Diploma militar romano de época de Domiciano en el que se menciona la Cohors II Cantabrorum como parte de la guarnición de Judea. Fuente: Wikipedia. |
Existen ejemplos contrastados de que en el periodo en que Roma se hallaba en plena fase de expansión, más allá de los estrictos límites imperiales, se establecieron relaciones y obligaciones con los pueblos del entorno que implicaban “de facto” el reconocimiento de la supremacía romana y una restricción de la soberanía de las “externae gentes”. Dichos pueblos, para mantener cierto grado de autonomía se veían obligados a transigir con determinadas imposiciones; entre ellas también la entrega de un determinado contingente de soldados para el ejército romano.
Para algunos autores la implantación de este tipo de política en la península ibérica podría ser la verdadera explicación de la presencia de guerreros celtíberos, cántabros y otros pueblos norteños colaborando con los ejércitos romanos bastantes años antes de las Guerras Cántabras. Mejor esto que creer en una naturaleza innata para la guerra que les llevaba a emplearse como mercenarios, según una retórica mitificada que se extiende en buena medida hasta nuestros días como soporte a la supuesta historicidad del moderno “lábaro cántabro”.
Esta práctica se vería prorrogada en los siglos posteriores, entre otras cosas porque lo nuevos legionarios contaban con el aliciente del salario y la posibilidad de obtener la ciudadanía romana a la hora de licenciarse.
Fuente: “Los Cántabros en la Antigüedad. La historia frente al mito.” VVAA. Universidad de Cantabria (2008)
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