martes, 18 de diciembre de 2018

Los alfoces y valles del noroeste de Burgos durante la Edad Media

Imagen otoñal del valle de Valdebezana, con el hayedo de Carrales en primer plano.

Es verdad que los alfoces y valles del noroeste (Santa Gadea, Bricia, Valdebezana, Arreba, Zamanzas y Manzanedo, aunque no todos en igual medida) no han tenido una vinculación histórica tan evidente con Castilla y con Burgos como el resto de las Merindades. Sin embargo, queremos hacer dos puntualizaciones al respecto.

La primera, que esta escasez (que no ausencia) de registros que demuestren esa vinculación no viene aparejada de una vinculación a otro “supraterritorio” que de alguna manera se pudiera relacionar con lo que luego se conocería como Cantabria. Más bien se puede decir que estos alfoces y valles quedaron durante muchas épocas en una especie de “limbo” administrativo. 

La segunda, que si desde fechas modernas estos lugares se sienten vinculados al resto de Merindades, esto trae aparejada su vinculación con Burgos y, por extensión, con Castilla, ya que la una cosa no se puede entender sin la otra. En todo caso, ahondaremos sobre estos temas en este y en próximo artículos.
En primer lugar queremos hacer notar el importante número de propiedades en esta zona que el conde Sancho García, en 1011, pone en manos de su hija Tigridia en la refundación del monasterio de Oña: se trata nada menos que de los lugares de Arija, Quintanilla de Santa Gadea, Santa Gadea, San Pedro de Celada, Arnedo, Villamediana de San Román, El Cuerno, Cilleruelo de Bezana, San Vicente de Villamezán, Villanueva de Carrales y Torres. Ya pusimos de relieve en un artículo anterior  el efecto centralizador que tenían estos grandes centros monacales sobre los lugares que quedaban bajo su jurisdicción.

Creemos que un primer paso hacia una dinámica histórica diferenciada en estos territorios tuvo lugar no muchos años más tarde, en el momento de la división del antiguo condado de Castilla entre los hijos de Sancho III el Mayor. Al contrario de lo que ocurrió en el resto del tercio norte de Burgos, los espacios ubicados al oeste del alfoz de Arreba quedaron bajo el control de Fernando I. Aunque esta situación se prolongó sólo durante unas pocas décadas, debió tener cierta influencia sobre el hecho de que fuesen aproximadamente estos mismos territorios los que se integrasen en la Merindad de Aguilar, en lugar de la Merindad de Castilla la Vieja como ocurrió con sus vecinos orientales.

Pero el momento clave parece producirse algo después. Tal y como indica la Doctora Arribas Magro, las jurisdicciones que en la Plena Edad Media se integraron en la Merindad de Aguilar fueron, enseguida, donadas al estado nobiliario, pasando a formar parte de la jurisdicción señorial de Don Tello, hijo de Alfonso XI, que heredarán los Manrique a través de don Juan Téllez, y de su hija Aldonza casada con un Manrique. Ello hará que la mayor parte de las mismas se vean sujetas durante los siglos venideros al férreo control señorial, impidiendo (o dificultando sobremanera) que tuvieran una trayectoria histórica equivalente a las de los vecinos territorios de las Merindades.

Repetimos, se integraron en la Merindad de Aguilar, no en la de Asturias de Santillana, en cuyo caso quizás, sólo quizás, se podría haber hablado de una vinculación hacia la vertiente Cantábrica. En todo caso, tanto una como otra estuvieron integradas en la Merindad Mayor de Castilla, con capital en Burgos.
Merindades de la Merindad Mayor de Castilla. Falta la
Merindad de Logroño. Fuente: Gonzalo Martínez Díez:
Libro Becerro de las Behetrías (Imagen y subtexto tomada de areapatriniani.blogspot.com)

Fuentes: 
“Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y Zamanzas”. Mª del Carmen Arribas Magro (2017) 

jueves, 13 de diciembre de 2018

El carácter estructurador de las vias hacia el Mar

Santander a finales del siglo XVI según un grabado de Joris Hoefnagel. En esta imagen, la más antigua que se conserva de la localidad, se comprueba que por entonces Santander seguía siendo una pequeña villa marinera. Fuente: Instituto Geográfico Nacional

Alfonso VIII, en paralelo a la estructuración del reino en Merindades mayores, fundó cinco vías marineras en el litoral de la actual Cantabria: Castro Urdiales, Santander, Laredo, San Vicente de la Barquera y San Martín de la Arena (vinculada a Santillana del Mar). Estas fundaciones, junto con la creación de pueblas en Frías y Medina, y la integración de todas estas unidades dentro de la Merindad Mayor de Castilla (con capital en Burgos) impulsaron el tráfico de mercancías entre los puertos del norte y el resto de Castilla; así como una integración más efectiva de la costa con la meseta. La ciudad de Burgos adquirirá, desde el siglo XII, una prestancia indiscutida desde el Cantábrico hasta más allá del Duero.


Esta situación se prolongará a lo largo de los siglos posteriores, de modo que será el tráfico marítimo estimulado desde Burgos el que permita el desarrollo de las principales localidades costeras de la actual Cantabria. La concesión en 1494 del consulado del Mar a la ciudad de Burgos vendría a culminar el proceso del dominio del comercio por parte de Burgos. 
Irónicamente, será el paulatino éxito de este modelo comercial costero (principalmente el de la ciudad de Santander) la principal causa (y no otra) de que algunos siglos más tarde todo este sector adquiera suficiente entidad como para poder reclamar su separación de la provincia de Burgos. Pero esta es otra historia que contaremos en su momento. 
Por otro lado, las entidades religiosas jugaron un destacado papel político–fiscal en la integración de las villas costeras del norte marítimo en el conjunto articulado del obispado burgalés. La iglesia-catedral, primero, y los monasterios de San Juan, Las Huelgas y el Hospital del Rey posteriormente, recibieron de los reyes importantes atribuciones sobre Laredo, Castro Urdiales o Santander. 
Un ejemplo lo tenemos en los privilegios concedidos por Alfonso VIII a la iglesia catedral en 1182: “Yo, Alfonso, por la gracia de dios rey de Castilla y de Toledo, doy y concedo a Dios y a la iglesia burgalesa de Santa María los diezmos de todo el portazgo del puerto de Santander, de todas las mercancías que lleguen al citado puerto por tierra y por mar, y diezmo del portazgo de Castro Urdiales,
si por ventura algunos barcos descargaran en otros puertos del obispado de Burgos, la misma iglesia y su obispo y cabildo burgaleses reciban el diezmo del portazgo de todas las mercancías que arribasen a estos puertos, como si del puerto de Santander se tratara”.

