido jurisdiccionalmente en la Junta General de las Merindades, en el corregimiento establecido en Villarcayo creado en 1560. Sendos documentos de 1564 y 1574 dejan constancia de dicha inclusión, lo que indirectamente demuestra también que por aquel entonces la jurisdicción del valle era de realengo. Sin embargo, el Condestable a efectos reales tenía el control sobre dicha demarcación.

Paralelamente, En 1555 el Condestable había convencido a los seis lugares que en ese momento integraban el valle de Zamanzas (que durante algún tiempo habían pertenecido a la Junta de las siete Merindades de Castilla Vieja), para pasar a la Jurisdicción de Hoz de Arreba, con el argumento de la excesiva distancia a Medina, donde residía el alcalde de Mayor de las Merindades. El Condestable lograba así ir concentrando propiedades en el entorno del castillo de Cilleruelo, cuyo control también consiguió por aquellos años. Este señorío se acabará convirtiendo en marquesado a finales del siglo XVII.

Sus destinos estarán asociados a los de Arreba hasta su separación definitiva en el año 1779. De hecho, en el fundamento de dicha separación (y la constitución de Zamanzas como demarcación propia) estaba el recuperar la jurisdicción efectiva de realengo de que habían disfrutado con anterioridad.

En los dos siglos siguientes, estos territorios pudieron estar adscritos durante algún tiempo al partido de Reinosa, dependiente igualmente de la intendencia de Toro, mientras que la mayor parte de la posterior provincia de Santander estaba integrada en el partido de las Cuatro Villas. Cabe decir no obstante que en el censo de Floridablanca a finales del XVIII ya se establece una desvinculación entre estos valles y alfoces y el partido de Reinosa, ya que los mismos ya aparecen incorporados a Burgos.

En relación con esto nos parece importante aportar la respuesta que envió la vicaría de Cejancas a las averiguaciones realizadas por Tomás López para el desarrollo de su cartografía del reino. En la misma se procede a adscribir a Burgos no sólo los territorios que algunos se empeñan en asociar con la entonces inexistente provincia de Santander, sino algún que otro pueblo que ahora está en la mencionada provincia (Esta vicaría de Cejancas probablemente tuviera un origen plenomedieval, tal y como apunta la Doctora Mª del Carmen Arribas Magro):

“digo que esta bicaria se alla situada en las Montañas de Burgos a su norte, tirando algo hacia occidente, a doce leguas de su capital, que es Burgos. Confina al norte con el monte Carrales y parte de la vicaría de Val de Zamanzas; al Mediodia, la vicaría de Santa Cruz; al oriente, bicaría de dicho Zamanzas y rio Ebro; al Occidente, monte Ygido y partido de Reinosa. Contiene veinte y quatro lugares con tres villas que son Orbanexa, Espinosa y Santa Gadea.

Su capital es barrio de Bricia, situada al pie de una atalaya mui biexa. Se alla dicha vicaría dentro de tres jurisdicciones que son Alfoz de Bricia, situado en una llanura de dos leguas rodeada de altos cerros, y comprende los lugares siguientes: la billa de Espinosa, Campino, Bricia, Villanueva – este se alla en un oio rodeado de unas rocas y montes, Renedo y Barrio. Todos estos lugares se allan situados encima del cerro que rodea la citada llanura en la que se cree estuvo aquella antigua Brigancia (Juliobriga).
“Los otros pueblos se allan situados al Oriente de dicho Alfoz de Bricia debaxo unas rocas mui elevadas, a orilla del rio Ebro, y son la villa de Orbanexa, Escalada, Quintanilla de Escalada y Turzo.
Los otros lugares se allan al occidente de dicho alfoz en unas ballejadas montuosas y quebradas por la banda de el medio dia: Lomas, Billamediana, Cexancas. 

 
Al occidente se allan, al pie de el monte Ygedo: Rupanero, Ruanales. Al Norte, Montexo, Ygón, la villa de San Gadea, y bolviendo por la parte del norte se allan, bajo al lado del medio día, Allendeloyo, Quintanilla de Rucandio, Soto y Rucandio. Estos se llan situados bajo un cerro que los rodea por el norte y oriente. Y encima de dicho cerro se allan de rocas mui elevadas, a manera de pirámides que llaman, la una, el castro de Quintanilla y otra en el Castro de Barrio.

No es de extrañar por tanto que en el Mapa de la provincia de Burgos existente en el Archivo Municipal de Burgos elaborado por el mencionado Tomás López estas demarcaciones se integren en la provincia de Burgos. De hecho es destacable comprobar el grado de similitud existente entre los límites mostrados en ese mapa y los actuales (salvo en lo referente al valle de Mena, por las razones que hemos indicado anteriormente). Es más, en otro mapa existente en este mismo archivo, este sí fechado en 1784, y que parece ser una fracción del anterior, estos municipios ya estaban vinculados a Sedano, como lo estarían concluido el proceso de división provincial.

