Antonio y Rosa, guardianes del Rudrón en Moradillo del Castillo, son una especie “rara avis” en estos tiempos en los que el asfalto y el bullicio de la ciudad se imponen a la tranquilidad de un pequeño pueblo situado en la zona de las Loras y Sedano.
Parece que el espíritu de Delibes, del que hablamos estos días, vuelve a esta zona tan mágica. Cuenta Antonio cómo se tuvo que ganar la vida en Ceniceros, el pueblo de al lado y hoy totalmente deshabitado; cuenta cómo era la vida en su infancia a orillas del Rudrón; nunca usó una caña para pescar, no sabe usarla, sin embargo sus manos han cogido tantas truchas como nueces de sus nogales.
Antonio nos relata cómo eran los pueblos en el siglo pasado: eran pequeños pero estaban llenos de vida, según sus cálculos cada casa tenía seis moradores y entre 25 ó 30 casas abiertas.
Las vidas de Rosa, natural de Medina de Pomar, y de Antonio podrían ser muy diferentes: ya jubilados después de trabajar en Vizcaya, como muchos de esta zona, decidieron instalarse en Moradillo del Castillo, tienen piso en Burgos, pero el bullicio y la masificación no son lo suyo.
Rosa y Antonio cuentan que aquí lo tienen todo, son felices con la huerta, no echan en falta nada, incluso en invierno, el médico les visita semanalmente, el panadero acude con asiduidad, si tienen que comprar algo de más enjundia van a Burgos, Aguilar o Sedano; las carreteras están limpias y bien arregladas, agradecen a las quitanieves que el pueblo no se quede más de doce horas incomunicado.
Rosa y Antonio son por tanto nuestros héroes,
Cuenta el alcalde Carlos Gallo que esta zona está muy deprimida en contraste con los tiempos pasados, en concreto con el siglo XVIII, cuando el Valle del Rudrón era una zona muy dinámica. No hay más que ver la cantidad de molinos que hay en el curso del río.
Carlos Gallo cuenta todo esto y también dice que Ceniceros será el último pueblo en desaparecer en la zona. Pero nosotros soñamos y queremos más. Ojalá pronto volvamos a ver corretear a los niños por las calles de nuestros pueblos.
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