Fuentes:
“Historia de Burgos”. VVAA. Diario 16 de Burgos. (1993) 
“Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“De la Montaña a Cantabria. La construcción de una Comunidad Autónoma”. Alfonso Moure Romanillo. Manuel Suárez Cortina. (1995)

lunes, 10 de diciembre de 2018

La creación de Las Merindades en el norte de Burgos

Durante el proceso de constitución de las Merindades Mayores, el territorio de las Siete Merindades y los valles se integró en la Merindad Mayor de Castilla Vieja y, por el contrario, los alfoces de Bricia, Santa Gadea y Bezana y parte de Valdeporres (Puentedey, Quintanabaldo y Brizuela) se integraron en la Merindad Mayor de Aguilar. Este hecho produjo una dinámica histórica diferenciada de los territorios que mencionamos en segundo lugar, y que comentaremos en artículos específicos.

Resulta importante resaltar el hecho de que la consideración jurídica que tuvieron la mayoría de los lugares de la Merindad de Castilla la Vieja (al menos en su vertiente burgalesa) fue la behetría, circunstancia que consideramos es prueba palpable del mantenimiento y existencia del arcaico derecho a elegir a sus propios jefes. En las Behetrías la jefatura no significaba ni propiedad, ni jurisdicción señorial, sino que se trataba de un poder que emanaba de los concejos y se delegaba en el “merino”, el pastor del grupo, como delegado del rey.


Fragmento de la primera página dedicada a la Merindad de Castilla Vieja en el libro Becerro de las Behetrías (siglo XIV)
Las Siete Merindades y el valle de Mena mantuvieron el señorío jurisdiccional regio pese a la imposición forzada de los Velasco de un “pseudo señorío”. Sin embargo, la población mantuvo viva la conciencia de que las merindades pertenecían a la jurisdicción regia. Tanto que las Merindades presentarán quejas, pleitos…y finalmente se levantarán en armas en 1520, para lograr que hacia mediados del siglo XVI el rey eliminase el nombramiento de merino mayor de la familia Velasco; sustituyéndolo por el cargo de corregidor. 
Por otro lado, cabe decir que el concepto territorial de merindades coexistirá con el sistema de alfoces durante un tiempo; e incluso este último no llegará a desaparecer del todo, transformándose en buena medida en los “partidos” posteriores. De hecho, la mayor parte de las jurisdicciones merineras permanecerán casi inmutables a lo largo del resto de la Edad Media llegando hasta nuestros días con muy ligeros cambios en su nomenclatura, si bien los lugares que componen algunas de ellas variarán en el siglo XVI. Así, en 1350 en la Merindad Mayor de Castilla ya figuraban como menores, y de realengo, las de Castilla-Vieja, Sotoscueva, Valdeporres, Valdivielso, Montija, Cuesta Urria y Losa.
En realidad, el proceso de integración de alfoces en Merindades Menores se produjo en todo el territorio de la provincia; por ejemplo la propia Merindad de Burgos con Rio Ubierna se forma como el resultado de la suma de cuatro alfoces: Burgos, Ubierna, Moradillo y Siero.

Fuentes: 
“Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“Historia de Burgos” VVAA. Caja de Ahorros Municipal de Burgos (1985)

La Merindad Mayor de Castilla y sus merindades Menores

Los orígenes de la Merindad Mayor de Castilla (a la que podemos considerar el segundo antecedente de la provincia de Burgos) remiten a los últimos decenios del siglo XI, pero no estará conformada hasta la segunda mitad del siglo XII. Es Alfonso VIII el que da el impulso definitivo al sistema de Merindades.

Burgos será cabeza de una de esas merindades; nada menos que la llamada Merindad Mayor de Castilla que se extendía por más de 30000 km2 entre el Cea y la frontera con el reino de Navarra, entre el Duero y el mar Cantábrico, comprendiendo en ella la totalidad de las provincias actuales de Cantabria y Palencia, así como la mayor parte de las de Burgos y Valladolid, y algunos territorios limítrofes de las hoy provincias de León, Soria, Álava, Logroño y Asturias. 


Adaptado del mapa de las Merindades Menores burgalesas, según E. González Diez.


En este periodo se contempla también la consolidación de 19 merindades menores puestas bajo la autoridad del Merino Mayor de Castilla. Aunque de sus atribuciones escapa la estrictamente judicial, estos delegados regios se alzan como los máximos responsables del orden público en sus circunscripciones. De esas 19 merindades menores, 11 se extendían total o parcialmente sobre tierras burgalesas, entre ellas, Castilla Vieja (que integraba todas las merindades salvo la parte más noroccidental), Burgos con Ubierna (que llegaba a todo el valle de Sedano) y Villadiego (que incorporaba todo el territorio de Las Loras). La división territorial en merindades, tanto mayores como menores, continuó plenamente vigente hasta el siglo XVI, y en algunos aspectos administrativos o judiciales será todavía utilizada en el siglo XVII y aún en el XVIII. 
Fuentes:
 “Historia de Burgos”. VVAA. Diario 16 de Burgos. (1993)
“Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016)
“Génesis Histórica de la Provincia de Burgos y sus divisiones administrativas” Gonzalo Martínez Diez (1983)

