El historiador Dión Casio, contemporáneo del periodo de las guerras cántabras, dejó escrito lo siguiente:
“En el año 19, Agripa se trasladó a Iberia, en donde los cántabros, prisioneros de guerra, después de matar a sus dueños y volver a sus casas, tomaron posiciones en las que fortificaron y se disponían a asaltar las guarniciones de los romanos. Después de perder bastantes soldados y de castigar a otros, Agripa mató a todos los enemigos en edad militar y quitó las armas a los restantes obligándoles también a bajar de las alturas a la llanura”.
“En el año 19, Agripa se trasladó a Iberia, en donde los cántabros, prisioneros de guerra, después de matar a sus dueños y volver a sus casas, tomaron posiciones en las que fortificaron y se disponían a asaltar las guarniciones de los romanos. Después de perder bastantes soldados y de castigar a otros, Agripa mató a todos los enemigos en edad militar y quitó las armas a los restantes obligándoles también a bajar de las alturas a la llanura”.
Resulta llamativo que algunos de los que tienden a creer a pies juntillas los relatos mitificados sobre los cántabros y su resistencia a Roma, descarten sin más este pasaje tachándolo de absolutamente exagerado. Nosotros también pensamos que es una exageración, pero también creemos que una frase tan lapidaria no puede ser rechazada a la ligera, y que efectivamente tras atajar la última de las sucesivas oleadas de rebelión de los cántabros, el imperio, a través del general Agripa, decidió cercenar de forma contundente y ejemplarizante la más mínima posibilidad de un nuevo levantamiento.
Y sin duda esto tuvo un gran efecto desestructurador sobre las poblaciones rebeldes. Lo cierto es que la mayoría de los castros de la zona dejaron de habitarse justo en este periodo, y el resto casi en su totalidad fueron romanizados. Por otro lado, la doctora Arribas Magro apunta a varios posibles ejemplos en el territorio de Merindades en los que se observa ese desplazamiento desde los castros hacia emplazamientos a niveles inferiores: El castro de Socueto que se desliza ladera abajo para formar el lugar de Opio (Mena), el castro de Manzanedo que dará lugar al lugar de Manzanedo en el fondo del valle... Cornejo y Haedo de Linares, Herrán, Cillaperlata, San Pantaleón de Losa, son más ejemplos de este tipo.
Así que, mas allá de una romanización más o menos intensa de la zona, cabe preguntarse tal y como dicen en el libro “Los Cántabros en la Antigüedad. La historia frente al mito” ¿dónde fue a parar el resto de la gente?, porque, o bien efectivamente hubo un retroceso demográfico muy evidente, o vivieron durante siglos sin apenas dejar evidencias de su existencia.
Así que, mas allá de una romanización más o menos intensa de la zona, cabe preguntarse tal y como dicen en el libro “Los Cántabros en la Antigüedad. La historia frente al mito” ¿dónde fue a parar el resto de la gente?, porque, o bien efectivamente hubo un retroceso demográfico muy evidente, o vivieron durante siglos sin apenas dejar evidencias de su existencia.
Otro indicio que apunta hacia las tesis que estamos defendiendo es que la gran mayoría de las legiones que participaron en las Guerras cántabras abandonaron la zona inmediatamente acabadas las mismas, y que durante los próximos siglos no tenemos ningún registro de focos de resistencia en la zona (en realidad muy pocos registros de la zona en general). Antes al contrario, la epigrafía y la documentación nos habla de soldados cántabros enrolados en los ejércitos romanos. Por ejemplo en Asturias sí que permanecieron algunos contingentes, hecho que puede estar relacionado con la exploración aurífera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario