Imagen otoñal del valle de Valdebezana, con el hayedo de Carrales en primer plano. |
Es verdad que los alfoces y valles del noroeste (Santa Gadea, Bricia, Valdebezana, Arreba, Zamanzas y Manzanedo, aunque no todos en igual medida) no han tenido una vinculación histórica tan evidente con Castilla y con Burgos como el resto de las Merindades. Sin embargo, queremos hacer dos puntualizaciones al respecto.
La primera, que esta escasez (que
no ausencia) de registros que demuestren esa vinculación no viene aparejada de
una vinculación a otro “supraterritorio” que de alguna manera se pudiera relacionar con lo que luego se conocería como Cantabria. Más bien se puede decir que estos alfoces y valles
quedaron durante muchas épocas en una especie de “limbo” administrativo.
La segunda, que si desde fechas modernas estos lugares se sienten vinculados al resto de Merindades, esto trae aparejada su vinculación con Burgos y, por extensión, con Castilla, ya que la una cosa no se puede entender sin la otra. En todo caso, ahondaremos sobre estos temas en este y en próximo artículos.
La segunda, que si desde fechas modernas estos lugares se sienten vinculados al resto de Merindades, esto trae aparejada su vinculación con Burgos y, por extensión, con Castilla, ya que la una cosa no se puede entender sin la otra. En todo caso, ahondaremos sobre estos temas en este y en próximo artículos.
En primer lugar queremos hacer
notar el importante número de propiedades en esta zona que el conde Sancho
García, en 1011, pone en manos de su hija Tigridia en la refundación del
monasterio de Oña: se trata nada menos que de los lugares de Arija, Quintanilla
de Santa Gadea, Santa Gadea, San Pedro de Celada, Arnedo, Villamediana de San
Román, El Cuerno, Cilleruelo de Bezana, San Vicente de Villamezán, Villanueva
de Carrales y Torres. Ya pusimos de relieve en un artículo anterior el
efecto centralizador que tenían estos grandes centros monacales sobre los
lugares que quedaban bajo su jurisdicción.
Creemos que un primer paso hacia
una dinámica histórica diferenciada en estos territorios tuvo lugar no muchos
años más tarde, en el momento de la división del antiguo condado de Castilla
entre los hijos de Sancho III el Mayor. Al contrario de lo que ocurrió en el
resto del tercio norte de Burgos, los espacios ubicados al oeste del alfoz de
Arreba quedaron bajo el control de Fernando I. Aunque esta situación se
prolongó sólo durante unas pocas décadas, debió tener cierta influencia sobre
el hecho de que fuesen aproximadamente estos mismos territorios los que se
integrasen en la Merindad de Aguilar, en lugar de la Merindad de Castilla la
Vieja como ocurrió con sus vecinos orientales.
Pero el momento clave parece producirse algo después. Tal y como indica la Doctora Arribas Magro, las
jurisdicciones que en la Plena Edad Media se integraron en la Merindad de
Aguilar fueron, enseguida, donadas al estado nobiliario, pasando a formar parte
de la jurisdicción señorial de Don Tello, hijo de Alfonso XI, que heredarán los
Manrique a través de don Juan Téllez, y de su hija Aldonza casada con un
Manrique. Ello hará que la mayor parte de las mismas se vean sujetas durante
los siglos venideros al férreo control señorial, impidiendo (o dificultando
sobremanera) que tuvieran una trayectoria histórica equivalente a las de los
vecinos territorios de las Merindades.
Repetimos, se integraron en la
Merindad de Aguilar, no en la de Asturias de Santillana, en cuyo caso quizás,
sólo quizás, se podría haber hablado de una vinculación hacia la vertiente
Cantábrica. En todo caso, tanto una como otra estuvieron integradas en la
Merindad Mayor de Castilla, con capital en Burgos.
Merindades de la Merindad Mayor de Castilla. Falta la Merindad de Logroño. Fuente: Gonzalo Martínez Díez: Libro Becerro de las Behetrías (Imagen y subtexto tomada de areapatriniani.blogspot.com) |
Fuentes:
“Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen
Arribas Magro (2016)
“Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los
valles de Bezana y Zamanzas”. Mª del Carmen Arribas Magro (2017)