En todo caso, no hay que olvidar que el partido de Reinosa no participó de los movimientos junteros "protocántabros" del siglo XVIII, y hasta las últimas fases del proceso de constitución provincial (a partir de 1820) no se incorporó a la provincia de Santander. Una de las principales razones de esta incorporación no tenía mucho que ver con el “montañesismo” de Reinosa; sino con el hecho de que durante un tiempo se especuló con la posibilidad de que no se crease la provincia de Palencia y los territorios de la misma se repartieran entre las provincia cercanas.

De hecho, este partido no aparece ni en la provincia marítima de 1801, ni en la primera versión de la distribución de los partidos de la provincia de Santander aprobada por las cortes mediado el año 1821. Curiosamente es este el único documento oficial, aunque provisional, en el que las demarcaciones burgalesas del noroeste aparecen adscritas a Santander, aunque asociadas al partido de Ontaneda.

También es curioso que esta división estuviese basada en una propuesta de la propia Diputación de Santander, en la que tampoco estaban integradas estas circunscripciones en Reinosa. Es decir, aunque ahora algunos reclamen la “ascendencia cántabra” de estos municipios por su vinculación a Reinosa, la propia diputación de Santander no tuvo reparos en separarlas del partido centralizado en la capital campurriana cuando se pensaba que el mismo podría ir para Palencia.

Sin embargo, cuando la comisión termina sus trabajos finalizando el año, el correspondiente decreto de las cortes determinará la asignación del partido de Reinosa a la nueva provincia; pero como los Ayuntamientos de Arreba, Bricia, Soncillo Santa Gadea y Zamanzas, ya habían sido disociados de dicho partido (tanto en las últimas décadas del XVIII como también en cierta medida a iniciativa de Santander) la delimitación del resto del norte burgalés en función de la línea natural de cumbres dejará camino aún más expedito, si no lo estaba suficientemente antes, para que esas demarcaciones permanezcan en Burgos integradas en el partido de Sedano.

No podemos ignorar el documento del año 1838 en el que las jurisdicciones de Valdebezana, Hoz de Arreba, Zamanzas, Alfoz de Bricia y Alfoz de Santa Gadea piden reincorporarse a la provincia de Santander, es real y obedece a un deseo que al menos en ese momento existía.

No obstante, no encontramos lógica parte de la argumentación utilizada en el escrito. Se aduce que "siempre han pertenecido a la provincia de Santander". No podemos entender esta afirmación; según acabamos de desarrollar, aunque históricamente estos territorios tuvieron vinculación (no exclusiva) con Reinosa, la vinculación con Santander se extendió como mucho dos años escasos, y de la manera que acabamos de comentar. Anteriormente a 1821 Reinosa no pertenecía a ninguna provincia de Santander (como no fuera, si acaso, la constituida temporalmente durante la Guerra de la Independiencia), y posteriormente a 1822 (y en cierta medida, también antes) la adscripción de estos valles siempre fue con Burgos.

Desconocemos las razones últimas de esa solicitud, ni si ese deseo tuvo prolongación en los años siguientes; sólo queremos apuntar que de haber tenido éxito obviamente esos valles de noroeste hubiesen dejado de pertenecer tanto al partido de Sedano como a las Merindades de Castilla Vieja, demarcaciones éstas cuyo burgalesismo desde el punto de vista histórico está fuera de toda duda.

Fuentes:
"Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea Los valles de Bezana y de Zamanzas". Mª del Carmen Arribas Magro (2017)
"Las Merindades de Burgos según las relaciones geográficas enviadas a Tomás López". Roberto Alonso Tajadura (2016).


Los Mayos y las Mayas

 
La "maya" en las Machorras durante la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves


La costumbre de “pingar Mayos”, que se celebra en varios pueblos serranos burgaleses, consiste en la selección del árbol más alto del monte, generalmente un pino, su tala y transporte al centro del pueblo y su erección con el esfuerzo y colaboración de los mozos (hoy en día de todo el que tiene ganas de echar una mano). Recibe tal denominación porque se realiza con la entrada de dicho mes, generalmente el primer fin de semana.

Esta costumbre tiene evidentes connotaciones fálicas y sociales, además de suponer, al menos en origen, un rito iniciático del paso de la juventud a la madurez. También se relaciona con un antiguo culto primaveral en el que con la presencia de este árbol, otro ejemplo de dendrolatría, se pretendía propiciar la prosperidad de cosechas y ganados, así como la fecundidad de las mujeres.