El Obispado de Burgos como centro vertebrador del territorio



A partir del año 1068 el nuevo obispado de Burgos integrará dentro de su diócesis los territorios de las antiguas sedes de Valpuesta y Oca, así como la parte del obispado de Oviedo correspondiente a la Asturias de Santillana. Este ente con capitalidad en la ciudad del Arlanzón, inalterado durante un periodo de siete siglos, se convertirá en una de las principales fuentes de homogeneización del territorio. 
Así podemos leerlo en el texto de la “Historia de Burgos” editado por el desaparecido Diario 16: “La institución que mejor supo expresar y potenciar la asimilación horizontal de un auténtico “territorio burgalés” fue el obispado. Por encima de cualquier otra instancia política surge con fuerza, desde mediados del siglo XI, la figura del obispo, cuya ubicación en la ciudad de Burgos en 1075 trasluce la fusión de dos territorios norteños de trayectorias paralelas: el de los valles orientales, a través de las sede Valpuesta-Oca y el de los occidentales, con las sedes Amaya-Sasamón-Muñó.
La erección de la sede episcopal en la ciudad de Burgos simboliza, pues, la convergencia de dos historias paralelas y sienta las bases de los que a partir de ahora, podemos comenzar a llamar con relativa propiedad región burgalesa. Esta urbe se convierte en centro vital de un amplio territorio que en el concilio de Burgos de 1136 queda limitado por unas líneas que corresponden al territorio de las actuales provincias de Cantabria y Burgos, ampliado en buena medida en todas las direcciones. 
Todo este territorio queda integrado orgánicamente en una red de circulación de corrientes espirituales y materiales que se plasman en la constitución de abadías, arcedianatos y parroquias. El obispado supera a la mera noción de vecindad de espacios inconexos, como los que conformaban el condado de Castilla. Estamos en definitiva, como reconoce Ortega Valcárcel, ante un auténtica región burgalesa medieval.”
Por la parte norte la diócesis burgalesa se extendía por el Cantábrico desde Portugalete hasta el río Deva. Este segundo límite, que lo separaba del obispado de Oviedo, quedaba ya determinado en un documento de Sancho II de 1068 y en una bula de Urbano II de 1099. Desde la zona de Liébana venía a buscar la zona de Mave y el río Pisuerga, integrando ampliamente el territorio correspondiente a la actual provincia de Burgos.

Fuentes:
“Historia de Burgos”. VVAA. Diario 16 de Burgos. (1993) 
“Historia de Burgos” VVAA. Caja de Ahorros Municipal de Burgos (1985)

lunes, 26 de noviembre de 2018

La importancia de Oña y otros monasterios en el mantenimiento de los vínculos de Merindades con Castilla

El Monasterio de Oña se funda (o se refunda) en el año 1011, y durante los primeros siglos de su existencia será uno de los más importantes de Castilla y tendrá fuertes vinculaciones con la corte. El formato de creación, por parte del conde Sancho García en favor de su hija Tigridia se parece mucho al infantado que había creado su padre García Fernández en favor de sus hermanas en Covarrubias.

Monasterio de Oña

La mayor parte de sus propiedades las obtiene precisamente en el acto de creación, y es de reseñar el gran número de las mismas situadas en las actuales Merindades. Hay que destacar la importante zona de pastos de los montes de Pas; las situadas en las zonas de los alfoces de Santa Gadea y Bezana, en el entorno de Espinosa, en el valle del Nela hasta su entrada en los llanos de Castilla, en Castilla Vieja y en Valdivielso.



Por su parte otro importante monasterio castellano, San Millán de la Cogolla, también tenía importantes posesiones en Merindades: Mena, Angulo, Herrán… eran algunas de las zonas de en las que tenían influencia.

Como ha señalado García de Cortázar: "la instalación y expansión exitosa de monasterios “de Montaña”, como San Salvador de Oña y San Millán de la Cogolla, significan y expresan la vinculación de las zonas más pegadas a la tradición ganadera en la cultura cerealística, cultura que previamente había prendido en los llanos. Los mismos dominios de estos y otros monasterios (Cardeña, Arlanza, Silos) simbolizan, en su mera expresión geográfica, la realidad de una integración de multitud de lugares, repartidos por grandes espacios, en una onda de pautas e intereses económicos, religiosos y culturales comunes, con un centro definido jurídica, social y religiosamente y una cadena jerárquica perfectamente establecida entre este centro y cada uno de los núcleos que componen ese dominio. "

En definitiva, los vínculos del norte burgalés con algunos de los monasterios más importantes de Castilla van mucho más allá de su proximidad geográfica o su adscripción administrativa a un determinado territorio.

Fuentes:
 “Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“Historia de Burgos” VVAA. Diario 16 de Burgos. (1993)

domingo, 25 de noviembre de 2018

Interesantes registros documentales del Monasterio de Oña (siglos XI-XIII)


En relación a la castellanidad del actual territorio de Merindades, durante el periodo central de la Edad Media encontramos en la documentación conservada del Monasterio de Oña interesantes referencias, de las que comentaremos algunas.


En el documento de fundación de la Abadía de Tabliega y donación del mismo al Monasterio de Oña (año 1032) se puede leer en un momento determinado esta expresión “si por auentura el abbad de Oña uiniere a Castilla”. El uso de esta fórmula demuestra que desde el punto de vista del declarante Tabliega (junta de Traslaloma) formaba parte del ámbito geográfico de Castilla y Oña no. Es decir, que aún tenía la referencia mental de la Castilla primitiva pese a que desde hace décadas ya se la conocía como “Castella Vetula”.

En las fórmulas oficiales de cierre de documentos, en los que se cita a los gobernantes del momento, encontramos para este periodo ejemplos como el siguiente (año 1043) “Reynaba don Garcia y doña Stephania in Pampilona et in Alaba et in Castella Vetulla et in Najera, et euis frater Fredinandus , in Legione et in Burgos”. Aparece por tanto de forma inequívoca Castilla la Vieja como referente territorial de la zona.

En los documentos inmediatamente posteriores, la fórmula es la siguiente: “Reinante el rey don Alfonso en Leon e en Burgos” (documento del año 1084).

En un documento del año  1131 se produce una donación en la que la propietaria da al monasterio de Oña toda la heredad que tiene “desde Argomedo usque in Petralata”. Según la doctora Arribas Magro esta expresión: “Desde Argomedo (Valdebezana) a Petralata (en las cercanías del Portillo del Busto)” viene a significar que para los interlocutores ambos puntos eran los extremos de un ente territorial con características propias, coincidiendo a rasgos generales con el actual territorio de Merindades.

En los documentos de las décadas siguientes en la fórmula de cierre ya no se hace referencia únicamente a los reyes, sino también a los tenentes o alcaides, y de nuevo el ente territorial de referencia vuelve a ser Castella Vetula. Ponemos aquí algunos ejemplos:

 (año 1182) “comité Ferdinando tenente Castellam Vetulam”

 (año 1194) “Didaco Lupi tenente Najaram, Borouiam et Castellam Vetulam”

(año 1202) “Lupus Sancii dominante toti Castele Uetule”

(año 1205) “Aluar Nunez tenente Borouiam et Castelam Uetulam”

(año 1268) “Nunno Gonzalez teniente Burueua e Rioia e Castiella Vieia”

Tan sólo unos años más tarde de esta referencia, ya se utiliza el término merino:

(año 1277) “merino de Castilla Ueia, Martin Royz de Baldeuielso”

Como podemos observar a través de estos registros, existe una traslación clara del concepto territorial de Castilla al concepto de Castilla la Vieja, y a su vez una continuidad de este término a lo largo de los siglos, no observándose ningún otro ente territorial de categoría equivalente en el territorio de las actuales Merindades.

