" De adolescente , cuando me lamentaba ante mis amigos de los procedimientos didácticos de mi padre ellos decían que esa era la educación francesa y que la educación francesa estaba muy bien. Que ellos no sabían nadar , ni montar en bicicleta, ni distinguir un cuco de un arrendajo porque no habían recibido educación francesa y que era un atraso. Que criar a un niño entre algodones era arriesgado porque luego, cada vez que la vida le pasa factura no sabe qué actitud adoptar.
Por aquel entonces yo era una especie de Fausto Coppi, un ciclista consumado. No me apeaba de la bicicleta. Sabía zigzaguear sin manos , ponerme de pie en el sillín y conducir con los pies.
Como transporte , podía cargar simultáneamente a tres de mis hermanos: uno en el manillar, otro en la barra y un tercero en el pie, sobre las palomillas traseras. Los automóviles , en mi ciudad, eran entonces media docena y uno podía doblar las esquinas, inclinando el cuerpo, a toda velocidad, sin preocuparse de lo que viniera de la bocacalle. Incluso cuando acompañaba a una muchachita, lo hacía sentado en mi bicicleta, impulsándome con el pie desde el bordillo de la acera.
Formábamos un todo tan armónico que si el descubrimiento de América se hubiese producido en 1932, y yo hubiera asistido a la efemérides, los indios a buen seguro nos hubieran tomado a mi bicicleta y a mi por una criatura con ruedas. Pero no todo iba a ser coser y cantar y en aquellos tiempos ya existía un punto negro: los agentes, a los que entonces llamábamos guardias de la porra. Mi bicicleta nunca fue matriculada y en consecuencia constituía una sabrosa presa para los sabuesos municipales.....
Y ¿ Por qué no matriculaba mi bicicleta y vivía tranquilo ? ¡ Ah ! Esto formaba parte de la educación francesa de mi padre. Mi padre era enemigo de las tasas arbitrarias aunque fuesen menores... "
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