Lo que no es muy conocido es que esta costumbre también existía en algunos pueblos del norte burgalés (tenemos indicios de su existencia en el Alfoz de Santa Gadea), conservándose sólo en la localidad de Las Machorras. Esta variante, que recibe el nombre de Maya, no tiene lugar en mayo sino con ocasión de las fiestas locales (en el caso de Las Machorras durante su afamada fiesta de Las Nieves) y el árbol es sustituido con otro más acorde con la vegetación local (en el caso de Las Machorras, un haya a la que se retira la corteza). En realidad, la fiesta de las Mayas también se celebra en diversas localidades de Asturias y Cantabria.

Lo cierto es que este rito, con sus diferentes variantes, está relativamente extendido por España y Europa. Dentro de Castilla y León lo encontramos en comarcas de todas las provincias. En la comarca de La Toscana la expresión “appicare il maio ad una porta” significa lograr la conquista de una mujer.

El valle de Mena y su vinculación con Santander al final de la Edad Moderna


Característico paisaje del valle de Mena

Tal y como hemos comentado anteriormente, el valle de Mena es el único territorio burgalés que aparecía claramente asociado al llamado Bastón de Laredo a finales del siglo XVIII. Se da la circunstancia de que fue este mismo territorio el que apareció integrado en la provincia vecina en el dictamen definitivo de la comisión de las cortes para la División del territorio, en 1822. Una década más tarde, en el mapa provincial definitivo diseñado por Javier de Burgos, este fue el único territorio “norteño” en el que se experimentaron variaciones, pasando a partir de entonces a integrarse en nuestra provincia. Este hecho ha dado pie a que algunos sectores “cantabristas” critiquen esta modificación tachándola de arbitraria y antihistórica. Al respecto queremos hacer algunas aportaciones. 

En primer lugar queremos recordar que en ningún momento ese Bastón de Laredo fue independiente de la intendencia y provincia de Burgos. Y especialmente y en particular los Valles de Mena y Tudela tampoco parecieron sentirse especialmente vinculados a la citada demarcación. Esta situación se refleja en extensa respuesta dada a Tomás López desde el Valle de Mena, con título "Noticia histórico corográfica del M. N. y R. Valle de Mena". (texto al que hemos hecho referencia con anterioridad en un contexto harto diferente). El texto es atribuido a Don José Manuel de Vivanco y Angulo, abad de Vivanco, quien lo redactaría hacia 1795. En el mismo se menciona de manera breve pero clara que:
“En el día se halla agregado este Valle al Bastón de Laredo en lo militar, con pertenencia en lo demás a la provincia de Castilla la Vieja” 

También nos resulta bastante revelador que en el censo impulsado por Floridablanca el valle de Mena responda de forma independiente a la respuesta del propio Bastón. En el Archivo Municipal de Burgos hemos encontrado ambos legajos. Mientras que Laredo envía una primera respuesta el 13 de abril de 1785 pidiendo más tiempo; y no contesta definitivamente hasta julio, el valle de Mena hace llegar un documento independiente fechado en 9 de abril de 1785. En dicho documento aparece sin ningún pudor la filiación con la provincia de Burgos y no aparece mencionado el Bastón de Laredo. 

Quizás el hecho de que el Valle de Mena aparezca en la versión de 1822 incluido dentro de la provincia de Santander tenga mucho que ver con que décadas antes el valle fuera integrado en la Diócesis correspondiente, en una interpretación "estricta" del concepto de vertiente hacia el mar. Al respecto cabe decir que los habitantes del valle no fueron indiferentes a dicha decisión. Existe constancia de los habitantes de Mena redactaron en 1749 un memorial protestando por dicha decisión. Entre los argumentos pesaba, como no podía ser de otra manera, la dificultad de comunicación con Santander (curiosamente el mismo tipo de argumento que se usó para la creación de la nueva diócesis):

"El camino de Mena a Burgos es el más cómodo. Con posadas, seguridad y compañía. El de Mena a Santander es desierto, asperísimo e impenetrable aún para caballerías, sin otro pan que el de maíz y éste cocido en el hogar poco antes de comer, sin más posadas, singularmente en los inaccesibles montes de Pas, que algunas pobres y dispersas cabañas, que no logran otro manjar que el de la leche o el suero, único alimento de los que lo habitan".

Avanzando cronológicamente, aunque aparentemente los cambios experimentados entre la propuesta de 1822 y la división definitiva de 1833 parecen provenir de la nada, el caso es que en este periodo sí que se desarrollaron trabajos para la mejor organización del territorio; trabajos que comenzaron ya en 1825 y en los que participaron incluso expertos provenientes del periodo liberal. Sin duda Javier de Burgos conoció y tuvo en cuenta los resultados de estas iniciativas a la hora de realizar los ajustes respecto a la propuesta de 1822. 