Fuente:

“Documentación del Monasterio de San Salvador de Oña” Isabel Oceja Gonzalo (1983)

lunes, 19 de noviembre de 2018

Consolidación de la estructura territorial de Castilla la Vieja durante la dominación navarra

En las escasas décadas de dominación navarra sobre las Merindades el régimen de alfoces es sustituido (o quizás deberíamos decir superpuesto) por el régimen de tenencias. Este sistema procede de un ámbito en el que el aspecto militar y defensivo era más importante, tanto más considerando el hecho de que Castella Vetula vuelve a ser “tierra de frontera”.

La diferencia entre un alfoz y una tenencia, entre el merino o sayón de un alfoz y el senior de una tenencia es que este segundo veía aumentada su responsabilidad y su poder con el mando militar del distrito, al que debía defender y proteger con sus propios medios humanos movilizando a los hombres y medios de defensa en caso de necesidad, y con sus medios económicos, que obtenía directamente de las rentas originadas en el territorio de la propia tenencia. Para una mayor eficiencia, un mismo senior llegó a acumular varias tenencias y también por ello las tenencias agruparían varios de los antiguos alfoces.



Ya hemos citado en un artículo anterior que en 1040, en la carta de arras dada a doña Estefania por su marido, García el de Nájera, se citan las jurisdicciones a través de las cuales gobernaba en Castilla-Vieja: Tedeja, Petralata, Arreba, Castro, Duarte, Mena y Tudela. Es el primer documento en el que se registra la completa organización supraaldeana del territorio escindido del condado de Castilla, y creemos que agrupaba las demarcaciones que ya estaban constituidas desde tiempos protohistóricos con la denominación de valles, territorios o alfoces.

De acuerdo con el meticuloso análisis del territorio y la documentación medieval realizado por  doctora Mª del Carmen Arribas Magro la correspondencia entre los primitivos alfoces y las tenencias posteriores sería la siguiente:

La tenencia de Tedeja debió comprender los alfoces de Campo Redondo, Cigüenza, Medina, Torres (La Cerca), Mijangos, Los Butrones, el valle de Valdivielso, y el valle de Caderechas, cada uno de ellos con su correspondiente elementos defensivo.

La tenencia de Petralata debió comprender los valles de Dondisle, Tobalina, Leciñana, Valderrama, Frías, Orcha, Rio Jerea, Penches y Petrapidonia y el alfoz de Petralada.
Sierra de Petralata (foto Zález)

La tenencia de Arreba comprendía los valles de Zamanzas, Bezana, Virtus y Manzanedo, y el lugar de Brizuela del valle de Porres (el resto de los lugares de dicho valle se encuadraban en la tenencia de Castro).
La tenencia de Castro incluiría los valles de Porres (a excepción de Brizuela), Sotoscueva, Cornejo, Villamartín, Valdebodres, Cinco Villas, Montija, Espinosa, el alfoz de Munio Didaz y Pienza o Pozos.
La tenencia de Duart se corresponde con el Dobarto documentado que acabó fijándose a Castro y dando lugar a Castrobarto. La tenencia estaría compuesta por los alfoces de Oteo, Traslaloma, Rio Serea, Área Patriniani, Villalba de Losa y el valle de Relloso. 
La tenencia de Mena estaría compuesta por los valles de Mena y de Ordunte.
Ribota de Ordunte (Valle de Mena) foto de Milagros Díaz Gil

La tenencia de Tudela incluiría los valles de Tudela y de Angulo
San Zadornil se incluía junto a Valdegovia (Álava) en la tenencia de Lantarón junto a Sobrón.

Fuentes:
 “Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“Alfoces y Tenencias” Gonzalo Martínez Diez. Boletín de la Institución Fernán González (2008/2)

jueves, 15 de noviembre de 2018

Castilla crece. Nace Castella Vetula

Vemos como ya desde principios del siglo X el ámbito territorial de Castilla se extiende rápidamente hacia el sur y hacia el norte, pero los habitantes de las montañas de Burgos no quieren renunciar a un nombre con el que se sienten identificados, que tantos esfuerzos y sacrificios ha llevado aparejado. Nace así el concepto de “Castella Vetula”, la antigua, la auténtica. Usado quizá desde décadas antes, las primeras citas documentales referida a “Castella Vetula” se remontan a finales del siglo X, y con variaciones más o menos importantes puede rastrearse su continuidad incluso hasta nuestros días en docenas y docenas de registros.


Instituto Castella Vetula de Medina de Pomar. iescastellavetula.centros.educa.jcyl.es. 

Habla de nuevo el profesor Martínez Diez: “Cuando a finales del siglo IX y principios del X los hombres de ese pequeño rincón salieron de las montañas y avanzaron hasta el Duero, aquellas primitivas tierras ya no se llamaron Castilla a secas, sino que fueron designadas como “Castella Vetula”, o sea, Castilla Vieja. Esta es la primitiva Castilla, aquella protegida por un puerto bien cerrado, tierras que en el siglo XIII designaba el poeta, autor del Poema de Fernán González, con el nombre de Castilla la Vieja, y que el mismo poeta describirá como una comarca bien cerrada y guardada:

Era Castilla la Vieja
Un puerto bien cerrado
Non había entrada más
De un solo forado.”

Pero, ¿Qué territorio comprendía esa “Castella Vetula”? Todo hace pensar que si no todas las Merindades actuales, sí la mayor parte. En un documento de 999 se citan los territorios de Castilla Vieja, Bezana y Santa Gadea. Más clara queda esta demarcación en el periodo de dominación navarro (1028-1054): en el correspondiente reparto de territorios entre Fernando I y su hermano García, en lo que corresponde a las actuales Merindades el territorio del navarro llega hasta la tenencia de Arreba.