En este contexto, volvemos a remitirnos al Archivo Municipal de Burgos. En el mismo existe un expediente relativo a la división de la provincia de Burgos en Corregimientos y subdivisión en Alcaldías Reales de acuerdos a la Real Orden de marzo de 1829.

En este expediente aparece una solicitud de la Chancillería de Valladolid en la que se solicita información detallada de determinadas demarcaciones de la provincia de Burgos acerca de las cuales existía poca información o ésta resultaba confusa. Anexa a dicha solicitud están las respuestas dadas por los diferentes alcaldes y corregidores. Nos resulta representativo que en el expediente aparezcan las respuestas relativas al Valle de Mena (no así las de las circunscripciones de peñas al mar) y que además sean suministradas por el Corregidor de Villarcayo, junto a otras correspondientes a otros emplazamientos de Merindades. Todo ello nos parece una evidencia bastante consistente de que se estaba planificando que el valle de Mena se integrase en Burgos, como así sucedió finalmente.

En definitiva, no vemos demasiado fundamente en las tesis que defienden que el Valle de Mena históricamente estaba más vinculado a Santander que a Castilla la Vieja y Burgos. 

Fuentes:
Archivo Municipal de Burgos
Historia de las Diócesis Españolas. Burgos-Osma-Soria-Santander.
Provincias y Diputaciones. La construcción de la Cantabria contemporánea. (1799-1833). Manuel Estrada Sánchez. (2006).

La "Cantabria burgalesa" y la "segovia Burgalesa"

Antigua villa fortificada de Haza

Cierto sector del cantabrismo actual tiende a “dar la brasa” en relación a que algunos territorios del norte burgalés deberían pertenecer a Cantabria porque en “ciertos borradores” de “ciertos momentos” del proceso de concreción de la distribución provincial, dichos territorios aparecían asignados a Santander. Queremos comparar esta situación con la que existía respecto a los límites entre Burgos y Segovia. 

Esta última ciudad existe desde antiguo, y obviamente tenía su representación en Cortes. Fruto de este hecho también se constituyó en provincia fiscal, al igual que Burgos, en el siglo XVI, momento en el que la provincia de Santander no era siquiera un proyecto. Por el “censo de los millones”, de 1591, al que ya hemos hecho referencia con anterioridad, sabemos los límites que se establecieron entre las dos provincias.

Resulta que de la lectura de dicho documento se desprende que pertenecían a la provincia de Segovia buena parte de las localidades situadas al sur del Duero, salvo Fuentenebro, Berlangas, Nava de Roa, Campillo de Aranda, Torregalindo, Fuentespina, Vadocondes y Fresnillo de las Dueñas. Incluso al norte de esa línea era de Segovia Peñaranda de Duero. En total pertenecían a Segovia cuatrocientos kilómetros cuadrados del actual Burgos (frente a los doscientos y poco del noroeste que pertenecían, no a Santander que no existía, sino a Toro). 

Mapa del límite entre Segovia y Burgos elaborado por Tomás López a finales del siglo XVIII


En el censo de Floridablanca, doscientos años más tarde, se recuperan para Burgos parte de estos territorios, aunque muchos de los pueblos siguen perteneciendo a Segovia (Milagros, Pardilla, Santa Cruz de la Salceda, Adrada de Haza, Valdezate, Fuentelcésped, Fuentelisendo, Fuentemolinos…). 

Aún más, en las conclusiones definitivas de la comisión de las cortes para la división del territorio se vuelve a proponer la inclusión en Segovia de todos los territorios al sur del Duero y no será hasta la aprobación del decreto de Javier de Burgos cuando el límite entre Segovia y Burgos quedará como le conocemos actualmente.

¿Alguien sabe de grupos segovianos que reclamen para dicha provincia dichos territorios dados estos antecedentes? ¿Alguien sabe de grupos segovianos que reclamen dichos territorios diciendo que las fronteras geográficas de esa zona son poco marcadas o que por ejemplo la zona de Moradillo de Roa tiene que ver más con Sacramenia que con Burgos ciudad?. ¿Alguien ha oído hablar del “Burgos segoviano” o de la “Segovia burgalesa”?. 

No, lo que pasa es que todo estas cosas no tienen nada que ver ni con la historia, ni con la etnografía, ni con disputas territoriales de hace dos siglos o incluso más, sino con la derivas nacionalistas de ciertos regionalismos que tienen en la mente la “recuperación” de sus inventados “países cántabros”.

Fuentes:
"Historia de Burgos" Caja de Ahorros Municipal.
"Génesis histórica de la provincia de Burgos y sus divisiones administrativas". Gonzalo Martínez Diez. (1983).