Así puede verse en la carta de arras dada en 1040 a doña Estefania por su marido, García el de Nájera, en donde se citan las jurisdicciones a través de las cuales gobernaba en Castilla-Vieja: Tedeja, Petralata, Arreba, Castro, Duarte, Mena y Tudela. Durante este periodo, en varios documentos oficiales encontramos rúbricas del tipo “reinante el rey don Fernando en León e en Castella, e su hermano don Garzia en Nagera e en Castilla Uieja”. Es decir, queda claro que Castilla Vieja ha alcanzado el estatus de supraterritorio que comprende a la mayor parte de las actuales Merindades. No en vano, en 1037 se cita a un obispo ejerciendo en Castilla la Vieja “Episcopus Dato in Castella Vetula”.
Tedeja

Queda fuera de este marco territorial, por tanto, exclusivamente la zona correspondiente a los alfoces de Bricia y Santa Gadea. Es consistente la atribución de esa parte del Condado de Castilla a Fernando; puesto que la documentación así parece indicarlo “ –regnante in Pampilona et in Alava et in Castella Uetula et usque in Burgis et in Bricia obtinente Cutelium con suis terminis in Asturiis.” (reinante en Pamplona y en Álava y en Castilla Vieja, y hasta Burgos y Bricia)

Quizás provenga de esta época la dinámica histórica un tanto diferenciada de los territorios más occidentales de merindades, aunque ello no signifique que fueran menos castellanos ni desde luego más “cántabros” (significase eso lo que significase entrados ya en el segundo milenio). Hablaremos del tema, no obstante.

Fuentes:
“Documentación del Monasterio de San Salvador de Oña” Isabel Oceja Gonzalo (1983)
“Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

lunes, 12 de noviembre de 2018

Los alfoces altomedievales burgaleses

El ya desaparecido medievalista Gonzalo Martínez Diez daba por seguro que en el momento de constitución del gran condado de Castilla ya se encontraba instaurado por todo  el territorio el sistema de gobierno y administración basado en alfoces, que serían los principales antecedentes de los municipios de la zona norte que nos han llegado hasta la actualidad. De hecho, la doctora Arribas Magro afirma que los partidos en que se dividirán las Merindades en el siglo XIV tienen, en su mayor parte, ese origen remoto.

Con este vocablo, muy utilizado en el dominio político del Islam, derivado del árabe al-hawz, se designaba preferentemente en el ámbito condal castellano esas pequeñas demarcaciones comarcales o distritos político-administrativos en que subdividía el condado de Castilla. Al frente de cada uno se encontraba un delegado del conde; y como tal designado y removido por éste a su voluntad.

El término alfoz vino a sustituir, aunque durante un tiempo sería coetáneo, al “territorium” altomedieval, aunque no exactamente con el mismo significado. El alfoz estaba inicialmente asociado a un castillo en que existía un oficial condal (merino o sayón) que ejercía las competencias delegadas por el conde.  De la jurisdicción original de la fortaleza, cabeza del alfoz, se irían segregando todos los nuevos cotos o jurisdicciones exentas señoriales que magnates laicos, prelados, monasterios o concejos urbanos irán obteniendo y restando al merino o sayón del alfoz a través de sucesivas concesiones y privilegios regios.
Asentamiento del castillo de Petralata, cabeza de Alfoz

El vocablo alfoz fue utilizado con casi un siglo de antelación y con mucho mayor intensidad en tierras castellanas que en las leonesas. La primera mención sin tacha data de mediados del siglo X, y hace referencia a un lugar “…que est sita in alfoz de Munno”. Dado que en León había mayor número e influencia de los mozárabes, creemos que esta predilección por el término “alfoz” pudo deberse a una preferencia del término por parte del propio conde Fernán González y sus sucesores.

A la hora de identificar cada uno de los alfoces que integraban el condado nos encontramos con la dificultad de que en muchas demarcaciones no existía un centro monástico capaz de generar la suficiente cantidad de documentos como para ser mencionados todos los territorios de todas las comarcas. Este hecho es especialmente palpable en tercio norte de nuestra provincia.

No obstante, combinando los trabajos de Martínez Diez y Arribas Magro ( que se ha servido también de la geografía de los arciprestazgos surgidos más tarde, alrededor del siglo XII como plasmación del sistema de organización parroquial que copió la organización de las tenencias realizada por Sancho el Mayor bajo la influencia de Cluny) podemos llegar a proponer un mapa completo de los alfoces que integraban la “parte burgalesa” del gran condado de Castilla. Sin olvidar que la documentación también registra alfoces en la parte cántabra, como “Val de Ripa Hibre” (Valderredible), Cabuérniga, Cabezón de la Sal o Rasines, entre otros.

La localización de los alfoces de la zona centro y sur de Burgos es mucho más fácil, tanto que incluso se puede completar el mapa de distribución de alfoces de toda la provincia y que presentamos de forma esquemática a continuación. A efectos de claridad, en la zona de Merindades hemos sustituido en la mayor parte de los casos los alfoces por las tenencias; que integraban varios alfoces. Por ejemplo, la tenencia de Castro en opinión de la doctora Arribas Magro englobaba los alfoces y valles de Porres, Sotoscueva, Cornejo, Villamartín, Valdebodres, Cinco Villas, Montija, Espinosa, Munio Díaz y Pienza.

Fuentes: 
“Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“Alfoces y Tenencias” Gonzalo Martínez Diez. Boletín de la Institución Fernán González (2008/2)

domingo, 11 de noviembre de 2018

De los microcondados al macrocondado de Castilla: El primer antecedente de la provincia de Burgos.






Los años finales del siglo IX y los primeros del X son testigos de importantes avances territoriales en el marco del actual territorio de la provincia de Burgos. A partir del espacio nuclear montano controlado por Rodrigo observamos las incorporaciones hechas por Diego Rodríguez (las campiñas entre los Montes Obarenes y el rio Arlanza) y Gonzalo Fernández (las comarcas situadas al norte del Duero, incluida Tierra Lara).

Coincide este periodo con el traslado de la corte desde Asturias a León, y la mayor implicación regia en los asuntos de área que nos ocupa. Es por estos años cuando surge el concepto de microcondados como ente organizativo de la zona. Inicialmente Brañosera/Campoo, Castilla y Álava y más adelante los de Burgos, Lara, Lantarón/Cerezo. Es la monarquía la que nombra a los condes o señores.

En el año 932 el monarca leonés Ramiro II decide subsumir los microcondados en un macrocondado antonomásico, consignando al cargo a Fernán González, cuyo papel primordial será consolidar y organizar este espacio tan complejo. Y la capital del condado será Burgos, fundada o repoblada apenas unas décadas antes.

En el año 899 ya aparece citado un conde en un territorio denominado Burgos, Gonzalo Fernández. Poco después parecen fundirse los destinos de Burgos y Castilla, ya que el mismo conde es citado como conde en Castilla en el año 912. A partir de entonces Burgos será la cabeza del condado de Castilla durante al menos 125 años, a través de cinco generaciones, hasta la desaparición del condado el año 1038 cuando su conde Fernando Sánchez se corone como rey de León.

Damos paso a las palabras del profesor Martínez Diez: “Este insignificante rincón de las montañas de Burgos fue la sede de un condado del reino astur, que de ese rincón tomó nombre, llamándose condado deCastilla, y que al extenderse fuera de las montañas y alcanzar el rio Duero, extendió también su nombre a todo ese territorio regido por los condes que el rey de Oviedo había puesto al frente del condado.  De este modo Castilla rebasó los estrechos límites de la primitiva comarca, la llamada Castella Vetula, y vino a cobijar bajo su denominación todos los territorios integrados dentro de la jurisdicción del condado de Castilla, cuyo conde gobernaba desde el mar Cantábrico, al norte, hasta las últimas tierras repobladas en el sur frente a los musulmanes en las estribaciones de los montes de Somosierra y desde el rio Pisuerga por el oeste hasta los límites del Condado de Álava en el este.

No consta que el condado de Castilla tuviera nunca por el norte otro límite que no fuera el mar Cantábrico. No se ha conservado noticia de otro condado distinto del de Castilla ni en el territorio de las Asturias de Santillana, ni en el de la Trasmiera, ni tan siquiera en las Encartaciones. Hacia el este el límite con el condado de Álava venia marcado por el rio Nervión hasta la peña de Orduña, luego seguía hacia los montes que separan el valle de Tobalina del de Valdegobia. Por el oeste venía marcado por la línea que unía el valle bajo del Deva con el alto Pisuerga, integrando la mayor parte de la actual provincia de Cantabria excepto Liébana. Hacia el sur el territorio estaba en continua progresión. Era este un condado cuya unidad no venía dada por la homogeneidad del territorio, muy variado, sino por la unidad de sus hombres, forjada en la empresa común de defender primero su solar de las acometidas musulmanas y de repoblar más tarde los enormes espacios vacíos que se ofrecían en el sur a las iniciativas de sus pioneros”

El condado de Castilla desaparecerá de la historia por dos hechos consecutivos: el primero, su partición entre los herederos de Sancho III el Mayor en 1035, y el segundo, la consecución por parte de su titular, Fernando I, de la corona leonesa en el año 1038.



Fuentes:

“Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008)

“El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

 “Génesis Histórica de la Provincia de Burgos y sus divisiones administrativas” Gonzalo Martínez Diez (1983)

lunes, 5 de noviembre de 2018

Las Bardulias, que ahora llamamos Castilla

 El  norte burgales bajo la niebla

Mencionábamos en un artículo anterior que, en referencia a una misma campaña musulmana que tuvo lugar en 792, el territorio atacado es denominado como "Al-Quila" por el cronista musulmán y como "Bardulias" por el cronista cristiano. Se entiende así mejor el texto de la crónica de Alfonso III, escrita en 884, pero referida la época del rey Alfonso I (739-757) en el que se dice que se repoblaron “ Asturias, Liébana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza y las Bardulias, que ahora se llaman Castilla”. Es decir, en algún momento de ese siglo largo el territorio que nos ocupa, que englobaba sin duda todo el norte burgalés, pasó a denominarse Castilla para las fuentes regias.


En opinión de Martínez Diez, El nombre de Bardulias parece provenir de los várdulos, que llegaron a nuestra zona probablemente presionados desde su ubicación original debido a la presión de los belicosos Vascones. Dado que a finales del IX el escritor consideró necesario hacer dicha puntualización, muestra de que la voz Bardulias ya no era usada hacía tiempo, considera probable que el cambio “oficial” de Bardulias por Castilla tuviese lugar a lo largo de la primera mitad del siglo IX.

Juan José García González va más allá y cree que la voz “Bardulies” resultaba ya anacrónica mediado el siglo VIII. Los cronistas astures recurrieron a un etnónimo prerromano para designar un territorio que estaba a los efectos “desconectado” de la corte, tanto como para que en la misma no se diesen cuenta hasta mucho después de que este territorio se había dado en llamar Castilla. Esto significaba que los locales y los árabes ya la denominaban así al menos desde los inicios del siglo IX, mientras los asturianos evocaban una circunscripción que ya había desaparecido y hacia la cual en realidad mostraban indiferencia. 

Rodrigo, el primer conde de Castilla

Durante la primera mitad del siglo IX las menciones a Castilla se refieren a su carácter de demarcación territorial. El primer conde vinculado a esta área es Rodrigo, que surge para la documentación en 860. La narración árabe de la campaña de la Morcuera (865) le denomina como “señor de Al-Quila”. Es probable que la sede del condado estuviese en Tedeja.

Trayectos de la campaña de La Morcuera según distintos historiadores (Ilustración del Libro Las Batallas de Las Merindades, de  Aitor Lizarazu)

No sabemos mucho acerca de este personaje, aunque a juzgar por las misiones repobladoras y militares que le fueron confiadas, probablemente era alguien muy próximo a la familia real. Creemos que la figura de Rodrigo está vinculada al proceso mediante el cual la corte toma mayor control en la gestión de este territorio de la primitiva Castilla. El caso es que es durante su periodo de gobierno cuando el territorio de Castilla se extiende hasta la costa cantábrica, adscripción que tendrá prolongación, bajo diversos formatos, hasta la Edad Moderna.

Rodrigo fallece el año 873. A partir de entonces su sucesor Diego Rodríguez repuebla Castrojeriz (882), Ubierna y Burgos (884) Cardeña (899) etc.. En la llamada Crónica Albeldense, escrita en los momentos cuyos sucesos narra, se hace referencia a una campaña musulmana de 882 rechazada en Cellorigo por el conde de Álava, alcanzando las fronteras de Castilla “in extremis Castelle”, Pancorbo, cuyo castillo se atacó durante tres días. Es Diego Rodríguez el que rechaza la ofensiva.
Recreación castillo de Santa Marta (Pancorbo) Foto: Zález.
Fuentes:
"Las Merindades de Burgos. 300ac-1560.” Mª del Carmen Arribas Magro (2016) 
“Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008) 
“El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)
“Las merindades de Castilla la vieja en la historia”. VVAA. (2007)

jueves, 25 de octubre de 2018

La primitiva Castilla de acuerdo a las crónicas musulmanas

Imagen invernal de "Las Conchas" de Sotoscueva, con Alto Campoo al fondo

Otra línea argumental de los estudiosos es que el nombre de Castilla vino dado por los musulmanes al ver el paisaje erizado de torres del territorio norteño de Burgos, al que empezaron a llegar en oleadas desde finales del siglo VIII. No entraremos aquí a estimar si esta teoría es a nuestro entender más o menos acertada que otras (o complementaria a las mismas), sino que nuestro principal interés es mostrar más evidencias de que el nombre de Castilla (Al-Quila para los mahometanos) estaba perfectamente implantado en toda la comarca para esas fechas.


Las crónicas musulmanas hacen una primera mención a Castilla ya en el año 791, con ocasión de un ataque hacia Álava y Al-Quila glosada por Ibn-Athir. En esta expresión  queda claro que, al menos para los musulmanes, Álava y Castilla son dos entidades diferenciadas. Al año siguiente se produce otra razzia narrada por Al-Maqqari. Los Anales Compostelanos reflejan esta ofensiva cambiando la denominación de Al-Quila por Bardulias; topónimo este al que haremos referencia en un próximo artículo. Una nueva algara tuvo lugar en 794 “Realizó algaras por tierras de Álava y Castilla recogiendo botín y regresó de nuevo”.

Una nueva aceifa de 796, la cuarta en seis años, nos narra lo siguiente “en este año el chambelán Abd-al Karim lanzó contra el territorio enemigo la aceifa llamada de los Castillos. Entró en el territorio enemigo causando gran mortandad y penetrando en su corazón hasta alcanzar la costa y avanzar siguiéndola dentro del país en destrucción constante”. En este escrito de Ibn Hayvan queda claro que para los atacantes el territorio de Castilla llegaba hasta el mar. No es el único documento que ofrece pistas en este sentido.

No vamos a entrar a describir aquí todas las razzias musulmanas contra nuestra zona (alrededor de una decena tuvieron como destino Castilla antes del año 840). Mencionaremos únicamente la de 838, que los árabes vuelven a dirigir contra Álava y los Castillos. Esta campaña aparece en los Anales Castellanos con la cita “fregerunt cortobeses Sotoscoba” (Sotoscueva) dejando claro una vez más que este valle se integraba en el territorio conocido genéricamente como Castilla.

Pese a todos estos ataques, el reino no se desmoronaba, por lo que es de suponer que, pese a las narraciones de los árabes, en muchas ocasiones no fuesen tan exitosas o quizás no pasasen de pequeñas escaramuzas convenientemente exageradas por los cronistas árabes.

Fuente:
 “El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

Teorías sobre el origen del corónimo Castilla y su extensión original


Extensión de la primitiva Castilla a finales del siglo VIII, según Martínez Diez.

Juan José García González propone vincular los orígenes del corónimo “Castella” a la abundancia de hábitats campesinos (castella los denomina San Isidoro) que encontraron los visigodos en el piedemonte centro-meridional de la Cordillera Cantábrica, instalados por los nativos en las vertientes para contrarrestar la inseguridad que había cundido en los bajos y fondos de valle a la caída del Imperio.


Se trataría de un “territorium” desde el punto de vista de concepto hispanovisigodo con capital en “Area Patriniani”, radicado esencialmente en los llanos de Castilla. En un primer momento otros territorios cercanos a Castilla podrían haber sido Bricia, Mena, Losa, Omecillo,  Lantarón, Tobalina, Malacoria, Valdivielso, Castrosiero, Arreba y Campoo. 
Aniano Cadiñanos desarrolla una teoría similar en la que “Area Patriniani”, cuya primera cita documental fiable se retrotrae a 807, fuera el antecedente de Castilla. Área Patriniani habría sido creada por el reino visigodo en las décadas posteriores a la conquista de la llamada Cantabria, a finales del siglo VI, con vistas fundamentalmente a servir de zona de control contra los belicosos vascones.
Tedeja (Bohigas)

El “dux” del territorio estaría instalado en Tedeja (Trespaderne – Trans-Paterno). El San Martín que cita el documento 807 se trataría de San Martín de Losa, y hacia el noroeste el territorio llegaría al menos hasta Montija (Nozedo aparece también en el legajo). No olvidemos que pocos años después, en 816, Sotoscueva aparece específicamente incluido en Castilla. Este territorio, que en 807 aparece denominado como “Area Patriniani” sería el mismo que poco después ya se llama Castilla: "In era DCCCLII exierunt foras montani de Malacoria et venerunt ad Castella" (en la era 852, año 814, salieron los montañeses de Malacoria y vinieron a Castilla).

La mayoría de expertos coinciden en afirmar que con el paso de los años todo el norte de la provincia de Burgos se acabaría integrando en esa Castilla primitiva formando un espacio diferencial. Recogemos a modo de ejemplo dos citas textuales.

Maria del Carmen Arribas Magro: “De todo ello podemos concluir que todo el territorio conocido en la actualidad como las Merindades de Burgos, incluida Espinosa de los Monteros, formaba parte de la denominación altomedieval de Castilla, que ya en el año 978 es considerada como vieja, sin duda para diferenciarla de la otra Castilla, la del sur del Ebro, que ya en esos momentos se producía el salto a la sierra de la demanda camino del Duero”

Gonzalo Martínez Diez: “El nombre de Castilla nació al erigirse las montañas cantábricas en baluarte de resistencia frente al islam, cuando en el siglo IX las cumbres y gargantas de los Montes Obarenes se erizaron de torres defensivas, que darán su nombre, “castella”, a las montañas detrás de las cuales se cobijaron las tierras protegidas por esas rudimentarias fortalezas. El corazón de estas primitivas tierras, que portarán ya desde los más tempranos años del siglo IX el nombre de Castella, los constituirán las llanadas de los río Nela y Gerea, luego rio Losa, y los valles de Manzanedo, Valdivielso y Tobalina regados por el Ebro, esto es, todo el norte de la provincia de Burgos , conjunto conocido años más tarde como merindades de Castilla Vieja.”

Fuentes:
“Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008) 
“Las merindades de Castilla la vieja en la historia”. VVAA. (2007)
“Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y Zamanzas”. Mª del Carmen Arribas Magro (2017) 
“El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

Castilla nace para la historia

Monolito en Taranco que rememora el surgimiento de la palabra Castilla y ermita heredera del primitivo monasterio.

El primer documento que menciona la palabra Castilla es el “famoso” texto de fundación del monasterio de Taranco fechado el 15 de septiembre del año 800. Hoy sabemos que este legajo, así como unos cuantos más, se trata de un documento interpolado escrito en el siglo XII por parte del Monasterio de San Millán de la Cogolla para justificar determinados títulos de propiedad.

Sin embargo algunos autores, entre ellos Arribas Magro, creen que este tipo de documentos no han de ser necesariamente inválidos para estudiar la realidad de siglos anteriores. Es posible que estuviesen basados en documentos anteriores ya perdidos. Por ejemplo, del documento de 816 al que hacemos referencia a continuación existen varias copias en diferentes momentos históricos. En relación a esto, nos resulta esclarecedor que el lugar de Area Patriniani aparezca citado tanto en el documento falso de 800 como en otro de 807, del que en principio no existen dudas.

Por otro lado, y tal y como dice esta misma historiadora: “No se puede establecer una correlación entre la fecha de creación de una población y la primera fecha en la que aparece documentada, no se puede aceptar el binomio primera mención igual a fecha de creación.”
En todo caso, ya en 816 aparece citada Castilla en un documento del Monasterio de San Vicente de Fístoles (actual Esles, en Cantabria). Citaremos el texto porque es esclarecedor:
“Et foras monte, in Castella, villa vocabulo Sauctus coba”
(Y más allá de los montes, en Castilla, la villa que llamamos Sotoscueva).
Cornejo de Sotoscueva

En este pequeño fragmento queda claro que ya en esta época tan temprana para el narrador, situado en la actual Cantabria (Esles queda a medio camino entre la montaña y la costa), lo que queda al otro del monte es una realidad diferente, y que esa realidad se llama Castilla, y que ese concepto está lo suficiente extendido como para ser entendido sin más explicaciones por aquellos que puedan leer el texto. Aún más, este sencillo texto refleja que en esos años se está realizando un movimiento migratorio de norte a sur.

Si dejamos de lado la referencia al año 814 que mencionábamos en un artículo anterior (en la era 852, año 814, salieron los montañeses de Malacoria y vinieron a Castilla), la siguiente referencia documental también es muy interesante. Está fechada en enero de 836 y en ella el presbítero Kardellus o Cardiel dota a la iglesia de San Andrés de Asía (Aja), con bastante probabilidad ubicada en el actual valle de Soba, de dos villas en Castilla. “et in Castella quod nominatur Uilla Kardelli, de nominis mei, et Uillella”. De nuevo la documentación nos deja evidencias de que lo que queda al otro lado de la línea de montes se conoce de forma genérica como Castilla.

Es verdad que las menciones a Castilla no son muy abundantes durante el siglo IX, como tampoco son los documentos conservados de esa época y referidos a esta zona. Sin embargo, ninguno de estos documentos ofrece el más mínimo indicio que permita vislumbrar que Merindades formara parte de otra realidad que no fuese Castilla, y mucho menos que esa realidad tuviese algo que ver con los restos de una antigua Cantabria.

Fuentes:
"Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008)
“Las Merindades de Burgos. (300 ac-1560)”. Maria del Carmen Arribas Magro (2016)
 “El Condado de Castilla. La historia frente a la Leyenda” Gonzalo Martínez Diez (2005)

lunes, 15 de octubre de 2018

Siglo VIII: De nuevo dos realidades diferentes a ambos lados de los Montes Cantábricos Burgaleses


Demarcaciones territoriales en el entorno de Merindades durante el siglo VIII, de acuerdo a García González.
La octava centuria, lo mismo que ya había ocurrido siglos antes, nos ofrece un panorama muy diferente a ambos lados de la cordillera. Como no podía ser de otra manera, la concentración de la emigración visigoda y su relativa estabilidad permitió el desarrollo de mucha mayor actividad en la franja septentrional, lo que se comprueba tanto en los registros documentales como en los arqueológicos. De hecho, es precisamente cierta tendencia a la superpoblación uno de los factores que acabarán impulsando los movimientos repobladores a partir del siglo IX. 

Por el contrario, en la vertiente meridional las políticas de desestructuración llevadas a cabo por los primeros monarcas astures y, posteriormente, el inicio de las campañas de los agarenos supusieron una contracción de la dinámica poblacional y económica, lo cual tiene su reflejo en la existencia de muchos menos hallazgos arqueológicos, si exceptuamos aquellos asociados a enclaves aislados como eremitorios e iglesias rupestres. Este territorio es el que inicialmente se empezó llamando Bardulias y posteriormente Castilla. 

Este territorio funcionaría de un modo relativamente autónomo hasta bien entrado el siglo IX, debido al repliegue administrativo y militar astur a partir de 768, situación que se mantendría hasta que el rey Ramiro reactivara en el año 843 los lazos con la zona a través del matrimonio con paterna, miembro de una familia de la zona. Durante este periodo se consolidaría un sistema castellero que acabaría determinando la esencia de la zona. 

En relación a esto, resulta llamativo que durante las primeras décadas de dominación musulmana no haya registros de ataques contra el territorio del norte de Burgos (más allá del inicial contra Amaya) y sí sin embargo contra Asturias. Esto puede ser signo tanto del poco atractivo que podía ofrecer el botín de la zona septentrional burgalesa como que la misma estaba especialmente entrenada y acostumbrada a repeler dichos ataques con cierta eficacia.

Por último queremos resaltar lo llamativo que resulta que la documentación del reino astur nazca con la desaparición del término territorial de Cantabria y la aparición en su lugar de otros territorios de menor entidad, como Sopuerta, Primorias, Liébana, Carranza, Bardulias y Trasmiera. ¿Son artificiales estos nuevos nombres o lo que era anacrónico era el nombre de Cantabria que supuestamente los englobaba?.

Fuentes:

“Los Cántabros en la Antigüedad. La historia frente al mito.” VVAA. Universidad de Cantabria (2008)
“Castilla en tiempos de Fernán González” Juan José García González (2008).